Regresó la música electrónica a las arenas de Caletones


Por Vanessa Pernía Arias
Fotos Facebook AHS Holguín
El Festival de Música Electrónica Stereo G regresó a la playa de Caletones, en el municipio costero de Gibara, en Holguín, clausurado hoy con la salida de los primeros rayos de sol sobre el mar, luego de dos años realizándose vía online debido a las restricciones de la Covid-19.

Auspiciado por la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en la provincia y el Laboratorio Nacional de Música Electroacústica, esta oncena edición, desarrollada en sólo una jornada, reunió un grupo importante de productores de la isla, quienes ofrecieron 16 horas ininterrumpidas de música para un público esencialmente joven, comentó Norge Luis Labrada, presidente de la AHS holguinera.

De manera especial se dedicó a Ernesto Jorge Hidalgo (TikoSK8DJ), quien falleció recientemente y fuera desde su creación, junto a Luis Ángel Jiménez, organizador del Stereo G y productor del proyecto Electrozona.

Jiménez, a cargo de la organización del Festival y del proyecto Electrozona, explicó que la mayoría de los asistentes fueron DJs productores de relevancia nacional, y jóvenes artistas locales que se sumaron con atractivas propuestas.

Figuraron en el programa: Whisper, Faleke, The Kun, Rakxo, Acid Seduction, Arte, Alex6music, Electrozona, Axennar, primera Dj femenina en Holguín, Dian, de La Habana; y Richie Castro, de Camagüey.

Añadió que a las presentaciones y las sesiones creativas de DJs se unió el trabajo audiovisual y de efectos visuales, empleados de forma directa para promocionar la cultura electrónica en todos sus géneros y estilos; y en sus sesiones los artistas expusieron sus últimas creaciones, con variedad de géneros dentro de lo electrónico.

Como parte de la jornada se realizó, igual que en otras ocasiones, acciones de limpieza de la playa, lo que contribuye a preservar el espacio natural en que durante años se ha realizado el evento, destacó.

Surgido en 2012 y promovido por el proyecto Electrozona, Stereo G se ratifica cada año como uno de los festivales más importantes de su género en Cuba, logrando una interacción íntima entre el público asistente y los artistas, en la cual la música electrónica es pretexto y soporte.

Este Festival, dedicado este año al aniversario 35 de fundada la filial de la AHS en Holguín, pretende promover una cultura sonora diferente y defender el trabajo de jóvenes músicos que apuestan por la electrónica y la experimentación con los sonidos, añadió Luis Ángel Jiménez.

Contra naufragios

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

En el siglo XIX, tan solo, existía un puerto en las costas del territorio de la actual provincia Holguín: el de Gibara. Numerosos buques entraban y salían de aquella bahía lo que conllevaría a no pocos naufragios. Para dar solución a la seguridad de la navegación el estado español construyó el faro Lucrecia. Inaugurado, por cierto, el 10 de octubre de 1868 el mismo día que se iniciaba la guerra de 1868.

El siglo XX traería nuevos problemas a la navegación en estas costas. El norte de oriente se había convertido en una región de grandes inversiones de capital estadounidense. En el territorio de la actual provincia Holguín se encontraban los centrales azucareros Boston y Preston propiedad de la United Fruit Company. A esto había que agregar las plantas de Nikel de Nicaro y Moa, estas también propiedad de empresas estadounidense. Tierra adentro se encontraban otros centrales azucareros como el Tacajó, Báguano y San Germán. Estas industrias generaban un activo tráfico marítimo que requería una mínima seguridad.

Muy pronto comenzaron a aparecer nuevos puertos y subpuertos o simples embarcaderos como el de Vita, Antillas, Nicaro, Preston, Boston, Felton, Cayo Mambí, Moa. El tráfico naval se intensificó, tanto el de cabotaje como internacional. Se destacaba el puerto de Antillas hasta donde llegaba un ramal del ferrocarril central y por allí se llegaron a exportar el azúcar de gran cantidad de centrales azucareros.

