Como un choque de trenes

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Por José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

El 10 de octubre de 1868 se produjo en Cuba un gigantesco desbordamiento de las fuerzas independentistas. En poco menos de cinco meses la guerra se había extendido por el Oriente y el Centro del país. Pero paralelamente se produjo un desbordamiento de los defensores del Imperio español conocidos por integristas. En la noche del 9 de octubre el Teniente Gobernador de Manzanillo “…recogía rumores que en “Demajagua” se estaba concentrando gente”. (1) Así se llamaba el ingenio de Carlos Manuel de Céspedes donde se produjo el alzamiento. El Gobernador de inmediato movilizó a la guarnición local, a los peninsulares y a todos los que consideraba fieles a los que armó.

Acudieron a su llamado alrededor de un centenar de hombres. Informado de esta situación Céspedes desistió de su plan inicial de atacar Manzanillo y se dirigió a Yara. (2) Desde el primer hasta el último día el proceso independentista cubano chocó con la resistencia de los defensores del Imperio español. Este abarcaba una gran cantidad de individuos e instituciones de diferentes procedencias y de intereses, algunos antagónicos, pero todos unidos por un hilo común; preservar la permanencia de España en Cuba. Los inmigrantes españoles fueron una de las bases más importantes del integrismo. Todavía a principios del siglo XX, el poeta Regino Botti fue capaz de pulsar aquella añoranza por el poder español en algunas regiones. En viaje a Estados Unidos el buque que lo conducía atracó en dos puertos de la costa Norte del Oriente donde se sentían aquellas diferencias.

Escribió al respecto:

“Gibara no tiene el golpe de vista, el relumbrón de Baracoa; pero, si no es tan pintoresca, es más población, más limpia, más moderna, más suntuosa. Baracoa es mambisa Gibara española; en aquella se ven muchos sombreros de yarey, en ésta boinas; Baracoa suspira por la libertad cubana, Gibara llora sus cadenas perdidas; aquella es Cuba esta es Covadonga con más sangre española que la original, que la auténtica.” (3)

Los integristas a los ojos de los estudiosos de la isla parecen hechos para asesinar estudiantes de Medicina contra las paredes de un barracón de ingenieros cerca de la entrada de la Bahía de La Habana, ultimar mujeres y niños sorprendidos en algún campamento insurrecto, son especie de máquinas de la muerte sin rostro. El historiador cubano Francisco Pérez Guzmán, refiriéndose a la pasión que matiza muchos de los estudios sobre las guerras de independencia de la mayor de las Antillas afirmó que no pocos de estos: “…parecen estar escritos por algún miembro del Partido Revolucionario Cubano o del ejército mambí…”. (4)

Sin embargo, esos implacables enemigos, en esencia, eran gente propietaria de no pocos sueños como los inmigrantes canarios que llegaban de sus islas de aguas escasas. Una poetisa cubana que las visitó diría de la “obsesión de las gentes por el agua.” (5) Captó el panorama árido en algunas regiones de aquellas islas:

De súbito, el paisaje da la vuelta y cambia todo en derredor nuestro como arrancados de raíz han desaparecido en unos minutos los árboles y albercas. La hierba se hace mustia, las flores palidecen y acaban por desaparecer también dejando tan solo la piedra descarnada a ras de tierra. (6)

La artista hace una afirmación terrible que nos puede hacer entender el por qué de aquella sed: “Dicen que contemplando el monte de Nublo en Gran Canaria, Don Miguel de Unamuno, nunca propenso a ceder a asombro alguno, hubo de exclamar conturbado:

– Esto es una tempestad petrificada” (7)

Los sueños por el agua, por la hierba verde por el sembradío prospero se hace realidad en Cuba con: “…. aquellas posibles tres cosechas al año que le habían hablado los guajiros. Y aquellos esquejes clavados en tierra para sostener la alambrada de los cercados, que sin raíces ni otros propósitos que el dicho, a la vuelta de una semana florecían milagrosamente, crecían hasta hacerse pronto frondosos árboles, aquellas aguas abundantes por doquier, sin tener que extraerlas a pico y pala de la entraña de un risco…”. (8)

Bastaban una o dos semanas de navegación según el andar del buque, para entrar en aquel universo de aguas y arroyos, de bosques que no dejaban entrar los rayos del sol, de pastizales que parecían infinitos a ojos acostumbrados a vivir en isla reducidas.

