Por el Ms. C. José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia
En la guerra de independencia de Cuba contra España tomó parte un grupo importante de extranjeros. Una característica de estos eran que tenían formación militar. No pocos de ellos tenían la experiencia de la Guerra Civil de los Estados Unidos, la lucha del pueblo mexicano contra el imperio de Maximiliano, en la Guerra de Restauracion Dominicana, e incluso en la Francoprusiana. Una parte significativa eran oficiales de ejércitos regulares. El aporte de todos ellos fue fundamental al tratar de establecer una disciplina militar y enseñar a los cubanos el arte militar.
El grupo que desempeñó un papel en extremo formidable fueron los dominicanos. Calixto García, uno de los mas exitosos Generales de las guerras de independencia, afirmó en su diario personal, el 13 de enero de 1874, que en:
(…) esta guerra la desgracia que todos los jefes venidos del extranjero hayan carecido de aptitud para nuestra clase especial de guerra y esto ha hecho que en el país gocen de poca simpatía. Debo empero exceptuar algunos, entre ellos a los dominicanos, que han sido verdaderamente nuestros maestros y que han hecho la guerra en Cuba con cuantos recursos le ha sugerido su inteligencia. (1)
Sin embargo, estos dominicanos, muchas veces, recibieron el rechazo de los insurrectos cubanos. El General dominicano Luis Marcano fue el hombre que desempeñó un papel fundamental en la consolidación de las fuerzas revolucionarias en los primeros meses de la guerra. Fue el artífice de la toma de Bayamo en octubre de 1868. Luego llevó a cabo importantes operaciones en el Sur de Oriente.
En diciembre de 1868 fue designado jefe de la división de Holguín. El 18 de marzo de 1869 los revolucioanrios holguineros lo destituyeron del mando de su región. Máximo Gómez designado, en agosto de 1869, jefe de Holguin también sufrió las indisciplinas de los holguineros. Gómez fue víctima de las desobediencias de los hombres y mujeres a los que defendía.
En los momentos en que el bravo dominicano se disponía a invadir el Occidente del archipiélago, en 1875, una revuelta regionalista de las tropas orientales lo dejó sin refuerzo para llevar a cabo tal empresa. Pero estas contradicciones no solo se dieron en Oriente. Máximo Gómez fue destituido del mando de Las Villas y prácticamente expulsado de ese territorio por los jefes locales. Con amargura expresaria: “…los villareños son ingobernables por jefes que no sean de Las Villas” (2). Otros jefes militares extranjeros sufrieron iguales quebrantos como el General estadounidense Thomás Jordán que llegó a ser jefe del Estado mayor de las fuerzas libertadoras. Producto de las contradicciones que tuvo con los mambises camagüeyanos se vio obligado a dejar el alto cargo que tenía y retornar a su país.
Si existe una espléndida historia de solidaridad con la causa de la independencia cubana de cientos de hombres que como afirma un historiador cubano eran almas sin fronteras hay otra más triste de revolucionarios atrapados en las estrechos límites de los intereses regionales.
La historiografía ha condenado tales indisciplinas, pero raramente ha tratado de comprenderlas. A estos caudillos regionales se les considera el grupo de los “malos” de la historia de las guerras de independencia de Cuba. Se les juzga como los culpables fundamentales de tales miserias del espíritu. Para estudiar el papel de los jefes extranjeros en las guerras de Cuba es necesario analizar las circunstancias que facilitaron una sobredimención de las fuerzas regionales.
En el caso particular de Máximo Gómez, por su relevante papel, tanto en la contienda del 68 y el 95, el estudio de esas contradicciones nos permitirá acercarnos con más objetividad a su biografía. Casi siempre en los análisis que se hacen sobre las muchas contradicciones que tuvo Máximo Gómez con los líderes regionales cubanos se destaca su mal carácter o las miserias espirituales y ambiciones de algunos jefes regionales cubanos. Menos se tiene en cuenta las características de la guerra de Cuba y lo que significó el regionalismo para sobrevivir. En fin escuchemos las razones de estos individuos demasiado apegados a su terruño y sus jefes locales.
El regionalismo en el desarrollo de la guerra de 1868 no fue solo el gusto o preferencia por una región en específico por el simple hecho de haber nacido o ser vecino de ella. Si no se convirtió en una urgente necesidad o mecanismo de sobrevivir. Es cierto que existe una añoranza por la Comarca natal. Un deseo de los vecinos de cada jurisdicción el de ser dirigidos por líderes coterráneos. Hay diversos ejemplos de esto. Por solo citar uno de los muchos en Holguín al ser destituido del mando de la división y detenido Julio Grave de Peralta, el líder local por Thomas Jordán se producen deserciones. Un testigo afirma que “Decían los hombres que no peleaban sino con Julio Peralta” (3).
