El desbordamiento: Anotaciones sobre la Guerra Grande (1868-1878)

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Por el Ms. C. José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

Fue sorpresa mayor el correo del profesor y relevante historiador Oscar Zanetti Lecuona solicitándome un texto sobre la Guerra de 1868 para la editorial Unión de la Uneac. La referida institución quería homenajear al 150 aniversario de aquella contienda con un libro. Recurrieron al Dr. Zanetti y este me hizo extensiva la solicitud. Ese fue el origen del texto El desbordamiento: Anotaciones sobre la Guerra Grande. (Cuba 1868–1878) de nuestra autoría. El libro se presentó en la sala Rubén Martínez Villena de la Uneac en la Habana el 16 de noviembre del 2018. Publicamos a continuación la presentación que hizo del mismo el profesor Oscar Zanetti.

“Abreu. Desbordamiento. Presentación

Cuando Carlos Manuel de Céspedes se levantó en armas el 10 de octubre de 1868, la población de este archipiélago era todavía un heterogéneo conglomerado humano, caracterizado por muy notables diferencias económicas, regionales, raciales, de condición social, de estatus jurídico y hasta de idioma. Aunar tan disímiles factores en torno al objetivo de la independencia nacional representaba un reto formidable; por haberlo enfrentado con decisión el alzamiento de Demajagua constituye un hito crucial en la construcción de la nación cubana.

Ediciones Unión ha creído indispensable unirse a las celebraciones por el sesquicentenario del inicio de nuestra gesta libertadora, y lo hace con el libro que ahora les presentamos: El desbordamiento: anotaciones sobre la Guerra Grande (1868-1878) de José Abreu Cardet. Historiador holguinero, con una larga trayectoria investigativa en las instituciones culturales de su provincia, Abreu es autor de dos docenas de monografías y estudios históricos, entre los que destacan Al dorso del combate; criterios sobre la guerra del 68, Introducción a la armas, Los resueltos a morir: relatos de la Guerra Grande y algunos otros títulos dedicados a la Guerra de los Diez Años, un tema cuya visión historiográfica él ha contribuido, señaladamente, a renovar. Ha sido precisamente esa perspectiva renovadora la que determinó que Unión incluyese esta obra en su programa editorial.

Ser innovador en los estudios sobre nuestro proceso independentista resulta algo así como entrar a bailar en casa del trompo. Las contiendas libradas por los cubanos para conquistar su independencia abarcan apenas tres décadas de nuestra historia, pero constituyen –y con mucho- el más extenso capítulo de nuestra historiografía. Entre ellas es la Guerra de los Diez Años, la “Grande” o la Revolución de 1868 como también suele nombrarse, la que cuenta con una bibliografía más nutrida. Quizás por su larga duración, por la complejidad de los procesos que involucrara o por constituir el inicio de toda una tradición política, la Guerra del 68 ha captado y continúa atrayendo la atención de historiadores y otros estudiosos de nuestro pasado.

Apenas apagado el eco de los disparos comenzaron a publicarse crónicas y relatos de aquella lid, como La República de Cuba, de Antonio Zambrana, El convenio del Zanjón, de Ramón Roa o Desde Yara hasta el Zanjón, de Enrique Collazo, por mencionar solo algunos de esos testimonios, casi siempre determinados por el papel o la posición de sus autores ante conflictivas situaciones, cuyas distintas versiones de los hechos alimentaron desde un inicio la controversia. Más que la documentación, fue esa literatura, así como la no menos nutrida bibliografía histórica española –Historia de la insurrección de Cuba, de Emilio Soulere, o la monumental Anales de la guerra de Cuba, de Antonio Pirala, por ejemplo- la que durante un buen tiempo sustentó los estudios e interpretaciones históricas sobre nuestra primera guerra independentista.
El posterior desenvolvimiento de las investigaciones daría lugar a amplias y sustanciosas síntesis, como la publicada por Ramiro Guerra a mediados del pasado siglo, verdaderas obras canónicas que sistematizaron la factura del discurso histórico, aunque distasen de ser concluyentes. Con mucho terreno por andar y múltiples fuentes a consultar la historiografía “del 68” ha llegado a nuestros días plena de vitalidad.

Monografías como la que Jorge Ibarra dedicara a la etapa final de la guerra –Encrucijadas de la guerra prolongada (2008)-, acercamientos desde el ángulo de un determinado problema –bien representados por la aproximación de Ada Ferrer al complejo asunto de la racialidad en Insurgent Cuba. Race, Nation and Revolution, 1868-1898, publicado 1999- o análisis desarrollados dentro de obras de mayor alcance, como ocurre en La forja de una nación (1998), de Rolando Rodríguez, multiplican y articulan las imágenes de la gesta, caudal al cual se ha ido sumando un buen número de estudios particulares, realizados a menudo desde una perspectiva regional.