Asturianos hastiados de sus minas sin sol, santanderinos agotados de andar por sus senderos de tantas montañas encuentra una geografía más generosa en la mayor de Las Antillas. Desde el día que tomaron la decisión de ir al Caribe se les despertó la ilusión de convertirse en ricos indianos. Así se les llamaba a los emigrados que se enriquecían en América Latina y regresaban a su tierra natal. Llevar la vida y la estampa que describe un intelectual español sobre los indianos era una callada esperanza de cada peninsular, balear o canario que llegaba a Cuba:

“Eran inconfundibles, orondos, sonriendo a diestro y siniestro, enseñando un puñado de dientes de oro que les iluminaban la boca y con sus leontinas, también de oro puro, colgándoles del chaleco descaradamente. Con el veguero entre los labios, bien machacado, babeado de gusto a punto de apagarse, y el jipijape cubano cubriéndoles la cabeza. Con las barrigas hinchadas como bombos de tanto arroz con frijoles y tanta yuca y quimbombó. Y es que la mayoría venía de Cubita la Bella que por aquel tiempo era la niña bonita de la emigración.” (9)

Los guajiros del Cauto soñaban con ser libres de tantos cobradores de impuestos, tantos funcionarios inútiles para los que el ingenio Demajagua no era la residencia de un poeta y traductor culto y sensible como Céspedes sino un destino para saquear legalmente. Un mambí en catarsis furiosa les pidió en una proclama: “volved a los áridos de Asturias y Cataluña”. (10) Aquel 10 de octubre fue también choque de ilusiones, de sueños de los emigrantes españoles de alcanzar riquezas y de los campesinos y terratenientes de esta Antilla de alcanzar dignidad. Fue como choque de trenes, de moles de acero que ponen a prueba su resistencia.

El más convencido de los independentistas y que desde muy joven sufrió en carne propia los excesos de los integristas fue quien reclamó un análisis objetivo sobre sus implacables enemigos. Refiriéndose al crimen abominable de los estudiantes de Medicina en noviembre de 1871 Jose Martí solicitó de la posteridad una condena pero un análisis de aquellas sangrientas pasiones:

En verdad, aquel crimen, concreción y estallido de fuerzas hasta entonces confusas, no tan claramente manifiestas, puede ser, y ha de ser, objeto de hondo estudio, en que se acomode el resultado sangriento a los agentes sordos, y de siglos, que se enconaron y revelaron en él. (11)

Hay un asunto demográfico y era qué peso tuvieron los integristas en la población cubana. En 1862 residían en Cuba unos 48 mil canarios y 67 mil 600 peninsulares y baleares. (12) En total sumaban unos 115 mil 600. Si tenemos en cuenta que el total de la población que era de un millón 426 mil 475 (13) nos encontraremos con más del 10 por ciento de los vecinos de la isla. (14) Además una parte significativa de ellos eran jóvenes varones por lo que en una contienda bélica tendrían un peso importante en el bando al que se inclinaran. Martí haría un retrato antológico de los intereses de estos al valorar las motivaciones que llevaron a los voluntarios a asesinar a los ocho estudiantes de medicina, en La Habana, en el crimen: “…tuvo su expresión culminante la ira del español bajo y logrero contra el criollo que le pone en peligro el usufructo privilegiado de la tierra donde vive en gozo y consideración que no conoció jamás en su aldea miserable o en su ciudad roída o pobretona.” (15)