Se requería un sistema de faros y alumbrado que ayudaran a estos navegantes a sortear el peligro de los bajos.

En el primer gobierno de la República, el de Tomás Estrada Palma, se situaron luces que guiaban a los navegantes en las bahías de Banes y Nipe. (1) En esta zona comenzaban importantes inversiones estadounidenses que le dio un rápido impulso al comercio.

Al crearse la Marina de Guerra en 1909 la atención a estos medios auxiliares de la navegación pasó a su jurisdicción. Este servicio se extendió a otras bahías del litoral holguinero. Antes de 1923 se habían instalado señales en las bahías de Tánamo, Vita y Samá. (2) La marina de Guerra Cubana aprovechó los adelantos que se hicieron en la tecnología. Este sistema de señales fue mejorado, a partir de 1928, con el establecimiento de medios de alumbrado más modernos y seguros en las bahías de Nipe y de Tánamo. (3)

En Banes fueron colocadas siete balizas ciegas es decir que no poseían iluminación, pues se consideró que por las características de esa bahía y el tráfico no eran necesarias las lumínicas. (4)

Para mejorar la navegación entre 1935 y 1941 se reparó el faro de Punta Lucrecia (5) En 1954 se estableció en Antillas una estación de servicio. Esta era una dependencia de la marina de guerra que estaría encargada del mantenimiento de las señales establecidas en las costas que les fueran asignadas. La estación de servicio contaba con una oficina, un almacén, un tungar para cargar las baterías de las balizas de señales, un mecánico de faros y una embarcación con su dotación. (6) El mundo de la navegación en las costas holguineras es un tema inédito. Los faros y la señalización de las bahías forman parte de ese pasado desconocido que espera por que sea sacado del olvido.

NOTAS
1–Milagros Gálvez Aguilera, La Marina de Guerra de Cuba (1909- 1958), Primera parte, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 199
2–Ídem
3—Ibídem p. 201
4—Ibídem p. 202
5–Ídem
6—Ibídem p. 204

Entregan en FICGibara los premios Lucía

Entregan en FICGibara los premios Lucía

Por Vanessa Pernía Arias y Erian Peña Pupo

Fotos cortesía de FICGibara 2022

Con la entrega de los premios Lucía en el cine Jibá y la convocatoria a la próxima edición en 2023, finalizó el XVI Festival Internacional de Cine de Gibara (FICGibara)luego de un amplio programa multicultural que, del 2 al 6 de agosto, reunió a directores, actores, músicos, artistas plásticos y escénicos en esta urbe holguinera, como deseó Humberto Solás al fundar en 2003 una cita que potenció un cine pobre en recursos pero rico en expresión.

El jurado de ficción, integrado por el director cubano Arturo Sotto, como presidente, junto a la realizadora Laura Cazador (Suiza) y Tito Cañadas, director del Festival Internacional de Cine Social (FECISO) de Castilla-La Mancha, en España, entregó el Premio Lucía en la categoría de Mejor Largometraje de Ficción aPapicha, de Mounia Meddour, producción de Argelia, Francia, Bélgica y Qatar) “por la defensa de igualdad de derechos frente a la intolerancia y el oscurantismo religioso y cultural”, “por darle voz al colectivo femenino en un contexto en extremo hostil”, y “significar la creación artística como una expresión de libertad y reconocimiento”, asegura en el acta del jurado.

El hijo muerto, de Maysel Bello (Cuba) recibió el Premio Lucía al mejor cortometraje de ficción, por “ser una expresión universal del dolor frente a la pérdida o ausencia de un hijo. Por los matices, sugerencias y selección del escenario donde se desarrolla la historia. Por la síntesis y la fuerza interpretativa del elenco que transmite una singular emoción”. Los criminales, de Serhat Karaaslan (Francia-Rumanía-Turquía) obtuvo un Premio Especial del Jurado, yLa campaña, de Eduardo del Llano (Cuba) una Mención especial.