Este interés estrecho por la comarca llegó a crear un regionalismo respecto a las expediciones que enviaba la emigración cubana del exterior. Sobre esto escribió Carlos Manuel de Céspedes, presidente de la República de Cuba en Armas: «Con la tendencia que hay a apoderarse cada uno de las expediciones, como si fueran propias, muchas dificultades había promovido éste al gobierno, no llegando dirigida a él, sino en particular a determinados jefes; pues éstos se habrían creído más autorizados por eso a disponer de todo a su antojo.” (4)
Esta es una parte del regionalismo de 1868 y que también ayudó a conformar una espiritualidad en estos hombres y mujeres que sentían un orgullo desmedido de su región.
No podemos simplificar los conceptos regionalistas de los revolucionarios de la guerra contra España de 1868 a 1878 viéndolo desde un esquematismo estrecho. Una buena parte de la elite política militar sabía que extender la guerra a otras comarcas les era favorable. Incluso, se mostraron partidarios de invadir otras regiones. Algunos realizaron un esfuerzo considerable para apoyar a los revolucionarios de otros territorios. Tomemos, por ejemplo, al General Julio Grave de Peralta, muy vinculado a Holguín. En el momento en que las fuerzas de Bayamo refugiadas en Tunas, ambas regiones limítrofes con Holguín, decidieron regresar a su territorio, en febrero de 1870. Julio Grave de Peralta esta consiente que los españoles al producirse esta operación: “… acudirán allí y nos sacaran alguna fuerza de esta…” (5)
El 31 de enero de 1870, Julio le escribió al General dominicano Modesto Díaz, jefe de los bayameses dislocados en Tunas, que: “… le agradeceré me avise cuando vaya ha hacer su entrada en aquella jurisdicción para ocupar con el mayor numero de fuerzas que pueda el camino de Holguín a Bayamo, pues creo seguro han de salir tropas de este para aquel punto á auxiliar aquella parte.” (6)
Pese a tales criterios y ejemplos Grave de Peralta siempre operó estrechamente vinculado a su región natal. Incluso alcanzó cierta fama de ser un individuo de pensamiento bastante regionalista. No es nuestro objetivo valorar el pensamiento y la acción de este revolucionario. El asunto es que fuera o no regionalista en su criterio personal este líder y la mayoría de ellos debían de adaptarse a las condiciones de la guerra. Esta estaba estrechamente ligada a la comarca.
Existen otros ejemplos del pensamiento y la acción de no pocos líderes que tuvieron una connotación regional pero que actuaron en ocasiones fuera de los límites de su comarca. El mas elocuente fue el envío de un contingente de orientales a Máximo Gómez, en esos momentos jefe de Camagüey para la invasión a Las Villas.
Los mambises realizaron movimientos entre las jurisdicciones que eran verdaderas invasiones. Calixto García en una proclama a los holguineros, el 6 de abril de 1872, les comenta sobre una de estas operaciones.
“Compatriotas:
Hace unos dos meses que nombrado interinamente Jefe de Operaciones de este Distrito por el Gobierno de la República vine con algunas de las aguerridas y gloriosas fuerzas de Cuba y Jiguaní a levantar otra vez nuestro espíritu” (7)
En este sentido es necesario también analizar el regionalismo, no tanto por el pensamiento o los criterios personales de estos líderes, sino por las circunstancias en que se desarrollaban las acciones de ellos y sus compromisos con los vecinos de determinadas comarcas. En especial por todo este entramado de familias e intereses locales que lo rodeaban.
Casi siempre al analizar el ejército libertador tomamos los parámetros inculcados en el ciudadano común sobre las normas de un ejército regular. No se ha realizado un estudio hasta el presente sobre los mecanismos mentales de estos soldados de fila que los llevaban desde una obediencia ciega y en ocasiones a cumplir órdenes temerarias hasta inesperados motines donde destituían desde presidentes hasta Generales. Nos detenemos en la frontera de ese gran desconocido de la historia cubana: el soldado de fila mambí.
Los estudios sobre el regionalismo debían de comenzar desde ese análisis de las posibilidades reales de cada región a enviar hombres a otro lugar, más que concentrarnos en lo que pensaban o dejaban de pensar determinadas figuras de la Guerra de 1868.
Cualquier movimiento de tropas, por un tiempo considerable fuera del territorio, era en extremo doloroso para las familias mambisas que residían en la zona de donde eran extraídas las fuerzas. No por un concepto abstracto de amor desmedido al terruño natal sino por las duras realidades de la guerra. Desde el inicio de la contienda quedaba en evidencia lo complejo que significaba trasladar fuerzas fuera de la región donde operaban.
