Maceo, racismo y mambises

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

El Doctor en Ciencias Históricas y profesor de la Universidad de Oriente, Manuel Fernández Carcasés, tiene en su haber no pocas investigaciones sobre las guerras de independencia. Con mucha justicia es considerado como reconocido especialista de la figura del general Antonio Maceo. Esto se demuestra al leer su último libro: Antonio Maceo Grajales. Ensayo biográfico sucinto que se presentará en la Feria Internacional del Libro de La Habana, en 2022. Hemos elaborado algunas preguntas para el colega sobre un tema complejo, de viejas raíces en nuestra sociedad y todavía presentes en algunos vecinos de este hermoso Cocodrilo que reposa en el golfo de México: el racismo. En este caso nos remontamos a nuestras guerras de independencia y las visiones que se tenían desde esa época sobre el general Antonio Macero

Aunque el que Maceo  fuera designado Lugarteniente general y otros negros y mulatos alcanzaron altos cargos y grados en el ejército libertador, tiene la lectura de una superación de prejuicios, de que estos no habían calado con profundidad en una sociedad donde hasta 1886 existía la esclavitud, ¿qué opinas al respecto?

La designación de Maceo en Jimaguayú como Lugarteniente general del Ejército Libertador no creo que deba interpretarse como una superación de los prejuicios raciales. En realidad, ya a esas alturas era imposible ignorar el protagonismo de Maceo, y por tanto no les quedó otra opción. No obstante, el prejuicio racial contra Maceo y su hermano José, y por extensión contra toda la oficialidad negra y mulata, continuó. Los intentos anti patrióticos de procurar el fracaso de Maceo en occidente tienen una explicación clasista pero también racista. Cuando se boicotea una y otra vez el envío del segundo contingente invasor en apoyo a Maceo, cuando son pocas las expediciones que se dirigen a Pinar del Río para apoyar a Maceo, cuando se desconocen compromisos contraídos por Maceo para recaudar dinero en los inicios de la guerra del 95, cuando se obliga a José a realizar operaciones militares en condiciones desfavorables para después culparlo del fracaso, y cuando se conspira contra él para finalmente sustituirlo en el mando de Oriente por Calixto, el Consejo de Gobierno está demostrando que está infectado de un profundo racismo.

¿Crees que hubo un intento de disminuir su figura, su impacto?

Desde que Maceo comenzó a mostrarse como un militar de notable inteligencia para acometer acciones exitosas contra el enemigo, y más aún, cuando se manifestó también como un hombre capaz de asumir con acierto las encrucijadas políticas de la Revolución y desplegar un pensamiento profundo al respecto, comenzaron los intentos por disminuir su figura y, en consecuencia, su impacto. En las tres guerras por la independencia tuvo que enfrentarse a esos intentos, lo cual está recogido en su papelería y en los escritos de sus contemporáneos. Es decir, que en vida de Maceo ya se trataba de disminuirlo. Después, en la República burguesa, continuaron los intentos, y una de las vías utilizadas fue la de contraponerlo a Martí, presentarlo como uno de los principales antagonistas del Apóstol y de las ideas del Apóstol: Martí como el hombre de pensamiento republicano, Maceo como el militarista. Martí como hombre de ideas, Maceo como el hombre de la acción, ejecutor de lo que otros pensaron. En una Cuba donde los militares eran sinónimo de brutalidad, de represión sin límites y de crímenes, tildar a alguien de militarista implicaba, subliminalmente, asociarlo a la mafia castrense que constituyó, a lo largo del período 1902-1958, el verdadero poder.

Si a eso sumas la exaltación malsana que se hacía de su condición de negro, o mulato, en una República donde el racismo campeaba por su respeto, comprenderás cuan intencionada era la referencia al color de la piel.

¿Cómo se impuso su imagen como una figura nacional? ¿Qué significó en la lucha contra el racismo el tener una figura de sus dimensiones que era negro, de origen humilde y oriental?

A pesar de todo lo anterior, el pueblo, ese juez al que resulta difícil engañar todo el tiempo, enseguida lo puso en el sitio de sus preferencias, junto a Martí y Gómez. Maceo en vida, sobre todo en los últimos dos años de su existencia, que se corresponden con los de la Guerra del 95, ya era casi una leyenda. Sus subordinados lo adoraban, y a su paso muchos querían que, al menos, él los saludara. Así se recoge en los diarios de mambises y en otros documentos de la época. Cuando llega la invasión a Pinar del Río se multiplican las incorporaciones al Ejército Libertador, tal y como había acontecido en todas las regiones. Esta identificación del pueblo con el líder no se podía borrar, a pesar de los intentos de los que ya hablamos de disminuir su figura.

A nivel de la producción artística nacional se observa un interés por llevar su figura a las artes plásticas. El majestuoso monumento en el Malecón habanero, las obras pictóricas, sobre todo las de Hernández Giro y Menocal, y la infinidad de bustos en los parques de toda la República, también son muestra palpable de la positiva recepción de su personalidad en las generaciones sucesivas de cubanos.
Desde luego, las sociedades de negros y mulatos aprovecharon la condición de Maceo para erigirlo como su símbolo más poderoso en la lucha contra la discriminación. Las sociedades maceístas proliferaron en todo el país. Incluso los Independientes de Color lo tomaron como una de sus banderas, lo cual sin duda hubiera disgustado mucho al hombre que siempre fue abanderado del cumplimiento de las leyes y enemigo de todo cuanto dividiera a los cubanos. Pero lo cierto es que negros y mulatos, tanto en las guerras de independencia como en la República burguesa, encontraron en la figura de Maceo un asidero valioso en la argumentación de sus acciones antirracista.

Quiero que valores la figura de Antonio en la lucha contra el racismo o los prejuicios raciales, algo importante en estos momentos que hay un impacto en una parte de la sociedad de ese mal. ¿Qué utilidad tiene su figura en ese sentido?
En la gestión de la Comisión Aponte, instancia de la UNEAC creada para promover la lucha contra el racismo y la discriminación racial, resulta muy importante la exaltación del papel decisivo de los negros y mulatos en la conformación de la identidad nacional y en la lucha por la independencia, pues una de las maneras de restar credibilidad al racismo es demostrando que en la conformación de la Cuba que conocemos, los negros y mulatos no fueron segundos de nadie. Estuvieron a la par de blancos y asiáticos en cuanto evento político o sociocultural hubo en la Nación a lo largo de su historia. Es cierto que la esclavitud modeló entre muchos un pensamiento racista, que sobrevivió a la abolición de la esclavitud en 1886 y que llega a nuestros días a pesar de la política justiciera de la Revolución. También es cierto que hubo hombres que se opusieron al racismo y la discriminación racial, Martí y Maceo en primer lugar. Divulgar el pensamiento antirracista de ambos contribuirá a enfrentar ese mal en la actualidad. Explicar de manera convincente cuanto logró un hombre como Maceo —asediado casi constantemente por la discriminación—, en la lucha por la independencia, y como supo alzarse por encima de los prejuicios que contra él se alebrestaron, será muy útil en el enfrentamiento actual contra el racismo. Hacia ese empeño está encaminado mi libro.

Publicado en el sitio web de la UNEAC Link: Maceo, racismo y mambises – UNEAC

La utilidad de la poesía para matar y morir

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

La contienda del 68 la inició un poeta, la del 95 la organizó otro bardo, en la lucha contra la dictadura de Machado un poeta, Ruben Martínez Villena, ocupó lugar relevante y en el asalto al Moncada, momentos antes de emprender el camino hacia la fortaleza, un poeta dio lectura a un poema épico.

Hay una pregunta que flota en el aire y pocos se han hecho: ¿qué efecto tuvo en la multuitud de combatientes aquel cúmulo de poesía llamando a la guerra contra tiranos? ¿pasó ese impulso de ese puñado de espíritus sensibles de esos elegidos de la sensibilidad y caló en la gente común?

Se han realizado estudios sobre la poesía que llamaba a la guerra contra los tiranos. Pero es menos conocido como caló en el hombre y la mujer común tales arrebatos bélicos del espíritu.

El asunto nos llamó la atención e iniciamos una búsqueda que encontró una singular respuesta en el testimonio del insurrecto Horacio Ferrer. Nacido en Matanzas, estudiante de la Universidad de La Habana al estallar la contienda de 1895 se incorporó a las fuerzas libertadoras donde alcanzó el grado de Comandante. Escribió un largo testimonio sobre aquellos años de fuego, publicado en el siglo XX.

Obra bien escrita realiza interesantes análisis sobre los hombres y mujeres de la guerra de independencia y en las luchas políticas en la República contra tiranos y usurpadores del poder.

No nos acercamos a la obra de Ferrer para conocer sus muchos arranques de dignidad y de defensa de la patria. Este corajudo mambí nos dejó en su extenso libro un breve testimonio sobre el impacto que tuvo la poesía épica en la generación que hizo la guerra de 1895. El testimonio breve tiene una relevante importancia para los estudiosos de la poesía y, en especial, los que han defendido y encontrado el papel que tuvo en la formación del espíritu insurrecto y en su utilidad para matar y morir por Cuba Libre.

Ponemos a disposición del lector el testimonio de este mambí Horacio Ferrer.