El Lucía a Mejor largometraje documental lo obtuvo Ophir, de Alexandre Berman y Oliver Pollet (Francia-Reino Unido), por “revelar con respeto la dignidad y lucha de los habitantes originarios de una pequeña isla situada en Papúa, Nueva Guinea; utilizando para ello el lenguaje cinematográfico en la defensa de su identidad y su territorio, logrando que empaticemos con la causa que defienden los protagonistas”, aseguró la realizadora cubana Belkis Vega, presidenta de este jurado, junto el gestor cultural español Francisco Jiménez y la directora mexicana Amaranta Díaz Carnero. Mientras que el Mejor cortometraje documental, por “mostrar que es posible construir con pocos recursos una narrativa que profundice en las contradicciones de nuestro día a día. El documental cuestiona la esencia de las imposiciones religiosas en la infancia cuando aún no tenemos la capacidad de elección ni los recursos cognitivos necesarios para comprenderlas”, fue para La comunión de mi prima Andrea, de Brandán Cerviño (España).

El Premio Lucía en animación lo obtuvoCalamity. La infancia de Martha Jane Cannary, de Remi Chayé (Francia), por “mostrarnos la fortaleza de una niña en medio de un mundo donde se niega que las mujeres puedan aceptar retos y decidir sobre su destino. Martha Jane recorre un vasto territorio mientras va construyendo su identidad, venciendo el machismo tradicional arraigado aún en nuestras culturas”, añade el jurado. Una Mención especial fue para Mata, de Ingrid Fadnes y Fabio Nascimento, de Noruega-Brasil.

La prensa –con un jurado integrado por Rafael Grillo, junto a Yudiannis González y Rubén Padrón– premió a Libertad, de Clara Roquet (España) y a La campaña, de Eduardo del Llano. Al primero “por la profundidad y la sutileza con que emprende un estudio de identidad de una adolescente, que desde su mirada permite abarcar una diversidad de temáticas y conflictos humanos relacionados con la libertad, como diferencias de clases y generacionales, roles de género, sexualidad, emigración, conflictos familiares”. Y de La campaña destacó “el ingenio y el sentido lúdico y desacralizador con que deconstruye el relato oficial de la historia, invitando a reflexionar sobre cómo la aplicación rígida, vertical y mecanicista de políticas sociales entraña el peligro de estimular la hipocresía y la simulación, así como el temor a expresar la verdad y a asumir la realidad en toda su diversidad”.

En los premios colaterales encontramos el entregado, por primera vez en FICGibara, por un Jurado joven: Papicha, de Mounia Meddour; La campaña, de Eduardo del Llano; Un viaje hacia nosotros, documental de Luis Cintora (España) y La comunión de mi prima Andrea, de Brandán Cerviño. Mientras que la Federación de Cine Clubes de Cuba reconoció con sus premios a La gente del documental, de Inti Herrera y Reymel Delgado (Cuba) y Mujeres sobrevivientes de dos pandemias, documental de Lizette Vila e Ingrid León.

De manera especial en esta ocasión le fue entregado al actor cubano Jorge Martínez el Premio Lucía de Actuación Masculina, merecido en esta cita en 2018 por su trabajo en el filme Últimos días en La Habana, de Fernando Pérez. Se reconoció, además, la impronta de la Compañía de Danza Contemporánea Codanza, dirigida por Maricel Godoy, en su 30 aniversario, con un trabajo vinculado al Festival desde la primera edición.

El Comité organizador de FICGibara2022, conmocionado al lado del pueblo matancero y toda la nación cubana, acordaron que, tras el acto de entrega de los premios Lucía, no se realizara el concierto de clausura de Alexander Abreuy Havana D’Primera, ni el resto de las actividades festivas programadas para esta jornada de cierre de la edición XVI del evento.

Nelson Rodríguez, maestro de editores

Por Erian Peña Pupo

Con la proyección de una copia restaurada del filme Los sobrevivientes (1979) de Tomás Gutiérrez Alea (Titón), el XVI Festival Internacional de Cine de Gibara rinde homenaje al decano de la edición en el cine cubano, Nelson Rodríguez Zurbarán, quien falleció el 12 de febrero de 2020.