Donato Mármol y Felix Figueredo, dos Generales insurrectos cubanos, en una carta, de 22 de marzo de 1869, dicen: “Jiguani hace pocos días ha sido teatro de algunas escenas terribles. Aprovechándose el enemigo de que nuestra columna se había alejado por tener que operar en otra parte, hizo varias salidas, en las cuales puso fuego a muchas casas, asesino a unos cuantos sitieros pacíficos…” (8)
Esta historia lamentable se repitió de nuevo en este mismo lugar cuando, en agosto de 1869, las tropas fueron enviadas a Holguín bajo el mando de Máximo Gómez: “… como después de la salida de Gómez á operar en Holguín quedara sin defensores la zona del Cautillo. Los Negros, Contramaestre y el Mogote, se verificaron las terribles carnicerías por las guerrillas capitaneadas por Lolo Benítez (…) en una de las excursiones por la Loma del Infierno entre Guisa y Cautillo, mataron a machetazos 26 mujeres, algunas embarazadas. (9)
La invasión a Guantánamo realizada, en 1871, por Máximo Gómez fue una de las operaciones mas exitosas pues según Céspedes: “Gómez ha dejado a Guantánamo en buen estado: los enemigos quedan a la defensiva y destruido casi todo ese centro de producción.” (10)
El intelectual y mambí Ignacio Mora hizo otro análisis sobre la invasión a Guantánamo. En esa ocasión el General dominicano llevó consigo a la mayoría de las tropas de la División Cuba. (11). El territorio defendido por esas tropas quedó prácticamente indefenso: “… tiene distraídas nuestras pocas fuerzas en ese lugar, dando ocasión á que guerrillas de 15 hombres recorran toda la prefectura de Palma Soriano, asesinen impunemente á los infelices que viven en sus ranchos, destruyen las labranzas y cometen cuanto excesos les inspira el odio, sin que nadie se oponga a sus tropelías, y no se oponen por falta de hombres, que los hay de sobra, sino por falta de armas. La imprevisión y mal calculo de Gómez con la invasión de Guantánamo, es la causa de que el enemigo se ría de nuestros planes…” (12)
Ignacio brinda diversos ejemplos de la impunidad con que actuaban las fuerzas enemigas en el referido territorio. Entre otros asesinaron a la madre y hermanos del Teniente Coronel Camilo Sánchez: “En fin han recorrido impunemente en toda esta parte de Río Arriba. Ni un solo tiro han recibido: todas las fuerzas se hallan en Guantánamo…” (13)
Mientras la correlación de fuerza fuera favorable a los enemigos de la Revolución no era pensable dedicar hombre y medios para llevar la guerra a otras comarcas de forma permanente o por largos periodos sin producir serios contratiempos en la región de donde se sacaran las fuerzas. Estas posibilidades de extraer tropas y defender al mismo tiempo la región esta muy vinculada a la demografía mambisa.
Un líder mambí al referirse a esta operación hacia un peculiar razonamiento: “Con poca gente como tenemos es una ilusión figurarse que podemos tomar la mitad del ejército para hacer una empresa de difícil ejecución”. (14)
Por lo que es necesario ver una empresa de ese tipo también desde el punto de vista de la capacidad del Ejército libertador. Los líderes regionales que entraron en contradicciones con Máximo Gómez se enfrentaban a una situación que no parecía tener solución. Si subordinaban sus intereses regionales a los nacionales como quería el General dominicano y trasladaban tropas a otras regiones podían dejar a los vecinos de sus comarcas indefensos ante las operaciones enemigas. Por otro lado si no subordinaban los intereses regionales a los nacionales era imposible ganar la guerra.
NOTAS
1.-Diario de Calixto García, Archivo personal de Juan Andrés Cué Badé, Santiago de Cuba.
2.-Yoel Cordoví Núñez. Máximo Gómez tras las huellas del Zanjón. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005, p 125.
3.-Ibídem, p 69.
4.-Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo. Carlos Manuel de Céspedes. Escritos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1982, p 156.
5.-Museo Provincial de Holguín, Fondo Julio Grave de Peralta, Libro copiador, número 1171, del 27 de febrero de 1870.
6.-Museo Provincial de Holguín, Fondo Julio Grave de Peralta, Libro copiador, Copia número 1035.
7.-En: ANC, Donativos y Remisiones, Legajo 157, núm. 46-14.
8.-Félix Figueredo Díaz. La Guerra de Cuba en 1878. La Protesta de Baraguá. Publicaciones del Consejo Científico. Número 56, Ministerio de Salud Pública, La Habana, 1973, p 111.
9.-Antonio Pirala. Anales de la Guerra de Cuba, Madrid F. González Rojas, 1895, t I, p 660.
10.-Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo. Carlos Manuel de Céspedes Escritos. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1982, t III, p 91.
11.-La división Cuba comprendía el territorio de la antigua jurisdicción de Santiago de Cuba.
12.-Nydia Sarabia. Ana Betancourt Agramonte. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1970, P 152.
13.-Ibídem, P 143.
14.-Ibídem, p 207.