Al incursionar dentro de ese auténtico palacio que nuestra historiografía ha construido en torno a la Guerra Grande, Abreu lo hace por la puerta trasera, la de la empleomanía, por donde transita la gente humilde. En esa singular vía de acceso radica, a mi juicio, la originalidad de sus obras. El desbordamiento creo que confirma a plenitud tal criterio; publicado para la conmemoración, no es en modo alguno una obra conmemorativa, ni por su modesta factura ni por la naturaleza de su contenido.

El libro que presentamos no es una monografía, sino que reúne un conjunto de estudios cuya unidad está dada, no solo por el tema, sino sobre todo por el enfoque, por las cuestiones en que el autor fija su interés. Lejos de aspirar a cualquier sistematización, la obra tampoco despliega su contenido siguiendo un orden cronológico, pero los trabajos se exponen en una secuencia atenta a la historicidad, que garantiza la armonía en el tratamiento de sus asuntos.

Pero, ¿qué distingue a esos asuntos? Las imágenes que la historiografía ha fijado de nuestra contienda primigenia son sobre todo las de la gesta, las hazañas de aquellos hombres entre los cuales no faltaron las desavenencias, pero en los que siempre terminaba por imponerse la heroicidad. Así lo plasman los “grandes relatos” y también se refleja en lo anecdótico, como lo testimonian los espléndidos Episodios de Manuel de la Cruz.

En las páginas de El desbordamiento no están ausentes las grandes personalidades ni el heroísmo, pero en ellas predominan las acciones de la gente común; sus sentimientos, sus aspiraciones, sus sufrimientos. La lectura nos permitirá conocer cómo se fueron concertando los conspiradores, que vínculos –incluso ancestrales- los unieron, con que expectativas se alzaron en armas. Aquí veremos de que recursos se valió el bodeguero Manuel Calvo para reunir su partida insurrecta y porque esta se disolvió tan rápido como se había formado. Entenderemos entonces porque hubo tantos presentados tras las primeras derrotas, y como, en muchos casos, sería injusto presumirles cobardía. En algún trabajo se deja ver hasta qué punto las relaciones familiares determinaron en la organización inicial del Ejército Libertador, y no podía ser de otra manera porque aquella fuerza emergía de una sociedad tradicional en la cual los vínculos, más que en las ideas o los intereses, se anudaban en torno a lealtades personales.

Entenderemos cómo el hambre, la mortal necesidad de avituallarse, podía ser el más poderoso de los impulsores al combate. Comprenderemos también con cuan difíciles componentes hacía su vida el mambí, y hasta el importante lugar de las relaciones sexuales en el marco de una conflagración tan prolongada. A esa exploración de la dimensión humana del conflicto no escapa el enemigo colonialista, pues las razones y circunstancias de soldados peninsulares y voluntarios integristas se reconocen en dos de los trabajos aquí incluidos.

El rostro de la guerra presenta en este libro sus más crueles rasgos. Sabremos de pacíficos sitieros asesinados y de cómo la guerrilla de Lolo Benítez macheteó a 29 mujeres en Loma del Infierno. Se nos harán presentes los niños, personajes de esta gesta tan sufridos como ignorados. En Caunao, Las Villas, entre el dos y el siete de febrero de 1870 una columna española capturó a 128 personas; 64 de ellas eran niños. Quince niños se encontraban entre los 24 detenidos en una emboscada el 17 de febrero en Seibabo, también territorio villareño. Al día siguiente la misma tropa capturaría a otros 36 individuos, 22 de ellos niños. Esos eran los escenarios de la guerra y nadie conseguía escapar a sus rigores. Anhelos, sacrificios y desventuras llegan a nosotros en vívidas imágenes, porque Abreu ha sabido fragmentar con gran acierto los documentos para imprimir así todo el valor de lo testimonial a la argumentación de los protagonistas.

Aprehender el lado humano del conflicto, en modo alguno, ha hecho pasar por alto sus problemas fundamentales, solo que estos se aprecian desde otro ángulo. Al regionalismo, justamente estigmatizado como una de las causas del fracaso cubano en la Guerra Grande, esta obra dedica más de uno de sus trabajos, en los cuales se le examina con amplia perspectiva. Aquel mal, que no se excusa, comienza sin embargo a comprenderse en otros términos al saber lo que significaba para el mambí dejar desprotegida a su familia cuando salía a operar fuera del terruño, y pueden palparse las evidencias del terrible costo que ello tuvo en múltiples ocasiones.

Para finalizar, creo no equivocarme al afirmar que con El desbordamiento: anotaciones sobre la Guerra Grande, José Abreu y Ediciones Unión nos entregan una obra de la cual, hasta los especialistas, tendrán algo que aprender.”