Nacido en Cienfuegos en 1938, y considerado uno de los más importantes editores de Iberoamérica, Nelson trabajó –además de en gran parte de la obra de Humberto Solás, como Manuela, Un día de noviembre, Cantata de Chile, Cecilia, Un hombre de éxito y Miel para Oshún, y de directores cubanos y extranjeros, como como Miguel Littín, Jaime Humberto Hermosillo, Jorge Alí Triana, Jaime Osorio y María Novaro– en varios filmes de Titón. Uno de los hitos de su trabajo es haber editado con apenas 30 años dos películas diferentes y consideradas clásicos del cine cubano y universal: Memorias del subdesarrollo, de Titón, y Lucía, de Solás, en 1968.

La historia de los Orozco, aunque ellos insistan que solo la escriben los Orozco, encerrados en su mansión, en una especie de involución histórica a través de las diferentes fases sociales, mientras afuera se desarrolla el torbellino de la Revolución cubana, tuvo el cuidadoso corte de Nelson. Aclamado por el público y la crítica, el filme –presentado en el cine Jibá de la Villa Blanca por Sergio y Aldo Benvenuto Solás, quienes destacaron aspectos humanos y profesionales del Nelson– fue considerado ese año una “metáfora cuidadosamente elaborada, en la que nada se deja al azar”, además “un ejercicio de profundización respecto a las comedias anteriores de Alea” y la culminación de “un ciclo de películas sobre nuestra historia”, solo tres de los criterios que afloran al aproximarnos a esta obra inspirada en el cuento “Estatuas sepultadas” del narrador y ensayista cubano Antonio Benítez Rojo, guionista junto a Titón de la película, y que puso en escena a mitos de nuestro cine, un elenco irrepetible, como Enrique Santiesteban, Reinaldo Miravalles, Vicente Revuelta, Carlos Ruiz de la Tejeda, Germán Pinelli y Ana Viñas.

“La experiencia que más me aportó fue la de Tomás Gutiérrez Alea”, le contó a Luciano Castillo, aunque en esta obra, Los sobrevivientes, que pudo ver restaurada, no logró, por problemas familiares, imbuirse en los procesos como acostumbraba en sus otros filmes, le comentó a Luciano. “Lo que me gustaba de Titón era que siempre tenía que estar preparado para sus preguntas. Esa experiencia partió de Memorias del subdesarrollo, pero después siempre sucedió igual (…) Titón es mi director de cine cubano preferido. Siempre era una persona que me cuestionaba y con quien me metía que mantener muy activo (…) De las películas que he editado en mi vida, la que más me gusta es Memorias… y luego Lucía. Inevitablemente Lucía fue muy de los dos, estuve siempre muy integrado a ese proyecto y le puse el amor del mundo”, añadió.

Memorias… significa un logro descomunal, entre muchas otras razones, por su edición anticonvencional, godardiana, sobre todo en aquel memorable final cuando el corte hace «brincar» la narración entre los cañones de la Crisis de Octubre y el personaje, desesperado, encerrado en su apartamento y en sus indecisiones”, asegura el crítico e investigador Joel del Río.

En esa película exploró un método que denominó “cortar a lo Godard”, consistente en interrumpir la continuidad de la escena con la inserción de otros planos y alterar el ritmo; tomado de Sin aliento (1959) de Jean-Luc Godard, que sugirió el final antológico del clásico cubano. Además de Memorias… y Los sobrevivientes, Nelson editó para Titón Una pelea cubana contra los demonios (1971) y La última cena (1976), dos películas bastante distintas en su estética.

En los filmes de Humberto, Nelson no solo fue el editor, pues su presencia irradia el guion, el doblaje, incluso la dirección… Así sucedió con Amada (1983), cuyo guion escribió a partir de la novela La esfinge, de Miguel del Carrión, y dirigió en buena parte, aunque no aparece en los créditos. Amada justamente será otro de los filmes que, como homenaje al Premio Nacional de Cine 2007, se presentará en el Festival, junto al documental de Manuel Iglesias, El cine es cortar.

