Carlos Manuel de Céspedes, análisis de su poesía, de lo regional a lo cosmopolita

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Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

El regionalismo jugó un papel muy importante en las guerras de independencia de Cuba. Primero fue un factor de unidad, pues agrupó a los vecinos de las diferentes comarcas que se sublevaron alrededor de sus líderes.

Pero cuando fue necesario ver la guerra como un asunto de todo el país el regionalismo fue desastroso pues muchos no querían salir de sus comarcas lo que debilitaba al Ejército Libertador.

Territorios como el de Tunas, Bayamo, Camagüey entre otros se caracterizaron por fuerte amor de sus vecinos al terruño natal. Holguín no fue una excepción. Aquí apoyaron movimientos donde el regionalismo y el caudillismo eran importantes como Lagunas de Varona, Santa Rita, incluso se creó un cantón independiente que se separó de la República de Cuba mambisa.

El regionalismo ha sido analizado desde diferentes puntos de vista. Pero en este caso queremos ver como se reflejó ese amor por el terruño natal en la poesía. Hemos tomado los poemas de Carlos Manuel de Céspedes, para tratar de entender ese fenómeno tan importante en el pasado cubano.

Una de las figuras más complejas de la guerra de 1868 es Carlos Manuel de Céspedes, estamos ante un hombre que podríamos considerarlo de ideas cosmopolitas, de un accionar universal pero también encuadrarlo en los mecanismos mentales de los caudillos de las llanuras del Cauto. La mayoría de los altos oficiales del Ejército Libertador, al inicio de la guerra, pertenecían a antiguas familias. Tan solo en Bayamo y Puerto Príncipe, de un estudio realizado con 27 de los generales y coroneles que se alzaron en 1868 de sus antepasados de dos de ellos llegaron en el siglo XVI, de diecisiete en el siglo XVII, de seis en el siglo XVIII y de dos a principios del XIX. (1) Esto le creaba un vínculo muy estrecho con las regiones donde se habían establecido estas estirpes. La familia de Céspedes pertenecía a este exclusivo club de la élite. Por la parte del padre residían en Bayamo desde la primera mitad del siglo XVII. (2) Había un profundo orgullo de haber nacido en estas comarcas. Uno de estos futuros generales insurrectos del oriente de la isla le expresaba a un amigo en 1856:

[…] ofrecí escribirle algo sobre las costumbres de los campesinos de este país que usted desea tanto conocer, y cuando digo este país no crea que hablo de nuestra isla de Cuba en general, no: yo trato de la comarca que ocupa la gran faja de tierra entre los rios Yara y Jibacoa. (3)

Gente para los que parece que fuera de estos vastos herbazales, que han ido creciendo al impulso de los ricos sedimentos dejados por el Cauto, el mayor de los ríos cubanos, no existe otro universo. Se pulsa en ellos ese orgullo que Céspedes llevó al papel al escribir en respuesta a unos pobres diablos que azuzados por la envidia lo despreciaron por Guajiro: “[…] yo tengo a mucho honor haberme criado en los campos menos esclavos de Cuba.” (4) En su poesía Céspedes refleja ese orgullo.

Los accidentes geográficos de su región natal en su criterio no tienen comparación con los de otros lares. No parece existir río más hermoso sobre la tierra que el Cauto al que en vibrante poesía describió:

Al Cauto.
Naces ¡oh Cauto!, en empinadas lomas
bello, desciendes por el valle ufano,
saltas y bulles, juguetón, lozano,
peinando lirios y regando aromas

Luego, el arranque fervoroso domas,
y, hondo, lento, callado, por el llano
te vas a sumergir en el Océano;
tu nombre pierdes y sus aguas tomas. (5)

Incluso en la presurosa corriente de aquel río se tiende a resumir todos los sentidos de la vida humana, pues según el poeta:

Así es el hombre. Entre caricias nace;
Risueño, el mundo al goce le convida;
Todo es amor y movimiento y vida

Mas el tiempo sus ímpetus deshace,
y, grave, serio silencioso, umbrío,
baja y se esconde en el sepulcro frio. (6)

Céspedes se siente tan impresionado ante el pico Turquino, como Heredia en su momento ante las cataratas del Niágara. Al igual que aquel también debió de hacer un desesperado llamado a su musa y bien podía iniciar su poesía con similares versos a los de Heredia:

Dadme mi Lira dádmela que siento
En mi alma estremecida y agitada
Arder la inspiración (7)