“La simiente de amor a Cuba, sembrada en mi espíritu por mi madre durante mi niñez, germinó fácilmente en mi adolescencia al calor de las publicaciones de vehementes escritores, y fueron los poetas líricos los que primeramente me conmovieron. Tendría yo nueve años cuando cayeron en mis manos unos versos que circulaban clandestinamente; se trataba nada menos que del himno que inmortalizó a Perucho Figueredo, cuyo cuarto verso “que morir por la patria es vivir” era para mí la síntesis del himno fulgurante que convocaba a la pelea y señalaba la senda de la mayor gloria a que podía aspirar un cubano. Desde aquella temprana edad hasta los dieciocho años que contaba cuando estalló la guerra, aprendí de memoria muchas poesías que recitaba en reuniones de amigos; amé en Heredia tanto al genio inmortal que cantó Al Niágara como al patriota inmaculado y ferviente que añoraba morir en su Cuba adorada, y al recitar el Himno del Desterrado recalcaba con énfasis “que no en balde entre Cuba y España, tiende inmenso sus olas el mar”. Pero eran Miguel de Teurbe Tolón y El Hijo del Damují mis poetas predilectos; del primero veía en El Juramento la más alta expresión de la dignidad cubana y gustábame repetir con acento de firmeza el último terceto: “Primero mi verdugo sea mi mano, que merecer de un déspota insolente el perdón de ser libre y ser cubano”. Y sus versos A mi madre, ¡cuántas, cuántas veces llos recité adolorido en reuniones familiares! Y del segundo gustábame recitar su oda A Campodrón, alternándola con el Canto a España de Pedro Santacilia, que conmovía con sus vibrantes endecasílabos a la juventud de mi tiempo.”

“Ya en la Universidad la muchachada se reunía en el aula, y mientras esperábamos al profesor, comentábamos las composiciones del tomo de Los Poetas de la Guerra que acababa de publicarse en Nueva York. Panchito Fabré, culto y sentimental, presintiendo quizás su próximo sacrificio heroico, exclamaba: ¡Qué honor tan grande nos espera; combatir con las armas por la independencia de Cuba!

y morir cual valiente girondino

con un himno inmortal en la garganta!

Marcos Aguirre, fácil poeta y a la vez un Hércules de veinte años, daba un puñetazo sobre la mesa y rugía con Hurtado del Valle:

¡Guerra! Con justa saña

la voz de ¡guerra! Por los aires suba

y saque a los tiranos a campaña,

porque cada criollo que hay en Cuba

tiene un agravio que vengar de España!

Ramón Campuzano, delicado y tierno, recitaba El Combate de Báguanos, de Fernando Figueredo; otro repetía Vida mía, de Ramón Roa, y mi hermano Virgilio, lacónico y sentencioso, agregaba: Todo esto está muy bien; pero cuando llegue la hora es menester que no haya rezagados”. Y así pasábamos el tiempo esperando el profesor.

Por eso he dicho siempre que fueron nuestros poetas los que despertaron más tempranamente el espíritu bélico en la generación del 95.

Los discursos de nuestros grandes oradores y varios libros y artículos publicados en la pre-guerra completaron nuestra conciencia revolucionaria y dieron forma definida a nuestros ideales de libertad.”

Fuente: Horacio Ferrer, Con el rifle al hombro, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2002, pp. 10 y 11.

Publicado en el sitio web de la UNEAC Link: La utilidad de la poesía para matar y morir – UNEAC

Presentan valioso documento histórico en la UNEAC de Cienfuegos – UNEAC

El historiador Orlando García Martínez, presidente del Comité Provincial de la UNEAC en Cienfuegos, tuvo a su cargo las palabras de presentación de un relevante libro de carácter historiográfico: Gómez, Maceo y Martí: Sus discordias (2018), como parte de las acciones de la organización cultural de vanguardia en homenaje al Día del Historiador Cubano, a conmemorarse el próximo 1 de julio.

El título es de la autoría conjunta del Premio Nacional de Historia, José Abreu Cardet, y de sus colegas Ángela Peña Obregón y José Novoa Betancourt. Ha sido editado por el Fondo Editorial del Frente de Afirmación Hispanista, institución amiga de Cuba radicada en México.

El texto –publicado hace cuatro años– se vertebra de cuatro secciones, un apéndice, bibliografía e índice onomástico.
Gómez, Maceo y Martí: Sus discordias (2018) se acerca a los conflictos y disyuntivas afrontados por los tres líderes de la independencia nacional; si bien enfocado el asunto en perspectivas novedosas de análisis.

De acuerdo con el propio prefacio del volumen, los autores desandan caminos en busca de acercarse a las contradicciones a veces hirientes, en especial hacia Martí; al tiempo que procuran explicaciones y en ocasiones justifican “alguna acción humillante por el orgullo herido de alguno de aquellos hombres de corazón inmenso ().

Abreu Cardet, presente en la actividad, manifestó que las personas tienden a idealizar a determinados personajes del pasado, hasta tal punto que se olvida que fueron de carne y hueso; que eran humanos y cometían errores; que estaban sumidos como en la actualidad– a un estrés constante, por motivos distintos, pero hermanados por objetivos de interés común.

El especialista Orlando García Martínez señaló a nuestro portal de la UNEAC que son necesarias estas miradas poliédricas, las cuales hurgan y no dan por sentado, interiorizan y no asumen perspectivas conformadas, para llenar espacios en blanco de nuestro pretérito patrio: también en el orden emotivo y psicológico, que igual pudieron conducir en determinados momentos a la adopción de decisiones relevantes en el decurso histórico.

Publicado en el sitio web de la UNEAC

RAMIRO GUERRA Y LAS MALDITAS NOTAS A PIE DE PÁGINA

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

¿Por qué estudiar la Guerra Grande o de 1868? A los profesores de las academias militares de poco les sirve en una época en que las contiendas se deciden en bombardeos de aviones supersónicos y cohetes intercontinentales. Incluso si lo analizamos desde el punto de vista de las luchas irregulares, hay otras que despiertan más interés, como la de Vietnam, la de Colombia, para adiestrar a los ejércitos de las potencias. Pero aun así la Guerra Grande nos sigue atrayendo incluso hasta fascinarnos. ¿Por qué ese interés? La respuesta puede ser muy variada, pero lo cierto es que, después que leemos un texto o revisamos algunos documentos de aquellos acontecimientos, ya no podemos fugarnos de esa década.

Carlos Manuel de Céspedes, el iniciador de la contienda, ha sido considerado como el Padre de la Patria. Mientras la guerra, en una acertada definición de José Martí, es para los cubanos “Sagrada Madre Nuestra” [1] pese a lo terrible de aquellos años, a la mucha crueldad que ambos enemigos pusieron en práctica. Céspedes y la contienda del 68 tienen un trasfondo de buena familia. El estudioso o el simple diletante llega a ellos como el hijo que retorna al hogar luego de andar por el mundo. Allí siempre estará el amable padre de todo y esa madre que fue el inicio de una nación. Es como entrar a una sala de maternidad de un hospital, entre la sangre y el dolor está esa pequeña criatura que es el principio de todo. Nos acercamos con respeto e interrogantes a la vida que se inicia.

Ramiro Guerra Sánchez fue uno de los que quedó atrapado por aquella guerra. Incluso podemos decir que formó parte de ella. Aunque nació dos años después del fin de las acciones bélicas, en 1880, pero arrastró hasta el siglo XX lo grandioso de la epopeya. Para toda una generación cultivada no se podía hablar de aquella década sin pensar o mencionar al referido historiador.

Participantes en uno u otro bando o simples testigos elaboraron textos de diferente calidad, como testimonios u obras de análisis que parecían flotar en el ambiente cultural e intelectual de la Isla. Ramiro Guerra supo atrapar aquel conjunto de obras y las sintetizó en su libro de dos tomos La Guerra de los Diez Años, publicado en 1950.

Entró en una zona peligrosa de la historiografía, pues era un área del pasado muy estudiada además de muy polémica. Su libro alcanzó una gran relevancia que se fue incrementando en la medida en que la historia tomó dimensiones de institución en el gobierno durante los años sesenta del siglo pasado, en especial a partir del centenario del Diez de Octubre de 1868. En un país muy politizado, donde se definió una frontera de un antes y un después, se consideró tan importante la obra, que se le perdonó su sentido conservador en política y su apoyo al gobierno de Gerardo Machado y en general su activa vida en la llamada seudorrepública. Tuvo además un singular privilegio: se convirtió en un clásico. Aunque no se le leyera, se le tenía en las miles de bibliotecas personales que se fueron formando en el país al compás del interés que despertaban la historia y la posibilidad de obtener libros a bajo precio. En un ámbito historiográfico, con su libro ocurrió algo similar a lo de El Quijote, que muchos mencionan y pocos leen.

La Guerra de los Diez Años es un libro atractivo por su escritura, es una especie de diálogo con el lector, pero no creo que fue un libro popular en el sentido de que muchos lo leyeran, por su extensión, dos tomos de más de 400 páginas cada uno. Lo que sí, en un ámbito académico y universitario, alcanzó una gran demanda, en especial en la década del setenta cuando se conmemoraron los centenarios más significativos de la Guerra Grande, como la muerte de Agramonte o la Protesta de Baraguá. Se crearon incluso equipos de estudio entre la población, que elaboraban ponencias sobre esos acontecimientos. En las discusiones de aquellos breves estudios, por norma estaba presente algún tomo de su obra. Todo esto en medio de un espíritu heroico y bélico al compás de las misiones internacionalistas en Angola y Etiopía.

Fue el libro por el que la mayoría de los actuales historiadores y profesores de historia, por lo menos a los que realmente les interesaba la materia, aprendieron sobre aquel proceso. Deslumbró a toda una generación. Pero en la medida en que avanzaban los estudios históricos, actualmente varias universidades imparten la carrera de historia además de los institutos pedagógicos. Las editoriales han abierto las puertas anchas a los textos de esa especialidad. Incluso existen editoras especializadas en obras de carácter histórico.