 

 

 

 

 

 

Declaración oficial del Festival Internacional de Cine de Gibara

El comité organizador del 16 Festival Internacional de Cine de Gibara, y todos los participantes en el evento, hemos estado siguiendo con mucha angustia desde la noche de ayer la lamentable situación desencadenada en la base de supertanqueros de Matanzas. Estamos conmocionados al lado del pueblo matancero y toda la nación cubana. Con empatía y dolor, cineastas, músicos, artistas y los gibareños que nos acompañan hemos acordado que, tras el acto de entrega de los premios, no se realice el concierto de clausura de Alexander Abreu  y Havana D’Primera ni el resto de las actividades festivas programadas para esta jornada de cierre.

 

El trabajo actoral entre la realidad y el anhelo 

Por Vanessa Pernía Arias 

Fotos Wilker López

Reconocidos actores cubanos dialogaron sobre su trabajo, retos y proyecciones actuales como parte del evento teórico de la XVI edición del Festival Internacional de Cine de Gibara. 

En el foro, con el título “Palabra de actor: entre la realidad y el anhelo”, moderado por Néstor Jiménez, los actores René de la Cruz, Jorge Martínez, Bárbaro Marín, Tahimí Alvariño, Alicia Hechavarría, Denys Ramos, Félix Beatón y Amalia Gaute, compartieron sobre sus trabajos actuales y los desafíos que impuso la etapa de pandemia a la profesión. 

Jorge Martínez subrayó la cotidianidad del actor y lo que logra después con el personaje, lo que conlleva luego a la acogida o no del público del trabajo realizado. Destacó, asimismo, los esfuerzos del Icaic por mantener la realización cinematográfica y el trabajo actoral en la Covid-19; además instó a los jóvenes a no perder la capacidad de soñar en situaciones difíciles porque es algo esencial en el ser humano que hace vender los retos diarios. 

A su vez Tahimí Alvariño insistió en aprovechar las oportunidades y no tener miedo a las negativas en los castings; pues es necesario aprender a lidiar con eso ya que existen más oportunidades, vida y proyectos. “Siempre debemos ponernos retos y proponerse metas altas, así como personajes complejos que demanden mucho más en escena”, subrayó. 

Alicia Hechevarría destacó que es necesario preservar las raíces de la actuación y la realización audiovisual cubana, recordando a grandes filmes y figuras del cine y la cultura cubana, como lo son Los sobrevivientes, Tomás Gutiérrez Alea y Humberto Solás, entre otros. 

Por su parte Marín debatió sobre las distintas vías por las que llega un actor a concretar su carrera, y ahí, insistió, es donde está el anhelo y la realidad de todo profesional del arte. 

Asimismo el joven actor Denis Ramos analizó la realidad de los actores, cómo se produce y sobre las expectativas de lo que se quiere lograr con el personaje, que no siempre se cumple.

En las próximas jornadas los foros teóricos del Festival de Gibara centrarán sus sesiones sobre la curaduría y la programación cinematográfica en festivales alternativos, espacio en que debatirán sus experiencias importantes programadores de muestras internacionales.

 

Curaduría y la programación de festivales en FICGibara2022

Por Vanessa Pernía Arias

Foto Wilker López 

La curaduría y la programación de cine en certámenes alternativos motivaron hoy el debate teórico en FICGibara2022. Moderado por Sergio Benvenuto Solás, director general del certamen, el foro estuvo integrado por el programador de esta cita, Ariel Montenegro, junto a Paco Jiménez, Tito Cañada, Héctor Ramírez, Léa Teixeira y Adriana Niemeyer.

Benvenuto destacó la labor formativa vinculada a las comunidades que ha alcanzado el proyecto Cámara Chica Voces del Audiovisual, que reúne a niños, adolescentes y jóvenes gibareños en torno a la realización, y que surgió por la repercusión del Festival. Asimismo enfatizó en la capacidad de resiliencia de este proyecto, que pese a las dificultades impuestas por la Covid-19 y la crisis económica mundial, se ha mantenido creando cultura. 

