José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia
Como ocurre con la mayoría de las ciudades y poblados cubanos los interesados en el pasado han tenido exquisito cuidado en estudiar sus años fundacionales. No pocas veces mas ligados a leyendas, tradiciones orales que a la posibilidad de una objetiva demostración documental; pues no todo se llevó al papel y la tinta y cuando se hizo, en ocasiones, tales manuscritos se perdieron o es posible que estén conservados en los archivos españoles, casi siempre inalcanzable para las modestas posibilidades de los estudiosos de esta isla.
Casi por regla los textos escritos giran en torno al conquistador o el colonizador hispano que fundó la Villa, que muchas veces le legó su apellido como ocurrió con Holguín.
En nuestro caso tiene la peculiaridad que García Holguín no fundó la ciudad, sino el hato donde muchos años después se creó esta. En este sentido hemos sido respetuosos con aquel hispano en esta hazaña de la memoria y también debemos de tener un momento de agradecimiento hacia algunos fundadores poco recordados.
No podemos olvidar los holguineros que tenemos una gran deuda con una ciudad cercana: Bayamo. Este territorio durante siglos fue parte de ese municipio. Se le llamaba la costa norte de Bayamo. Muchos de sus pobladores eran originarios de la vecina población. Deberíamos acercarnos a nuestros orígenes y dedicar un día o una tarja que conmemore esa relación secular.
Fue, por cierto, un alcalde bayamés el que dio el impulso inicial para la creación de esta plaza. Don Bartolomé Luis de Silva y Tamayo en uno de los recorridos que debía de hacer por las tierras de su jurisdicción comprendió las posibilidades que existían en esta región para fundar un caserío. Los vecinos vivían dispersos en este inmenso territorio. Debió de ser hombre, no solo de autoridad, sino propietario del don del convencimiento, pues logró que los futuros holguineros llegaran a la comprensión de la fundación del poblado.
Seguramente que influyó en la decisión de escoger este lugar todas sus ventajas por su situación. Bastante alejada de la costa para evitar o por lo menos dificultar la incursión de piratas y corsarios. Es cierto que ya en esta época estaban en franca decadencia, pero el océano es suficiente grande para que cualquier guerra, alteraciones y crisis los hiciera reverdecer. Pero tampoco estaba tan alejada de las costas para que no se beneficiara con las acciones marítimas que se desarrollarían en aquellas inmensas planicies acuosas.
El lugar escogido por su situación geográfica no podía ser mejor. Era aquel un pequeño valle de unos 12 kilómetros de extensión conocido como Cayo Llano. Estaba rodeado de pequeñas alturas la mayor de ella de 375 metros sobre el nivel del mar. (1)
Aunque desde antes vivían en esta zona algunos vecinos no podemos considerarlo como una población. Ya en 1704 en un mapa aparece la región con el nombre de Holguín (2). Siguiendo los caminos de la tradición se considera que la fundación del poblado se efectuó el 4 de abril de 1720 con una misa.
Otro asunto de lo que debíamos los holguineros agradecer y recordar es que al crearse la ciudad se hizo en una estructura regular en cuadrícula, según exigía la recopilación de las leyes de Indias de 1525, implantadas a apartar de 1647 y las ordenanzas de Cáceres promulgadas en La Habana en 1641 que rigieron en todos los pueblos de la isla y exigían el modelo romano para la fundación de pueblos. (3)
Gracias a eso tenemos esta ciudad, por lo menos en su parte colonial, con sus calles rectas, los bellos parques y en general el orden urbanístico que heredamos. Aunque muy trasformado en el siglo XX en los nuevos barrios creados. Hay otros vecinos a los que también es necesario un agradecimiento esencial que son los primeros habitantes de esta tierra.
Entre los que crearon esta ciudad, de seguro, que se encontraban no pocos de los que se han definido como indios aunque nada tenían que ver con la India. Quizás imposible hoy determinar el número de ellos y sus descendientes entre aquellos primeros holguineros. Pero recuerdo y homenaje mayor les corresponde a los africanos y descendientes. Los que llegaron bajo el yugo de la esclavitud y se convirtieron en grupo fundamental de nuestra nacionalidad. Las escasas fuentes disponibles de aquellos años fundacionales nos impiden determinar su número y menos su nombres. Los caminos de la isla pasan por África que ha dejado una huella fundamental junto con la cultura española en nuestro pasado y presente.
Todos parecen haber dado su aporte a la construcción de estas casas, calles y plazas que hoy conforma la ciudad de gente de orgullo sano y emprendedores.
Notas:
1—Angela Peña Obregón, Dos siglos de arquitectura, Ediciones Holguín, 2001 p. 11
2—Ídem.
3—Ibídem p. 13