Los dos inmensos tomos tenían una vida muy tranquila y prestigio asegurado cuando los estudiantes y los académicos chocaron con las malditas notas a pie de página. Prácticamente todas las del texto de Guerra de los Diez Años son de libros. Apenas hay una cita tomada de un archivo y, por cierto, no señala la fuente: tan solo afirma que es el diario de Céspedes, por lo que es de pensar que fue el primer diario. Esto redujo el aprecio que se tenía por el autor. En especial a partir de algunos momentos de una revisión de conceptos establecidos y que arrestados investigadores han puesto en tela de juicio, como la supuesta desaparición del aborigen o la inexistencia de la familia esclava.

Para los que nos iniciamos en los análisis de esa contienda con su obra y lo seguimos fielmente por años tratando de resolver nuestras dudas en sus páginas, fue un momento triste que tuvimos que aceptar. Quizás para algunos se convirtió en un libro más y perdió la magia con que nos acercamos a él en los años sesenta y setenta. Se convirtió en un libro que es necesario leer, pero que no es indispensable en el criterio de algunos.

Pero, ante esa crítica, podemos argumentar con sentido común que en un libro de síntesis es permitido explotar tales fuentes hasta todos los extremos. Pero, sobre todo, hay una palabra salvadora: estamos ante un gran ensayo, quizás uno de los ensayos más acabados escrito en la primera mitad de aquel siglo XX. Es cierto que hay una inmensa información detallada que no es muy común en ese tipo de obra. Pero la organización y utilización de la misma y el cúmulo de ideas novedosas para la época e, incluso, algunas no superadas todavía, nos sitúa en el sendero de ese tipo de obra. La relación de la demografía, las características geográficas y rasgos culturales comunes de los que participaron en aquella gesta es un asunto muy novedoso. La utilización de mapas, como él hizo, no era frecuente en los libros de historia.

Sigue siendo un texto orientador, se puede tener una idea de la contienda en su conjunto, pese a que hay un considerable desbalance entre su final y su inicio. Dedica el primer tomo al año 1868 y a 1869 fundamentalmente. Incluso en el segundo tomo también se le puede señalar cierto desbalance.

La obra nos gana por sus análisis mesurados en momentos en que el estudio de algunas figuras de nuestro pasado se acerca a una especie de hagiografía, digamos, científica. Guerra Sánchez trata de ser lo más objetivo posible. Incluso hasta con los defensores del imperio desdeña la pasión con que siempre se les trata y los incluye en un lenguaje abarcador y en el que se siente la separación del tiempo. En un momento en que las contiendas de independencia estaban bastante cercanas a él, vale la pena releerlo, en estos tiempos cuando no pocos estudiosos se atrincheran junto a generales y patricios o regiones históricas convertidos en ídolos intocables.

Ramiro Guerra nos seguirá acompañando más allá de las pasiones momentáneas. No se puede pensar en la Guerra Grande sin tener en cuenta su libro.

Notas:
[1] Instituto de Historia de Cuba, Las luchas por la Independencia Nacional y las transformaciones estructurales 1868- 1898, Editora Política, La Habana, 1996, p. 151.

Publicado en La Jiribilla revista cultural cubana link: Ramiro Guerra y las malditas notas a pie de página – La Jiribilla

Regresamos, luego de la pausa

Retomar las metas, proyectos, sufrir la evaluaciones, jaranear con amigos, encontrase una pareja o solo romancear platónicamente, eso es volver a la escuela.

Con la misma expectativa que dejaron las aulas hace apenas unos pocos días, regresan los educandos este 5 de septiembre a sus centros educativos para reiniciar el Curso Escolar Cuba 2021-2022.

La Enseñanza Artística en Holguín reinició la presente etapa lectiva con mucha alegría, al decir de su subdirectora provincial, Bárbara Yarruhs, contando con un claustro y consejo de dirección completos en cuanto a plantilla laboral se refiere.

Más de 650 estudiantes regresan al encuentro con el conocimiento convocado para la ocasión de forma atípica por motivos de la pandemia de Covid-19, que obligó a modificar el presente periodo lectivo con una pausa durante el mes de agosto, luego de iniciar en marzo pasado, y para culminar el próximo 19 de noviembre.

“Las condiciones indispensables para hacer un buen fin de curso están garantizadas, al igual que toda la alimentación, base material de vida, estudios y especializada”, asegura la Subdirectora de Enseñanza Artística perteneciente a la Dirección Provincial de Cultura en Holguín.

“Hace alrededor de 10 días entraron unos accesorios necesarios para los instrumentos, se afinaron además todos los pianos de la enseñanza, así como los instrumentos de vientos, por lo que este debe ser un reinicio muy fructífero y un final de curso exitoso”, acota Yarruhs.

La presente etapa lectiva y su estrecho periodo de tiempo-en comparación con sus homólogos de años precedentes-, obligó a tomar medidas en cuanto al sistema evaluativo, por tal motivo se han regulado los trabajos de control parcial y en muchas de las asignaturas que habían dos, se redujo a uno, aunque “se mantiene un seguimiento con actividades de control sistemáticas para llegar al examen final que se realizará a finales de octubre e inicios de noviembre”.

El próximo curso, 2022-23 iniciaría el 28 de noviembre y se extenderá hasta el mes de julio de 2023, para posteriormente, ya en septiembre del propio año, comenzar con un calendario normal, como los precedentes a la Covid-19, o sea, el curso 2023-2024.

Por su parte, en nuestra provincia, los estudiantes que se gradúan de 4to año, asisten durante esta etapa a la escuela para actividades específicas, como la “práctica de conjunto”, pero ya concluyeron su periodo de estudios y, muchos de ellos-al decir de Yarruhs-, en la especialidad de danza y música por ejemplo, se han incorporado a las instituciones culturales donde van a ser ubicados: “como parte de un convenio entre la escuela y la compañía o institución están asistiendo, durante el tiempo que debían estar en las aulas, a esas instituciones donde se nutren de nuevos conocimientos de la especificidad donde van a trabajar, pero con el seguimiento de la escuela, por ejemplo así está la Banda Provincial de Conciertos, la Orquesta Sinfónica o la Compañía de Danza Contemporánea Codanza”.

La Escuela Elemental de Arte Raúl Gómez García, la Escuela Profesional de Música José María Ochoa, la Academia Profesional de Artes Plásticas El Alba y la Universidad de las Artes (ISA), devienen en los centros que integran la enseñanza artística en el nororiente cubano, donde se preparan los futuros talentos de varias provincias del oriente cubano.

EL GENERAL, EL LIBRO Y LA ENVIDIA

Por José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

Entre libros publicados del general mambí Enrique Collazo Tejada uno de los más conocidos, utilizados y citados es Desde Yara hasta el Zanjón. Su impacto en los estudios de la Guerra Grande solo es comparable a La Revolución de Yara, de Fernando Figueredo Socarrás y al Diario de campaña de Máximo Gómez. Por lo menos ese es el criterio que forjé de mi época de estudiante en los años setenta del siglo XX. Emprendí una búsqueda en la memoria de varios colegas y la mayoría confirmaron mi criterio sobre Enrique Collazo. La historiadora Maricelis Torres Guerrero, en una comunicación personal, me afirma que la ilustre profesora de la Universidad de Oriente, María Nelsa Trincado, tenía en muy alta estima el mencionado libro. Era cita obligatoria en sus apasionantes clases sobre la guerra de independencia.

En esos años dábamos por sentado que todo lo que decían los testimonios de los insurrectos era cierto. Ponerlos en duda era algo así como ocupar una plaza en las contraguerrillas hispanas o el cuerpo de voluntarios.

La historiografía actual, sin dejar ese sentido hagiográfico que tiene, al referirse a los personajes del campo mambí de la Guerra Grande, se ha hecho otras preguntas sobre esos testimonios. Basta leer en ese sentido Encrucijada de la guerra prolongada, de Jorge Ibarra.

Sin embargo, el texto Cuba Heroica, de la autoría de Collazo, ha corrido otra suerte. No se le ha considerado entre los libros indispensables de la historiografía de la Guerra Grande, ni en general del proceso independentista. Hay una nueva generación para la que la interpretación de la documentación alcanza mayor relevancia. Historiadores para los que son más significativas las fuentes primarias que las secundarias.

En mi primera lectura de Cuba Heroica sentí cierta desilusión. Esa acumulación de epígrafes relativamente breves que lo integran y se pueden leer independientes unos de otros, en ocasiones, sin mucha hilvanación, desasía la admiración por Collazo que formé luego de leer Desde Yara hasta el Zanjón. Ese pasar de un capítulo que parecía testimonio personal a otro que se acercaba más a la reconstrucción histórica me desencantaron. Incluso en ocasiones me llegó cierto sentido de que alargaba algunos capítulos para llenar hojas, algo muy común en los historiadores, que en no pocas ocasiones una parte significativa de las páginas de nuestros textos sobran. Uno imagina que un general mambí no tiene que recurrir a un método tan burdo para darse importancia.

Cuba Heroica nos acerca a la frontera de la duda, pues es demasiado abarcador, desarrolla temas tan distantes de él como la toma de La Habana por los ingleses o la captura de Las Tunas. Es como una síntesis histórica del archipiélago cubano. El desarrollo historiográfico cubano, en el siglo XX, con verdaderos monstruos de la investigación, ha disminuido considerablemente el texto de Collazo a los ojos de un lector con cierto conocimiento de la historia de la Isla. En la medida en que se desarrolla la historiografía al paso de los años es de pensar que el referido libro irá perdiendo espacio como síntesis histórica.

Lo que sí es un libro del presente de su época. Collazo vivió la gran frustración de su generación que, luego de tres décadas de sacrificios, había desembocado en una especie de protectorado estadounidense y, como ha afirmado Carmen Almodóvar Muñoz:

El historiador pretende elevar la moral de sus compatriotas en un crucial momento histórico; quiere que las nuevas generaciones conozcan la labor desarrollada por el Ejército Libertador y por los ilustres patriotas que habían proporcionado a Cuba numerosos laureles durante el período revolucionario en el que se inspiraba un clima de libertad en el campo insurrecto.