Tito Cañadas, programador del Festival Internacional de Cine Social (FECISO) de Castilla-La Mancha, en España, compartió las experiencias de este evento itinerante que involucra a diversas instituciones locales y apuesta por la inclusión y los derechos sociales desde una perspectiva formativa. 

Por su parte Héctor Ramírez conversó sobre la amplia labor que realiza el Festival de Cine de la Universidad Autónoma de México (UNAM) y cómo se preserva el patrimonio audiovisual de esta casa de altos estudios, una de las más importantes de América Latina. 

Enfatizó, además, en la programación extensiva de TV-UNAM, promovida en diferentes canales televisivos de Latinoamérica con la finalidad de que se conozca el cine de la región. 

En este sentido, Sergio insistió en la protección del audiovisual cubano, a partir de soluciones que permitan la restauración del patrimonio cinematográfico de la isla. Añadió que del cine cubano solo se han restaurado seis películas, una de Humberto Solás y cinco de Tomás Gutiérrez Alea, por lo costoso y difícil de este proceso, y subrayó que lo verdaderamente importante es lo que ponemos en custodia para el futuro de la nación. A su vez la realizadora cubana Belkis Vega insistió en que se está perdiendo el patrimonio audiovisual de Cuba, sin contar lo que no se exhibe y programa en salas de cines. 

En FICGibara2022 se debatió, además, sobre los retos y desafíos de la dirección de cine en la actualidad y las peculiaridades del trabajo actoral en Cuba y en tiempos de pandemia. 

 

Cuentos de un día más

 Por Erian Peña Pupo 

Cuentos de un día más fue presentado en el Cine Jibá por su director general, Fernando Pérez. Integrado por seis cuentos que dirigieron ocho jóvenes realizadores, la película es el resultado de la colaboración entre el Icaic y varios colectivos audiovisuales independientes (i4films, Wajiros Films, DB Estudio. Cocuyo Media Lab) con el objetivo de crear una obra coral en la que la esperanza se sobreponga a las adversidades de la pandemia, complejo momento en que lograron filmarse las diferentes historias de este filme.

Componen este filme: “La trenza”, dirigido y escrito por la holguinera Rosa María Rodríguez; “Los días”, del dueto Katherine T. Gavilán y Sheyla Pool; “Mercuria”, de Carolina Fernández-Vega Charadán; “La muchacha de los pájaros”, de Alan González; “Ella y él”, de Yoel Infante, y “Gallo”, de Eduardo Eimil, que “además de compartir con el espectador soledades y pérdida de sus personajes –comenta el crítico Joel del Río– también recurre al sempiterno valor de la solidaridad y la resiliencia, que triunfan en una de las escenas finales más hermosas que nos ha regalado el cine cubano en los últimos años”. 

Añade Joel del Río que “el filme manifiesta la justificadísima confianza en el talento no solo de los realizadores jóvenes, sino, sobre todo, la de las realizadoras, porque tres de los cuentos están dirigidos por mujeres, y esta no es una victoria pequeña cuando recordamos la deuda que el Icaic acumuló con las cineastas en sus primeros 40 años de historia”. 

Para Fernando: “Cada director es responsable de su película y su mirada. La asesoría termina donde comienza la mirada del realizador. Por eso me he definido en este caso como coordinador. Por supuesto, en la etapa de guiones los leí y discutí con ellos, di mis puntos de vista… pero cada director fue el que decidió como iba a ser su corto, qué final iba a tener… y muchos me escucharon y otros no, lo que lo hizo muy lindo, porque también es lo que yo pido cuando hago mis películas, pensar no por cabeza ajena, sino propia”. 