Estos míseros habían conocido en esta isla antillana una vida que no era imaginable en la península: “Cada tendero defendía la tienda. Cada dependiente defendía el sueldo. Cada recién venido defendía la colocación del hermano o el primo por venir”. (16)

A estos debemos de sumar otros grupos como los descendientes de los inmigrantes de origen francés que se establecieron en el archipiélago, luego de la Revolución de Haití. Muchos de ellos lucharon con gran encono contra el independentismo. Además de una cantidad de cubanos que tomaron igual partido y militaron en los cuerpos auxiliares del Ejército español. Eran los llamados voluntarios criollos y contra guerrilleros. A ellos se refirió Carlos Manuel de Céspedes en un vibrante poema.

Los Traidores
No es posible, ¡por Dios!, que sean cubanos
Los que arrastrando servidumbre impía
Van al baile, a la valla y a la orgía
Insultando el dolor de sus hermanos (17)

No podía entenderlos cuando pensaba en su hijo Oscar del que prefirió su muerte que ceder a la petición colonial de cambiarle la vida por su traición.

Esos que veis a la cadena uncidos,
Lamiendo, ¡infames!, afrentoso yugo,
Son traidores sin patria envilecidos
Que halagan por temor a su verdugo:
Son aborto del Báratro profundo
Para afrentar la humanidad y el mundo. (18)

Además de las fuerzas armadas españolas que desataron su furia sobre la isla, los independentistas se enfrentaron a no pocos vecinos de la mayor de Las Antillas que combatieron por mantener el dominio español en la isla.

NOTAS

1.-Portuondo, Fernando, Estudios de Historia de Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973.p 41.
2.-Ibídem, p 55.

3.-Regino E. Botti, Harvardianas y otros saltos al norte, Editorial el Mar y la Montaña, Guantánamo, 2006, p. 30.

4.-Pedro Pablo Rodríguez, Radiografía de un historiador, En La Gaceta de Cuba Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, marzo abril, 2006, p 19.
5.-Dulce María Loynaz, Un verano en Tenerife, Editorial Letras Cubana, La Habana, 1994, p. 67.
6.-Ibídem p. 64.
7.-Ídem p. 64.
8.-Ibídem, p. 46.
9.-Los Indianos. Por Leocadio Machado, En Internet http://mgar.net/cuba/indianos.htm
10.-Proclama de Calixto García firmada en Las Cabezas el 1 de junio de 1870. En Antonio Pírala Criado, Antonio. Anales de la Guerra de Cuba. En tres volúmenes Imprenta F. González Rojas. Madrid, 1895-1898. Tomo 1. p 763.
11.-José Martí, La Revolución de 1868, Instituto del Libro, La Habana, 1968, p. 330
12.-Ismael Sarmiento Ramírez Cuba: Entre la opulencia y la pobreza, Agualarga editores S.L. Sin año de publicación. P. 45.
13.-Ibídem, p. 51.
14.-Sobre la cantidad de habitantes de la isla y el número de peninsulares, canarios y baleares existen diferentes cifras que varían según la fuente que consulta el autor. Los que todas coinciden en que la población de Cuba entre 1862 y 1868 era de alrededor de millón y medio de personas y que había una presencia significativa de aquellos inmigrantes. Por lo que al ofrecer esos números lo que queremos es referirnos a las proporciones, a las tendencias.
15.-José Martí, La Revolución de 1868, Obra citada, p. 329.
16.-Le Roy y Gálvez Luis Felipe “A cien años del fusilamiento de los Estudiantes”. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1971, p. 221.
17.-Carlos Manuel de Céspedes, Los traidores, Roberto Manzano, El bosque de los símbolos Patria y Poesía en Cuba. Editorial Letras Cubanas La Habana 2010. Tomo I . p. 487.
18.-Ibídem, pp. 487- 488.