En este sentido el libro deja a un lado su papel de recreación intelectual del pasado y ocupa un espacio activo protestando por la independencia no alcanzada. En cierta forma el libro es como un combate insurrecto. Tiene olor más que a pólvora a indignación por la soberanía no lograda.

Una de las características de la obra de Collazo es que trató de entender a sus coterráneos. A diferencia de la mayoría de los testimoniantes insurrectos que se concentraron en explicar el desarrollo de los acontecimientos, de las acciones militares o las tendencias políticas dentro del independentismo, Collazo intentó hacer un acercamiento digamos social y hasta sicológico al cubano que llevó a cabo aquella épica.

Cuba Heroica es un libro del presente de su época”.

Nadie como él logró atrapar la forma de pensar y actuar del insurrecto de octubre de 1868 y lo expresó en un párrafo de escasas líneas y de indiscutible belleza en su libro Desde Yara hasta el Zanjón:

Dado el modo de ser del pueblo cubano y las aptitudes de los iniciadores, el movimiento en su principio tuvo mucho de una algarada de gente alegre que se lanzaba inconsciente a un peligro desconocido, con la esperanza de su poca duración. Creyendo celebrar alegremente la primera noche buena entre gritos de alegría y libertad.

En Cuba Heroica dedica dos epígrafes a mostrarnos las cualidades y defectos de sus contemporáneos “Como somos” y “Carácter cubano”. En el primero intenta revelarnos lo que él considera unas características generales del cubano al decirnos que: “Es el pueblo cubano de índole pacífica y tranquilo; amante de su tierra y de sus costumbres, y a pesar de que su clima le incita a la indolencia, es trabajador, sobrio, duro para la fatiga y el trabajo”. Resalta las cualidades como guerrero de ese hombre en el texto.

Otro asunto que enfrenta el libro de Collazo en estos momentos es la globalización que ha abierto el conocimiento, pero al mismo tiempo ha ido reduciendo la sabiduría regional. “En un pasado, Charco Redondo le decía mucho a no pocos vecinos de esta Isla que hoy se pierde en un mar de información que, en ocasiones, nos permite conocer más del Tibet que del oriente de la Isla antillana”. Es pensar que el texto pierde mucho en esa descarga cerrada que nos hace de lugares muy locales, pero en cierta medida lo salva esa argumentación de pasiones y decisiones. Sus relatos sobre el coraje y la cobardía, la traición y la fidelidad son universales y poco importa el escenario, pueden ser comprendidas por un hombre actual aunque no sepa dónde quedan Charco Redondo, Bijarú u otros lugares de combate.

En nuestro criterio los epígrafes más interesantes y de valor son los que se refieren a acontecimientos en los que él participó personalmente, que fueron muchos. Queremos hacer una breve valoración de algunos de los que tienen esa característica. No vamos a analizar los hechos que narra sino más bien intentar, desde temas muy particulares, encontrar generalizaciones que nos muestren los verdaderos valores del libro para los estudios del pasado. Utilizaremos los epígrafes titulados “Holguín”, “En marcha”, “Albricias” y “El gobierno”. En ellos nos da sus versiones sobre la ofensiva española en el inverno de 1869 en la jurisdicción de Holguín. Inspirados en esos textos y sobre todo motivados por sus descripciones épicas, la desesperación de aquella tropa, prácticamente desarmada ante un enemigo superior, hicimos una investigación a finales de la década del ochenta del siglo XX, que publicamos en 1990 con el título de La Campaña desconocida de Máximo Gómez Báez. (Holguín 1869 1870)

La investigación nos permitió ver con más claridad Cuba Heroica, pues consultamos documentos de los mambises y los españoles. El primer asunto es que Collazo se fuga de ese narrar de lo que vio y escuchó, como es bastante usual en este tipo de obras donde el autor se concentra en sus vivencias personales y raramente enmarca los criterios más allá de los disparos que hizo o le hicieron.

Collazo nos da una visión sobre los planes españoles en líneas breves y precisas cargadas de emotividad, pues conoció la crueldad de los colonialistas y el valor de los mambises. Además identifica la región donde se desarrollan los acontecimientos; da una serie de características de la jurisdicción como la existencia en ella de una población pro-española, nos comenta que: “La parte norte de la jurisdicción, es decir, el territorio entre Gibara y Holguín, era netamente español pues la gente del campo en su mayoría eran isleños e hijos de ellos eran feroces guerrilleros”. Luego de esta descripción Collazo nos refiere el desarrollo de la contienda y los bruscos cambios. Utiliza términos muy precisos con gran ahorro de palabra para referirse a la situación de la comarca antes de la ofensiva colonialista, nos dice que era: “virgen de guerra la población numerosa de nada carecía”. Luego todo cambió desfavorablemente con la llegada de la marea enemiga. El nos detalla lo terrible que fue esto en especial para las familias.

Collazo da una semblanza muy acertada del líder local de más arraigo, Julio Grave de Peralta, que: “conocido y querido por todos, había sido demasiado indulgente con sus amigos que habían abusado de él”. El asunto es que la mayoría de sus oficiales y parte de sus soldados eran sus amigos o por lo menos conocidos, en no pocos casos parientes. La disciplina implantada por el jefe holguinero era bastante peculiar: “…los hombres permanecían en sus casas y solo se agrupaban en los momentos en que había que combatir”. Estas pinceladas de Collazo son aplicables a todas las regiones de Cuba donde estalló la guerra de 1868.

Al mismo tiempo retrata a la contrapartida de ese soldado criollo sacrificado pero dado al abandono de tácticas y disciplina militar. Los jefes extranjeros que combatieron en las filas libertadoras y trataron de cambiar esa situación fueron muy mal vistos. Al referirse a Máximo Gómez, designado, en agosto de 1869, jefe de Holguín nos dice: “La noticia de la llegada del general Gómez no fue bien recibida. Mientras Grave de Peralta era muy querido, todo lo contrario del general dominicano que por sus primeras medidas contra algunos jefes de la localidad, dejó de ser tratado amablemente”

Collazo reflejó en una sorprendente síntesis las tácticas del enemigo: iban ocupando casi todas las fincas con pequeños campamentos que eran sostenidos y aprovisionados por columnas volantes. Con palabras de poeta, en forma breve pero precisa, casi cinematográfica, nos dice el éxito de aquella forma de combatir: “hubo días en que la tropa resolló sobre el Cuartel General”. Sobre la efectividad de esta táctica agrega Collazo que “cruzar la línea de campamentos era peligroso, y la comunicación con el gobierno era difícil. El gobierno se encontraba en Tunas, del otro lado de esta línea militar”.

Su descripción sobre el estado de desespero a que los llevó la ofensiva enemiga parece un cuadro de Eugenio Delacroix:

El agua era mala y escasa, la comida no teníamos tiempo para buscarla; los cartuchos se hacían con cápsulas que los soldados dejaban caer sobre el camino.

Así nos sostuvimos cerca de un mes; pero nos encontrábamos mejor; a pesar de lo extremado de la situación, no había habido ni una sola defección, ni un presentado; se habían ido los débiles o cobarde, quedaban allí los puros, los resueltos a morir; se estableció la confianza y se afirmó la revolución.

Collazo resume la esencia de algunos combates como los asaltos a poblados del que nos dice de un ataque a un caserío español: “… saqueó en parte, no pudiendo tomarse el fuerte”. Este tipo de acciones se caracterizaban por aislar a la guarnición en sus fortines y depredar almacenes y casas en busca de vituallas.

Collazo describe otras acciones consideradas entonces de gran relieve como la de Bijarú, prácticamente olvidado hoy, donde nos dice que: “El general español Morales de los Ríos, que con una fuerte columna llegó a Bijarú, además de ser batido en el trayecto, sufrió un serio descalabro a su llegada a ese punto, el que tuvo que abandonar con rapidez”. Refleja lo que sería uno de los problemas más serios; “el parque empezó a escasear”.

Collazo deja testimonios de las familias y lo que significaban en las operaciones: “…nos batíamos a todas horas; abrumados, además, por el sinnúmero de familias que buscaban el amparo de nuestras fuerzas”.

Nos dibuja con claridad lo que significaba un presentado: “se habían iniciado las presentaciones al enemigo. Cada presentado era un nuevo práctico para las tropas españolas; la cobardía y la traición se habían desarrollado grandemente. La situación era en extremo desesperada pues: se dio caso, varias veces, de pasarse avanzadas enteras”. En este puñado de páginas Collazo resume como pocos los momentos desgarradores del enfrentamiento a la ofensiva de Valmaseda por los orientales. Estas descripciones de acontecimientos de los que fue partícipe, testigo o recogió el testimonio de primera mano de los participantes, es lo que hace necesaria la lectura del texto Cuba Heroica para el interesado en el pasado. Podrá ese lector encontrar mejores análisis en las obras de historiadores posteriores sobre acontecimiento a los que Collazo se acercó como intelectual, separados de ellos en el tiempo, conocidos por documentos o libros. Pero lo que sí es indispensable son esos relatos de la hazaña épica que él va dejando a través del libro.

Un asunto del que Collazo parece ser maestro es la utilización de epígrafes breves. Esos pequeños textos que conforman Cuba Heroica se pueden leer independientes entre sí, pero al mismo tiempo forman parte de una obra mayor. En cierta forma logró lo que la mayoría de los historiadores actuales no hemos alcanzado. Nuestras obras tienen que ser leídas en conjunto para ser entendidas. Escribimos cada vez libros con más páginas, con capítulos más extensos para un público reducido, un lector especializado en un tema o con gusto para la historia y sobre todo con tiempo para leer largas obras. Un lector cada vez más escaso.