Mientras trabajaba en su próxima película, El mundo de Nelsito, el director de Clandestino, Martí, el ojo del canario e Insumisas tomó el timonel de un proceso que fue “muy enriquecedor. Hay cuentos más logrados que otros desde mi punto de vista, que no son los mismos que los espectadores. Lo que hay en la película son diversidad de miradas y maneras de contar, más clásicas, más desdramatizadas, más abiertas… para que no todos los cuentos fueran iguales, sino que mostraran un mosaico con diversas maneras de contar”.

Seis historias, ocho directores jóvenes, la necesaria mirada de Fernando Pérez, maestro artístico y ético de generaciones de creadores, la Covid-19 sobrevolando los diferentes cuentos, la vida, el cine, la esperanza asomándose en los momentos más oscuros, el futuro… se entrecruzan en Cuentos de un día más, un filme que agradecerá el amante del cine.

 

Fernando Pérez y Beat Borter escuchan juntos la música de la vida

Por Erian Peña Pupo y Vanessa Pernía Arias

Fotos FICGibara2022

El cineasta suizo Beat Borter fue un amigo del Festival Internacional de Cine de Gibara, donde fue jurado. Fallecido en junio de 2020, Borter colaboró durante años en visualizar el cine cubano en Suiza y emprendió proyectos cinematográficos como el documental La vida es filmar, de 1998, crónica del rodaje de la película La vida es silbar de Fernando Pérez, y Yo sé de un lugar, música y vida de Kelvis Ochoa (2004), presentado en este Festival. 

La admiración por la obra de Fernando le llevó a realizar La música de la vida. El cine de Fernando Pérez y la realidad cubana, un homenaje al que, público y crítica, reconocen como nuestro cineasta contemporáneo más importante; y a trabajar en la digitalización de parte de la obra inicial del autor de Clandestinos y Madrigal, proyectos en los que Borter contó con el apoyo de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude).

Con guion y producción de Delia Coto y el propio Borter, el filme –que se acerca, como punto de partida, al autor de Madagascar desde una mirada martiana– es una colaboración entre la firma ojalá-film y el Icaic, en el que intervienen cuatro colaboradores cercanos a Fernando: el fotógrafo Raúl Pérez Ureta y los actores Laura de la Uz, Isabel Santos y Luis Alberto García. La edición estuvo a cargo de Pedro Suárez y de Borter. 

La música de la vida –que tuvo su estreno mundial en FICGibara2022– constituye un hermoso acercamiento a la vida y obra de Fernando y al mismo tiempo a Cuba y La Habana, urbe donde nació el cineasta en 1944, a través de la presencia, como un personaje más, en su cine. Borter repasa la infancia, los inicios en el séptimo arte, la cotidianidad cubana, en diferentes etapas, y como ella permea toda la cinematografía de Fernando.

Delia Coto, presente en el estreno, aseguró que “para Beat este fue su proyecto más importante y más preciado, un proyecto que nació de una amistad y admiración profundas por la obra y la vida de Fernando Pérez. Fernando fue para Beat su maestro, su mentor, siempre una inspiración y más que un amigo, un hermano. Así que impregnada por esa confianza mutua pasa esta conversación infinita marcada por la curiosidad y la indagación de quien fue un gran estudioso del cine de Fernando, del arte y la cultura cubana”.

“Queremos agradecer primero la generosidad y sinceridad de Fernando en esta entrega de sí mismo y de su cosmovisión como realizador y como ser humano”, comentó Delia, y además hizo extensivos los agradecimientos al Icaic, a Cosude y al equipo de filmación y posproducción que hizo posible el estreno gibareño de la película luego de seis años de trabajo. 

“Muchas gracias por estar hoy aquí para compartir algo que nos complace muchísimo, y que sé que Beat allí donde está, está orgulloso de estrenar su película en este festival del que participó como jurado en los últimos años y al que le tenía un cariño especial”, añadió. 

Iluminaciones de Víctor Manuel Velázquez

 Por Erian Peña Pupo

Iluminaciones, exposición que reúne dieciséis piezas del artista visual Víctor Manuel Velázquez Mirabal (Holguín, 1980) realizadas en su mayoría durante la Covid-19, se exhibe en el Hotel Ordoño, como parte del XVI Festival Internacional de Cine de Gibara. 