Escribió una poesía que tituló “Al pie del monte Turquino” en la que nos sitúa ante el caminante que, inesperadamente, ha chocado con la mole gigantesca de piedra y tierra que empequeñece la condición humana;
Cuando contemplo tu elevada cumbre,
soberbio monte, levantarse al cielo;
cuando miro tu mole y pesadumbre,
tu enorme base y nebuloso velo,
y las corrientes límpidas de plata
que tu seno basáltico desata;

cuando miro tu larga cabellera
de altos pinos mecerse en el espacio,
y hender audaces la celeste esfera,
coronados de zafir y topacio
y que ilumina tu gallarda frente
el lucero del alba refulgente;

entonces en pensamientos encontrados
me confundo a la vez, terrible monte,
y sólo ven mis ojos apagados
tu sombra oscurecer el horizonte,
tu, gigante, que alzas la cabeza,
y es pequeña a tus pies toda grandeza. (8)

Hay cierto orgullo porque en su tierra natal se encuentra una montaña de tales proporciones que al contemplarla reduce la condición humana.
Edificios de su tierra natal como la Torre de Zarragoitía dejaron huella en la sensibilidad, en su visión regional que siempre lo acompañó. Esta residencia está situada en el extremo suroeste de la ciudad de Bayamo y tomó su nombre de su último propietario Ignacio Zarragoitía de quien “Varias leyendas circulaban en torno a esta persona, que aparece rodeado de un halo de misterio, al igual que la propia torre”. (9) En una sobredimensión de la imaginación a los ojos de Céspedes el inmueble inscribe su estructura en la mitología que rodean las ciudades antiguas y en un breve poema que le dedica parece compararlo con Notre Dame o a la Abadía de Battle.

Yo no pregunto, derrocada torre,
cuál fue tu suerte en tus primeros día;
mas cuando por tus salas, ya vacías,
como un blando gemido, el viento corre,

el velo del pasado se descorre
formas revisten tus cenizas frías,
aun resuena el rumor de las orgías,
un suspiro aun tus bóvedas recorre. (10)

La hacienda ganadera, el sitio de labranza, el bohío del guajiro, está en sus bocanadas de sensibilidad y que él registra en un momento de desgarramiento y reconocimiento a sus raíces que lo aleja de los “halagos del suicidio.” (11)

Halléla en los ganados que bramando
se acercan al aprisco perezosos;
halléla en los guajiros cabalgando
sobre potros indómitos fogosos, (12)

Con poca modestia pero mucha verdad nos dice de su vida en los campos, de las planicies del valle del Cauto: “Aunque soy tan buen jinete como el mejor sportman del Jockey Club, pues me he educado sobre el caballo a la manera de los tártaros cabalgando por las inmensas sabanas de la isla de Cuba… (13) Aunque Céspedes estaba orgulloso de su tierra natal y en especial del oriente de la isla pero hombre de dimensiones universales fue capaz de superar esos límites y convertirse en una figura fundamental en la historia de Cuba.

NOTAS
1-Jorge Ibarra Cuesta: Marx y los Historiadores Ante la hacienda y la plantación esclavista Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2008, pp. 291 a la 299.
2–Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo. Carlos Manuel de Céspedes. Escritos, Editora de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, t I, p 11.
3–Pedro Figueredo “Excursión a la gran sabana de Yara” en la Piragua, La Habana, 1856, p 55-6 76-8, 102-6. Citado por Jorge Ibarra. Regionalismo y Esclavitud Patriarcal en los Departamentos Oriental y Central de Cuba En Revista Anales del Caribe. Centro de Estudios del Caribe. Casa de las Américas, Número 6, 1986, p 30.
4–Ibídem. p. 22.
5–Fredo Arias de la Canal, Céspedes Padre de la Patria cubana sus apóstoles, Frente de Afirmación Hispanista. A.C. México, 2008. p. 3.
6–Ídem
7–José Fornaris, Joaquín Lorenzo Luaces, Cuba poética, Edición Facsimilar, Frente de Afirmación Hispanista. A.C. México, 2018. p 24.
8–Fredo Arias de la Canal, ob. cit. p. 5.
9–Ludín Fonseca García, Bayamo: toma, posesión y quema (1868 1869) Dionisio Novel e Ibáñez, Fernando Figueredo Socarrás, Antonio Miguel Alcover Beltrán, Ediciones Bayamo, 2013, P. 72.
10–Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo, Carlos Manuel de Céspedes: escritos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1982, tomo I, p. 401.
11– Ibídem. p. 406.
12–Ibídem. , p. 407.
13–Ibídem. p. 455