Pese a mis encuentros y desencuentros con el general Collazo siento envidia por esa forma de narrar, pues se adelantó a su época y escribió libros que debíamos haber elaborado los historiadores de mi generación, en especial el que le hace estos comentarios, para no sentir la envidia que me despierta la lectura de Cuba Heroica, pasión nada sana que le revelo a usted como mi mayor secreto

Publicado en La Jiribilla revista cultural cubana link: El general, el libro y la envidia – La Jiribilla

HOLGUÍN: LOS ORÍGENES

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

Holguín: un momento de agradecimiento

Como ocurre con la mayoría de las ciudades y poblados cubanos, los interesados en el pasado han tenido exquisito cuidado en estudiar sus años fundacionales. No pocas veces más ligados a leyendas, tradiciones orales, que a la posibilidad de una objetiva demostración documental; pues no todo se llevó al papel y la tinta y, cuando se hizo, en ocasiones, tales manuscritos se perdieron o es posible que estén conservados en los archivos españoles, casi siempre inalcanzables para las modestas posibilidades de los estudiosos de esta Isla.

Casi por regla, los textos escritos giran en torno al conquistador o el colonizador hispano que fundó la Villa, que muchas veces le legó su apellido como ocurrió con Holguín.

En nuestro caso tiene la peculiaridad que García Holguín no fundó la ciudad, sino el hato donde muchos años después se creó esta. En este sentido, hemos sido respetuosos con aquel hispano en esta hazaña de la memoria. En este 300 aniversario de la fundación de la ciudad en el 2020, debemos tener un momento de agradecimiento hacia algunos fundadores poco recordados.

No podemos olvidar los holguineros que tenemos una gran deuda con una ciudad cercana: Bayamo. Este territorio durante siglos fue parte de ese municipio. Se le llamaba la costa norte de Bayamo. Muchos de sus pobladores eran originarios de la vecina población. Deberíamos acercarnos a nuestros orígenes y dedicar un día o una tarja que conmemore esa relación secular.

Fue, por cierto, un alcalde bayamés, el que dio el impulso inicial para la creación de esta plaza. Don Bartolomé Luis de Silva y Tamayo, en uno de los recorridos que debía hacer por las tierras de su jurisdicción, comprendió las posibilidades que existían en esta región para fundar un caserío. Los vecinos vivían dispersos en este inmenso territorio. Debió ser hombre no solo de autoridad, sino propietario del don del convencimiento, pues logró que los futuros holguineros llegaran a la comprensión de la fundación del poblado.

Seguramente influyeron en la decisión de escoger este lugar, todas las ventajas que presentaba por su situación. Bastante alejada de la costa para evitar, o por lo menos dificultar, la incursión de piratas y corsarios. Es cierto que ya en esta época estaban en franca decadencia, pero el océano es suficientemente grande para que cualquier guerra, alteraciones y crisis los hiciera reverdecer. Pero tampoco estaba tan alejada de estas para que no se beneficiara con las acciones marítimas que se desarrollarían en aquellas inmensas planicies acuosas.

El lugar escogido por su situación geográfica no podía ser mejor. Era aquel un pequeño valle de unos 12 kilómetros de extensión conocido como Cayo Llano. Estaba rodeado de pequeñas alturas, la mayor de ella de 375 metros sobre el nivel del mar.[1]

Aunque desde antes vivían en esta zona algunos vecinos, no podemos considerarlo como una población. Ya en 1704 aparece en un mapa la región con el nombre de Holguín.[2] Siguiendo los caminos de la tradición, se considera que la fundación del poblado se efectuó el 4 de abril de 1720 con una misa.

Otro asunto que debíamos los holguineros agradecer y recordar es que, al crearse la ciudad, se hizo en una estructura regular, en cuadrícula, según exigía la recopilación de las leyes de Indias de 1525, implantadas a partir de 1647, y las ordenanzas de Cáceres promulgadas en La Habana en 1641, las cuales rigieron en todos los pueblos de la Isla y exigían el modelo romano para la fundación de pueblos.[3]

Gracias a eso tenemos esta ciudad, por lo menos en su parte colonial, con sus calles rectas, los bellos parques y, en general, el orden urbanístico que heredamos. Aunque muy trasformado en el siglo XX en los nuevos barrios creados. Hay otros vecinos a los que también debemos un agradecimiento esencial: los primeros habitantes de esta tierra. El historiador Minervino Ochoa Carballosa hizo un análisis, en un texto aún inédito, del que nos autorizó a citar un fragmento y que, por medio de la definición del nombre que se le ha dado a aquellos primeros vecinos, nos sitúa en un grupo que ha evolucionado y ya no podemos llamar aborígenes:

“En este caso, se acepta la denominación de indios para diferenciarlos de los aborígenes que habitaban el archipiélago cubano antes de la llegada de los europeos y mantenían una pureza cultural. Ya estos habían perdido la castidad ante el embate, no solo guerrero, sino también cultural del europeo.

“En general, son los que mantienen vivo su origen étnico durante la etapa llamada de contacto y transculturación. Sus reminiscencias históricas se localizan hasta el siglo XVIII en la región holguinera”. Entre los que crearon esta ciudad, de seguro, se encontraban no pocos de los que el colega define como indios. Quizás imposible hoy determinar el número de ellos y sus descendientes entre aquellos primeros holguineros. Pero recuerdo y homenaje mayor les corresponde a los africanos y descendientes, los que llegaron bajo el yugo de la esclavitud y se convirtieron en grupo fundamental de nuestra nacionalidad. Las escasas fuentes disponibles de aquellos años fundacionales nos impiden determinar su número y menos su nombre. Los caminos de la Isla pasan por África, que ha dejado una huella fundamental, junto con la cultura española, en nuestro pasado y presente.

Todos parecen haber dado su aporte a la construcción de estas casas, calles y plazas que hoy conforman la ciudad de gente de orgullo sano y emprendedor.

Fundación de la ciudad de Holguín

La fundación de la ciudad de Holguín fue un proceso largo que se inició, prácticamente, con la conquista de la Isla y el establecimiento de los primeros españoles en el territorio del norte de Oriente. Bartolomé Bastidia fue uno de los primeros pobladores del territorio donde se fundara la ciudad muchos años después.

Luego vendió sus propiedades y la encomienda a Diego de Lorenzana y a García Holguín. Este último le dio nombre al territorio. La vida de García Holguín está más relacionada, respecto a su vinculación con la ciudad, con la leyenda que con la realidad. De Cuba se trasladó a México y tuvo un papel importante en la conquista del imperio azteca. En medio del despoblamiento de la isla de Cuba, los primeros colonizadores eran atraídos por la riqueza del continente. García Holguín retornó a su hato y dejó familia que lo heredó a su muerte. Por lo menos esto afirma la historiografía local.

Este es uno de los temas más debatidos por los historiadores. La suerte de este conquistador en nuestro criterio es poco importante, pues su aporte más significativo fue el de su apellido, con el cual se bautizó el territorio. Quizás también dio el primer sustento a la añoranza de los vecinos de esta tierra cuando, por diversas razones, se vieron obligados a emigrar dentro o fuera de la Isla. En caso de ser cierto su retorno, fue una fidelidad gigantesca, si tenemos en cuenta que cambió las esplendorosas tierras mexicanas con todas sus riquezas por su mísero hato cubano.

El territorio de lo que luego fue la ciudad y jurisdicción de Holguín, quedó enmarcado en el municipio de Bayamo. Tierras altas de Maniabón o costa norte de Bayamo fue llamado. El lento poblamiento de vecinos, llegados posiblemente de Bayamo, así como de aborígenes y algunos africanos, fue ocupando paulatinamente estas tierras. Ya en 1719 los vecinos de la región sumaban unos 450. La ganadería y luego el cultivo del tabaco, serían los principales renglones de la economía local. Se conformaron algunos caseríos insignificantes. En uno de ellos, el de Managuaco, se fundó una ermita, según la tradición, el 5 de octubre de 1692.

La construcción de esta ermita demuestra la existencia de una población de cierta relevancia en los parámetros de la época, que requería la atención de la iglesia. Los holguineros soñaban con la construcción de un pueblo.

Fue un bayamés, Bartolomé de Silva y Tamayo, alcalde ordinario de Bayamo, en una de las visitas a la que estaba obligado a realizar periódicamente al territorio bajo su jurisdicción, quien convenció a un grupo de vecinos para que formaran una población. Para esto se escogió el lugar donde actualmente se encuentra la ciudad. No existe una fecha exacta de la construcción del pueblo. Según el historiador José Novoa Betancourt, entre los años 1717 y 1719, se produjo la mudada y construcción del pueblo; mientras que en 1720 se oficializó este. En 1726 el caserío contaba con una iglesia y sesenta casas de guano, las que podían albergar alrededor de 300 personas.

El gobernador del departamento oriental aprobó en 1726 que se instituyera el cargo de teniente de justicia y capitán de guerra. En 1752 Holguín se constituyó en municipio. En aquellos momentos, en las tierras que estaban bajo la jurisdicción del municipio, residían 1291 personas. La ciudad irá creciendo paulatinamente hasta terminar convertida en una de las más pobladas de la Isla.

La ciudad en una Mesopotamia

Holguín es conocida como La Ciudad Cubana de los Parques: “Estos espacios urbanos están indisolublemente ligados al desarrollo histórico y social de la urbe, al extremo de afirmarse que la historia de Holguín es la de sus plazas”.[4] Aunque también podía llamarse la ciudad en una Mesopotamia. La población se formó entre dos ríos que parecen intentar abrazarla.