La obra de Víctor Manuel recuerda esa confluencia borgeana de la que he comentado en otros textos: coincidencia de escenarios, tiempos, contextos, personajes, lugares, objetos… en las posibilidades confluyentes de un mismo espacio (su pintura). Su imaginación fructífera, neobarroca, desbordante, desemboca –como si una de sus islas ebrias, como el barco de Rimbaud, encontrara playa segura para su viaje errante– en el lienzo y en los múltiples soportes que, en búsquedas más recientes, han definido también su trabajo, pues Víctor Manuel sabe, como el gran argentino, que “todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten”, y que estos símbolos van armando una cosmovisión tan peculiar como imprescindible para recorrer su obra. Adentrarse en Iluminaciones, con la seguridad del constante descubrimiento en cada pieza –estableciendo diálogos, muchas veces más sutiles, otros más complejos, pero siempre enigmáticos, interrogativos, sui generis, para nada gratuitos, entre autor/obra/receptor–, es adentrarse en un entramado de símbolos que conviven en estas piezas, que se entrecruzan y cobran autonomía, como parte de ese cuerpo mayor, el cosmos de su poética. 

El precio –escribió el propio Víctor Manuel en las palabras del catálogo– es renunciar a la cordura. “La certeza de que no siempre vas a lograrlo –dice– hace de ti un obrero distinto, un ser incompleto, un huérfano, sabedor de que una parte monumental de tu hechura caerá a la espiral del olvido. No pintarás para siempre. La musa vendrá un rato junto a ti, y luego eso será todo, tu breve racha ganadora habrá terminado”. Víctor Manuel experimenta con la acuarela, una difícil técnica que defiende aunque explore otras; y aunque insiste en decir que cada día aprende más y se le abren nuevas posibilidades con ella. Cada mancha, cada fluctuación del agua y del color sobre el soporte, cada línea huidiza, dan cuerpo a disímiles criaturas, seres que emergen de los laberintos de su imaginación y se corporizan. Dentro del caos, florece el árbol, reverbera la luz, escapa el ave, nace la isla… y un universo ilusorio y mágico (y no por ello menos real); un sitio de entrecruzamientos culturales de múltiples honduras, resultado de complejas búsquedas (literarias, artísticas, espirituales) primero como ser humano, y por consiguiente, como artista plástico. “Envanecido, en mi ambición quise crear absurdos como la nostalgia, el coraje, el deseo, chisporroteo de locas ideas bullendo por salir al unísono, desordenado canon carcajeándose en capital estampida… De eso parecen tratar estas piezas: un ermitaño dios antediluviano que vocifera un cuento susurrado, cual nana para el valiente que se hace a la osadía de pintar”.

En sus cuadros hay también cierta narratividad… Muchos “cuentan” historias, contienen “relatos”… Una mancha: un rostro. Un trazo: la amplitud de posibilidades. Aves, peces, ramas, frutas, caballos, perros, gatos… pueblan su obra. A la constante zoomórfica, se suman personajes como salidos de los más fantasiosos libros de caballería o de bestiarios medievales (o las maravillas que encontró Yambulo en su viaje por las Islas del Sol). Un carnaval de figuras acoplándose, ganando espacio, surgiendo de la nada… Barcas como islas, islas como carretas, cáscaras de nuez a la deriva, torres y ciudades emergiendo del aire… Objetos de múltiples naturalezas, simbiosis de mundos posibles que parten, varias veces, de referentes literarios, incluso que desde el título anclan la obra: desde Cien años de soledad, de García Márquez; La consagración de la primavera, de Alejo Carpentier, inspirada en el ballet de Ígor Stravinski; Extracción de la piedra de la locura, conocida obra de El Bosco, pero también motivo de un poemario de Alejandra Pizarnik, hasta El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgakov. En otras obras, símbolos de cubanía, retazos de identidad, memoria y nostalgia que han alimentado su paso por los años, conviven con los referentes clásicos.