El valle de colinas suaves que dejan espacios suficientes para futuros caminos, fue la primera señal que debieron recibir quienes se iniciaban en el tránsito de conquistadores a colonizadores, en el siglo XVI cubano. Había llegado García Holguín en épocas tempranas, y luego de muchos avatares en el Nuevo Mundo, iba a establecer su hato en aquella tierra de tanto verdor que cansaba la vista. De seguro que entre tanto árbol no distinguió los ríos hasta que ya tropezó con la humedad. Lo atravesaron sin dificultad, pues había vado suficiente para ello. Fue exploración inicial hasta que descubrieron que se encontraban rodeados de agua. Estaban en una verdadera Mesopotamia. Aquellos ríos sin nombre fueron bautizados como Fernando e Isabel, recordando a los reyes españoles que habían apoyado la empresa del descubrimiento. Rodeado de indios y de seguro de otros hispanos, García Holguín inició el establecimiento de su hato. La tradición, más que la demostración histórica, sitúa el acontecimiento el 4 de abril de 1545.

El agua, que siempre ha sido difícil en la región, fue asunto de seguro a tener en cuenta a la hora de elegir un territorio para fundar la población en las primeras décadas del siglo XVIII. Se le llamó Holguín. No podía haber mejor asiento para el futuro desarrollo demográfico que el espacio sólido entre los dos ríos. Mucha llanura para trazar calles rectas y bastante agua para satisfacer la gran sed de la civilización.

La ciudad de Holguín, desde aquellos momentos, quedaría estrechamente ligada a ambos ríos. Muy pronto comenzaron a ser incluidos en la vida común. Los nombres resultaban demasiado lejanos para esta gente de acá que, paulatinamente, comenzaron a olvidar la península. Una decisión que hoy es anónima renovó el bautizo. Marañón fue designado uno de aquellos riachuelos, siguiendo el criterio de esos árboles frutales que debieron crecer en algunas de sus márgenes. Al otro se le designó como Jigüe, personaje de la mitología africana. De esa forma se incluía por decisión popular a esa cultura tan importante para el cubano.

Los ríos eran los límites lejanos de la población. La ciudad crecía despacio como si temiera llegar a aquellas fronteras húmedas de su feudo. Se situó el cementerio del otro lado del Jigüe. Traspasar los ríos era sinónimo de lo distante. Del otro lado del Marañón debía ser símbolo de lo desconocido para los más cautos en el andar. Los vados se mostraban demasiados inseguros en tiempo de lluvia, por lo que se recurrió a los puentes. Rústicos y de madera inicialmente, de arcadas y de materiales más sólidos los que los sustituyeron. La ciudad comenzó a rebasar los límites del río.

Las calles que morían en la hierba y las arboledas fueron avanzando paulatinamente hasta situar sus extremas vanguardias en los ríos. Luego fue el salto de la ciudad, que incursionó en las otras márgenes. La ciudad, que había vivido en buena armonía con los ríos, se volvió glotona. Sus vecinos comenzaron a construir sus casas muy cerca de las márgenes. Era como si no se quisiera dejar los marcos de la Mesopotamia. Por último, los más arriesgados arrinconaron a los arroyos nobles ocupando sus desagües naturales. En ocasiones el Jigüe y el Marañón llegan reclamando lo que justamente es de ellos. Pero en lugar de prados por donde se fuguen sus aguas, encuentra muros, puertas, ventanas, techos… Las aguas sorprendidas por el inesperado descubrimiento realizan una protesta salvaje, penetrando por cuanta rendija encuentran a su paso, confiscando muebles y televisores, radios y refrigeradores que van aguas abajo en demostración de que la naturaleza tiene fronteras inviolables Pero luego los ríos vuelven a su cauce. Se recogen sobre sí con cierta timidez, no siempre comprendida. Los vecinos de la ciudad, como si quisieran vengarse de sus furias, los han convertido en cloaca abominable. Viven los ríos muy tristes. Los nobles que brindaron sus aguas y frescuras a sus vecinos y que han hecho esta tierra fértil para que cada patio conserve un breve esbozo de bosque, han sido ofendidos y humillados en su esencia.

Hoy la ciudad necesita no ir a los tiempos iniciales de tanta furia humana, sino retomar el sentido de la civilización de convivir con la naturaleza, y hacer del Jigüe y el Marañón lo que fueron y deben ser los viejos amigos de la ciudad.

Bibliografía:
Mayra San Miguel. Hernel Pérez y José Novoa Betancourt, Síntesis Histórica Municipal de Holguín, Ediciones Holguín, Editora Historia, La Habana, 2010.

José Novoa Betancourt: Contribución a la Historia colonial de Holguín 1752-1823, Ediciones Holguín, 2001.

Referencias:

[1] Ángela Peña Obregón: Dos siglos de arquitectura, Ediciones Holguín, 2001, p. 11.

[2] Ídem.

[3] Ibídem. p. 13.

[4] Ángela Peña Obregón: La ciudad de los parques, Ediciones Holguín, 2016, p. 9.

Publicado en La Jiribilla revista cultural cubana link: Holguín: los orígenes – La Jiribilla

Interacción: simbiosis de arte

Cuando los esfuerzos se unen para concebir proyectos que vinculan dos o más manifestaciones artísticas el resultado comúnmente no puede ser otro que no sea positivo.

“Interacción” es la propuesta del reconocido productor musical holguinero Dj Arte, o Artemio Vigueras, el cual encuentra cita cada cierto tiempo en el Centro Provincial de Artes Plásticas de Holguín.

La céntrica esquina de la Ciudad de los parques devino en la tarde noche de este sábado 3 de septiembre, en espacio propicio para el disfrute de buena música de tendencia actual, en simbiosis con las artes visuales.

Lidisbelis Carmenate Díaz, graduada de Artes Plásticas de la Academia El Alba y coorganizadora del proyecto, destaca que en él convergen algunos “colegas”, quienes en su mayoría trabajan el soporte digital con video arte.

Cuatro presentaciones suma la naciente propuesta, devenida en una invitación a los artistas para unirse al espacio: “La primera vez se hizo en la sala pequeña del propio Centro de Arte, donde participaron de forma casual, informal, los creadores, a través de un diálogo ameno y fructífero”, asegura Carmenate.

Mostrar más allá de la galería, del espacio cerrado, el trabajo del artista, para atraer al público, a través de esa simbiosis de varias manifestaciones, con esencialmente el video, fue el objetivo de la presentación de este sábado, ofrecida a los transeúntes y a quienes disfrutan de un rato en el Parque Calixto García.

Hace varios meses se gestiona la propuesta, con varias presentaciones precedentes y que por estos días coincidió con el cierre de la etapa estival. Guillermo Marsuvo, artista argentino, Frank Lahera, de Santiago de Cuba, y Juan Carlos Domínguez, son algunos de los creadores que han transitado por el espacio, de conjunto con la buena música de su anfitrión, Dj Arte.

Como una opción diferente y atractiva surge “Interacción”, que a pesar de no contar aún con una fecha fija, casi siempre se realiza cada uno o dos meses en el propio Centro de Arte; desde ahora el llamado a las autoridades competentes para que los holguineros puedan disfrutar de la simbiosis del buen arte justo mientras comparten con su familia y amigos en ese espacio indispensable para los nacidos en el nororiente, el Parque Calixto García y sus alrededores.

Carlos Manuel de Céspedes, análisis de su poesía, de lo regional a lo cosmopolita

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

El regionalismo jugó un papel muy importante en las guerras de independencia de Cuba. Primero fue un factor de unidad, pues agrupó a los vecinos de las diferentes comarcas que se sublevaron alrededor de sus líderes.

Pero cuando fue necesario ver la guerra como un asunto de todo el país el regionalismo fue desastroso pues muchos no querían salir de sus comarcas lo que debilitaba al Ejército Libertador.

Territorios como el de Tunas, Bayamo, Camagüey entre otros se caracterizaron por fuerte amor de sus vecinos al terruño natal. Holguín no fue una excepción. Aquí apoyaron movimientos donde el regionalismo y el caudillismo eran importantes como Lagunas de Varona, Santa Rita, incluso se creó un cantón independiente que se separó de la República de Cuba mambisa.

El regionalismo ha sido analizado desde diferentes puntos de vista. Pero en este caso queremos ver como se reflejó ese amor por el terruño natal en la poesía. Hemos tomado los poemas de Carlos Manuel de Céspedes, para tratar de entender ese fenómeno tan importante en el pasado cubano.

Una de las figuras más complejas de la guerra de 1868 es Carlos Manuel de Céspedes, estamos ante un hombre que podríamos considerarlo de ideas cosmopolitas, de un accionar universal pero también encuadrarlo en los mecanismos mentales de los caudillos de las llanuras del Cauto. La mayoría de los altos oficiales del Ejército Libertador, al inicio de la guerra, pertenecían a antiguas familias. Tan solo en Bayamo y Puerto Príncipe, de un estudio realizado con 27 de los generales y coroneles que se alzaron en 1868 de sus antepasados de dos de ellos llegaron en el siglo XVI, de diecisiete en el siglo XVII, de seis en el siglo XVIII y de dos a principios del XIX. (1) Esto le creaba un vínculo muy estrecho con las regiones donde se habían establecido estas estirpes. La familia de Céspedes pertenecía a este exclusivo club de la élite. Por la parte del padre residían en Bayamo desde la primera mitad del siglo XVII. (2) Había un profundo orgullo de haber nacido en estas comarcas. Uno de estos futuros generales insurrectos del oriente de la isla le expresaba a un amigo en 1856:

[…] ofrecí escribirle algo sobre las costumbres de los campesinos de este país que usted desea tanto conocer, y cuando digo este país no crea que hablo de nuestra isla de Cuba en general, no: yo trato de la comarca que ocupa la gran faja de tierra entre los rios Yara y Jibacoa. (3)

Gente para los que parece que fuera de estos vastos herbazales, que han ido creciendo al impulso de los ricos sedimentos dejados por el Cauto, el mayor de los ríos cubanos, no existe otro universo. Se pulsa en ellos ese orgullo que Céspedes llevó al papel al escribir en respuesta a unos pobres diablos que azuzados por la envidia lo despreciaron por Guajiro: “[…] yo tengo a mucho honor haberme criado en los campos menos esclavos de Cuba.” (4) En su poesía Céspedes refleja ese orgullo.

Los accidentes geográficos de su región natal en su criterio no tienen comparación con los de otros lares. No parece existir río más hermoso sobre la tierra que el Cauto al que en vibrante poesía describió:

Al Cauto.
Naces ¡oh Cauto!, en empinadas lomas
bello, desciendes por el valle ufano,
saltas y bulles, juguetón, lozano,
peinando lirios y regando aromas

Luego, el arranque fervoroso domas,
y, hondo, lento, callado, por el llano
te vas a sumergir en el Océano;
tu nombre pierdes y sus aguas tomas. (5)

Incluso en la presurosa corriente de aquel río se tiende a resumir todos los sentidos de la vida humana, pues según el poeta:

Así es el hombre. Entre caricias nace;
Risueño, el mundo al goce le convida;
Todo es amor y movimiento y vida

Mas el tiempo sus ímpetus deshace,
y, grave, serio silencioso, umbrío,
baja y se esconde en el sepulcro frio. (6)

Céspedes se siente tan impresionado ante el pico Turquino, como Heredia en su momento ante las cataratas del Niágara. Al igual que aquel también debió de hacer un desesperado llamado a su musa y bien podía iniciar su poesía con similares versos a los de Heredia:

Dadme mi Lira dádmela que siento
En mi alma estremecida y agitada
Arder la inspiración (7)

Escribió una poesía que tituló “Al pie del monte Turquino” en la que nos sitúa ante el caminante que, inesperadamente, ha chocado con la mole gigantesca de piedra y tierra que empequeñece la condición humana;
Cuando contemplo tu elevada cumbre,
soberbio monte, levantarse al cielo;
cuando miro tu mole y pesadumbre,
tu enorme base y nebuloso velo,
y las corrientes límpidas de plata
que tu seno basáltico desata;

cuando miro tu larga cabellera
de altos pinos mecerse en el espacio,
y hender audaces la celeste esfera,
coronados de zafir y topacio
y que ilumina tu gallarda frente
el lucero del alba refulgente;

entonces en pensamientos encontrados
me confundo a la vez, terrible monte,
y sólo ven mis ojos apagados
tu sombra oscurecer el horizonte,
tu, gigante, que alzas la cabeza,
y es pequeña a tus pies toda grandeza. (8)

Hay cierto orgullo porque en su tierra natal se encuentra una montaña de tales proporciones que al contemplarla reduce la condición humana.
Edificios de su tierra natal como la Torre de Zarragoitía dejaron huella en la sensibilidad, en su visión regional que siempre lo acompañó. Esta residencia está situada en el extremo suroeste de la ciudad de Bayamo y tomó su nombre de su último propietario Ignacio Zarragoitía de quien “Varias leyendas circulaban en torno a esta persona, que aparece rodeado de un halo de misterio, al igual que la propia torre”. (9) En una sobredimensión de la imaginación a los ojos de Céspedes el inmueble inscribe su estructura en la mitología que rodean las ciudades antiguas y en un breve poema que le dedica parece compararlo con Notre Dame o a la Abadía de Battle.

Yo no pregunto, derrocada torre,
cuál fue tu suerte en tus primeros día;
mas cuando por tus salas, ya vacías,
como un blando gemido, el viento corre,

el velo del pasado se descorre
formas revisten tus cenizas frías,
aun resuena el rumor de las orgías,
un suspiro aun tus bóvedas recorre. (10)

La hacienda ganadera, el sitio de labranza, el bohío del guajiro, está en sus bocanadas de sensibilidad y que él registra en un momento de desgarramiento y reconocimiento a sus raíces que lo aleja de los “halagos del suicidio.” (11)

Halléla en los ganados que bramando
se acercan al aprisco perezosos;
halléla en los guajiros cabalgando
sobre potros indómitos fogosos, (12)

Con poca modestia pero mucha verdad nos dice de su vida en los campos, de las planicies del valle del Cauto: “Aunque soy tan buen jinete como el mejor sportman del Jockey Club, pues me he educado sobre el caballo a la manera de los tártaros cabalgando por las inmensas sabanas de la isla de Cuba… (13) Aunque Céspedes estaba orgulloso de su tierra natal y en especial del oriente de la isla pero hombre de dimensiones universales fue capaz de superar esos límites y convertirse en una figura fundamental en la historia de Cuba.

NOTAS
1-Jorge Ibarra Cuesta: Marx y los Historiadores Ante la hacienda y la plantación esclavista Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2008, pp. 291 a la 299.
2–Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo. Carlos Manuel de Céspedes. Escritos, Editora de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, t I, p 11.
3–Pedro Figueredo “Excursión a la gran sabana de Yara” en la Piragua, La Habana, 1856, p 55-6 76-8, 102-6. Citado por Jorge Ibarra. Regionalismo y Esclavitud Patriarcal en los Departamentos Oriental y Central de Cuba En Revista Anales del Caribe. Centro de Estudios del Caribe. Casa de las Américas, Número 6, 1986, p 30.
4–Ibídem. p. 22.
5–Fredo Arias de la Canal, Céspedes Padre de la Patria cubana sus apóstoles, Frente de Afirmación Hispanista. A.C. México, 2008. p. 3.
6–Ídem
7–José Fornaris, Joaquín Lorenzo Luaces, Cuba poética, Edición Facsimilar, Frente de Afirmación Hispanista. A.C. México, 2018. p 24.
8–Fredo Arias de la Canal, ob. cit. p. 5.
9–Ludín Fonseca García, Bayamo: toma, posesión y quema (1868 1869) Dionisio Novel e Ibáñez, Fernando Figueredo Socarrás, Antonio Miguel Alcover Beltrán, Ediciones Bayamo, 2013, P. 72.
10–Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo, Carlos Manuel de Céspedes: escritos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1982, tomo I, p. 401.
11– Ibídem. p. 406.
12–Ibídem. , p. 407.
13–Ibídem. p. 455

La familia del casquito

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

Entre 1957 y 1958 se llevó a cabo en Cuba una intensa lucha guerrillera contra la tiranía de Fulgencio Batista. La historiografía ha estudiado aquellos acontecimientos dedicándoles numerosos libros.

Pero hay un camino abandonado y es la participación de la mujer y la familia en general en la guerra. Se han realizados estudios sobre las féminas que combatieron en el lado rebelde pero las esposas, las madres, las hijas de los revolucionarios que no marcharon a las guerrillas o a las células clandestinas son menos conocidas. Tampoco las mujeres que no tuvieron una militancia política en uno u otro bando han tomado boleto en ese tren del olvido.

Las menos recordadas de todas fueron las que integraron las familias de los represores. Las esposas, amantes y novias de los militares tal parece que no existieron en aquellos años cruentos. El pueblo llamaba a estos soldados “casquitos”, en especial a los incorporados por medio del Servicio Militar Emergente para enfrentar el desarrollo de la lucha revolucionaria. No pocos militares llevaron con ellos a sus esposas a los poblados donde estaban dislocadas sus unidades. Estas, de pronto, se vieron inmersas en el universo bélico. ¿Fueron simples espectadoras, siguieron a sus hombres y aceptaron sumisamente la decisión del varón o realmente tenían un criterio político? Para tal pregunta no tenemos respuesta y a estas alturas, es difícil encontrarla.

Se dieron casos que las esposas de militares ante un ataque se refugiaron en los cuarteles. En el poblado de Alto Songo uno de los puntos elegidos por el ejército para la defensa fue el ayuntamiento. Las mujeres de algunos soldados, con sus hijos los acompañaron. En el combate los rebeldes incendiaron el edificio: “Una nota dramática se unía al suceso: en el edificio se encontraban varios familiares de los empecinados defensores incluidos mujeres y niños, situación que los rebeldes desconocían. La evacuación hubo que realizarla desde el tercer piso, utilizando unas sogas como improvisadas escaleras, ya que las llamas impedían la salida por la vía normal.” (1)

Otro ejemplo se dio en de Sagua de Tánamo cuando la guarnición fue sometida a un largo sitio por los rebeldes en diciembre de 1958. En los últimos días del combate un grupo de soldados lograron escapar hacia los campos cercanos. El objetivo era intentar llegar hasta Cayo Mambí controlado por el ejército, la esposa de uno de uno los militares los acompañó, la mujer y el grupo fueron capturados. (2) Mientras en Imías, en la zona de Baracoa la esposa de un militar se refugió en el cuartel durante el ataque rebelde. Fue herida y capturada por los guerrilleros, la atendieron como pudieron pero sin recursos la llevaron a la base naval y la dejaron en una de las puertas con una veintena de soldados heridos y solicitaron que fueran atendidos en uno de los hospitales de esa instalación militar. Tan solo la mujer y un herido muy grave fueron admitidos en un hospital de la base. Los otros fueron abandonados por las autoridades de la base bajo el sol hasta que en una fragata de la Marina de Guerra Cubana los trasportaron a Santiago de Cuba.

Pero hasta donde sabemos estos fueron casos excepcionales, lo más común era que las mujeres de los militares cuando los rebeldes sitiaban la guarnición donde estaban estos trataran de mediar para que sus esposo cesaran la resistencia. Quizás por su condición de madres, tenían más sentido común y se dejaron aturdir menos por consignas y senderos políticos que engatusaron a sus hombres. Mucho antes que sus belicosos maridos, ellas se dieron cuenta que la dictadura se desplomaba.

Durante el ataque a la guarnición de Cueto (3) entre el 8 y el 9 de noviembre de 1958 se dio una situación que se repetiría en otros lugares. Varios militares tenían familiares en el poblado, por lo que esposas y madres de algunos sitiados se brindaron para tratar de convencer a sus seres queridos para que cesaran en la resistencia. El jefe de las fuerzas rebeldes narró en estos términos aquellas negociaciones:

“En esas condiciones varias mujeres esposas y madres de soldados, se acercaron a nuestros combatientes para que les permitieran llegar al lugar donde estaban atrincherados y pedirles que se rindieran. Las autorizamos y hasta cierto punto aquello ablandó a los batistianos. A esa importante y humana labor se unió un comerciante que tenía su establecimiento al lado del edificio donde el enemigo estaba atrincherado” (4)

Los mediadores intentaron acercarse al cuartel pero los soldados dispararon sobre sus cabezas para dispersarlos, estos insistieron y varias madres y esposas hablaron por medio de un altoparlante pidiendo la rendición a sus parientes. Se organizó una nueva manifestación de familiares de los soldados. El jefe batistiano aceptó entrar en conversaciones para la rendición. La que se produjo horas después.

En el sitio de Sagua de Tánamo unas mujeres de militares pidieron permiso para llevarles comida a sus maridos. Un oficial rebelde “…le plantea a las mujeres que si están dispuestas a llevar un mensaje al jefe de las garitas. Una de ellas, esposa del sargento Carbonell se ofrece…” La mujer llevo la carta. Las buenas intenciones de esta mujer no se cumplieron. Los soldados que defendían esas posiciones llamadas garitas, aceptaron una tregua que aprovecharon para escapar asesinando a dos guerrilleros. (5) La mayoría fueron capturados poco después.

El cuartel de Báguanos fue atacado en la noche del 31 de diciembre de 1958 por las tropas rebeldes. Sobre las ocho de la mañana del siguiente día enterados los atacantes de la fuga del tirano se lo comunicaron a los atacados. Los soldados no creían la noticia por lo que. “… se envió a una joven, esposa de uno de ellos, con un mensaje para su jefe, en el cual se explicaba la situación. La muchacha regreso informando que no creían en la noticia, por lo que se le volvió enviar, pero esta vez con un radio, para que ellos mismos la escucharan.” (6)

La guarnición continuó combatiendo hasta las 5 de la tarde en que se rindieron. Durante el desarrollo de la guerra si el marido fallecía en el combate estas mujeres quedaban en una gran indefensión. Casi siempre el salario del militar era la única entrada en el hogar. Residían en poblados reducidos, de escasas posibilidades laborales para una mujer. Aunque el ejército cuando se producía el fallecimiento de uno de sus integrantes en acción llevaba a cabo una indagatoria con los familiares más allegados del infortunado para saber sus necesidades. Desconocemos si cumplían las promesas que le realizaban a la viuda o la madre del desdichado militar. Sabemos de una mujer cuyo esposo fue capturado en un combate, hizo un desesperado esfuerzo para recibir ayuda del ejército. Le escribió al jefe de las fuerzas armadas:

Sra. Ramona Rodríguez
Esposa del Soldado Emiliano de Diego
CACOCUM, Prov de Oriente
Cacocum, Oriente, Junio 4 de 1958
Al Mayor General
Sr. Francisco Tabernilla y Dolz
Mayor General en Jefe del Estado Mayor Conjunto
Ciudad Militar
Respetable Mayor General:

Con vuestra benevolencia por Ud. tengo el honor de tomarme la facultades de escribirle a Ud. estas líneas porque la situación que atravieso tristemente me encuentro desesperada y desamparada.

Soy la esposa del Soldado Emiliano de Diego destacado en el Escuadrón 71 del Regimiento 7 CALIXTO GARCIA de Holguín y el estando destacado en el Puesto de la Guardia Rural de MIR, Oriente fue sorprendido dicho Puesto el 31 de Marzo por los Rebeldes.

Desde esa fecha no he tenido noticias ninguna y me he dirigido al Regimiento haber si es posible se me facilite parte del sueldo de mi esposo ya que no tengo recursos de ninguna clase pues mi esposo era el ÚNICO sostén que tengo para mí y mis dos pequeños niños y hasta esta fecha nada me ha resuelto el Regimiento, y como hasta mi han llegado rumores que se quiere juzgar a mi esposo por cobardía yo sabiendo como son las cosas me dirijo a Ud. para aclarar que nada de esto es cierto, pues testigos presenciales saben que fueron cogidos a traición y en estas condiciones no es posible defenderse y yo viendo tanta injusticia que tras de verse prisionero también según rumores o decires lo piensan juzgar por otra causa injusta.

No teniendo consuelo en estos momentos y sufriendo por todos lados ya que como repito el único que contaba era con lo que el ganaba y al no tenerlo a el considere la situación económica estoy pasando y espero se me atienda en esta suplica que es justicia que pido y las versiones o rumores espero sean falsas para tranquilidad mía y honor de mi esposo que ha sido siempre fiel y antiguo soldado del Ejército del cual vivía orgulloso y satisfecho.

Por todo lo expuesto a Ud. suplico muy encarecida y respetuosamente se me atienda a mi triste situación y en honor al prestigio de mi esposo como pundonoroso militar.

Sin mas y en espera de sus noticias, quedo de Ud muy respetuosamente su amiga y S.S:S.-
Sra. Ramona Rodríguez de Diego
CACOCUM, Oriente. (7)
El general Tabernilla solicitó el criterio del jefe del Regimiento 7 al que estaba subordinado el esposo de Ramona.
16 de Junio de 1958
General en Jefe
Francisco Tabernilla y Dolz, MMNP
Jefe del Estado Mayor Conjunto
Cuartel Cabo Parrado.
Ciudad Militar.

Mi Querido Jefe y amigo:

Acorde con la carta de fecha 4 del actual, que le ha dirigido la SRA RAMONA RODRIGUEZ, esposa del SOLDADO EMILIANO D DIEGO, del Escuadrón 71 de la Guardia Rural, que fue prisionero, por los forajidos que atacaron el Cuartel de Mir, tengo el honor de informarle lo siguiente:

En el informe emitido por el Teniente Cor. Julio Diez y Díaz, MMP,(8) en relación con el caso que nos ocupa, dicho Oficial Superior participa, que el soldado Emiliano D Diego, junto con el Jefe del Puesto, son los mayores responsables de la destrucción de dicho Cuartel por el primero o sea el Soldado Diego, que cubriendo su turno de imaginaria (9)y teniendo en su poder la mejor armas del Puesto, en lugar de repeler la agresión, como era su deber, a los primeros disparos de los atacantes, hubo de gritar, “NO ME TIREN QUE SOY BUENA GENTE, palabras estas, que fueron oídas por un Soldado de apellido Rosales, y sin hacer un solo disparo, caminó desde la puerta hacia donde estaban los forajidos, entregándose a los mismos, habiendo cometido con esto un delito de cobardía, toda vez que de repeler la agresión, hubiera dado tiempo a que sus compañeros se prepararan para la defensa, pudiendo quizás, si hasta evitar la destrucción del Cuartel, y aun mas rechazar el ataque.

Como Ud, podrá apreciar, mi querido Jefe, la conducta de dicho Soldado, que se supone prisionero del enemigo, no fue la que debió de esperarse de él, como Militar, digno y responsable y con concepto de la alta misión, de que lo ha investido la Patria.

Reciba como siempre el afecto sincero, de su leal subalterno, comp. y amigo.
D Sogo Hernández, MMNP
Brigadier Jefe Regimiento Nº 7 de Guardia Rural (10)

Años después un guerrillero que participó en aquel combate esclarecería que el referido soldado combatió con su ametralladora hasta agotar el parque bajo el fuego, sin protección alguna, ante la amenaza de que le iban a lanzar una granada se rindió. (11) La culpa del desastre era de la jefatura del Regimiento que había situado aquel puñado de soldados en un cuartelito de madera, sobre pilotes sin posibilidades de defensa, en momentos en que las guerrillas operaban en la zona. La mujer con los dos hijos fue abandonada a su suerte. Estamos ante la historia de unas dobles perdedoras; por ser esposas de soldados del ejército vencido y por su condición de mujeres. Es una visión de la historia de la guerra que esta por escribir.

NOTAS
1–Comisión de Historia de la Columna 17 Triangulo de Victorias, Columna Numero 17 Abel Santamaría. Editorial Verde Olivo, La Habana, 2008, P 200
2–Comisión de Historia de la Columna 19 “José Tey”, Columna 19 “Jose Tey” Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1982 pp. 366 -367
3–Cueto hoy es un municipio de la provincia Holguín en la época pertenecía al municipio Mayarí.
4–Comisión de Historia de la Columna 17 ob.cit., p. 231
5–Comisión de Historia de la Columna 19 “José Tey”, ob. cit. pp. 365- 366
6–Comisión de Historia Columna No 16, “Enrique Hart”, ob. cit. p. 239
7–Instituto de Historia de Cuba Archivo del Ejercito de Cuba 24/5.1/6:1.2/ 1.127
8–Mérito Militar y policiaco, una condecoración otorgado por el ejército.
9–Estaba de centinela frente al edificio del cuartel.
10–Instituto de Historia de Cuba Archivo del Ejercito de Cuba 24/5.1/5:1.2/1-127
11–Entrevista a Oscar Orozco Viltres por Jose Abreu Cardet el 15 de mayo del 2010.