Maceo, racismo y mambises

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

El Doctor en Ciencias Históricas y profesor de la Universidad de Oriente, Manuel Fernández Carcasés, tiene en su haber no pocas investigaciones sobre las guerras de independencia. Con mucha justicia es considerado como reconocido especialista de la figura del general Antonio Maceo. Esto se demuestra al leer su último libro: Antonio Maceo Grajales. Ensayo biográfico sucinto que se presentará en la Feria Internacional del Libro de La Habana, en 2022. Hemos elaborado algunas preguntas para el colega sobre un tema complejo, de viejas raíces en nuestra sociedad y todavía presentes en algunos vecinos de este hermoso Cocodrilo que reposa en el golfo de México: el racismo. En este caso nos remontamos a nuestras guerras de independencia y las visiones que se tenían desde esa época sobre el general Antonio Macero

Aunque el que Maceo  fuera designado Lugarteniente general y otros negros y mulatos alcanzaron altos cargos y grados en el ejército libertador, tiene la lectura de una superación de prejuicios, de que estos no habían calado con profundidad en una sociedad donde hasta 1886 existía la esclavitud, ¿qué opinas al respecto?

La designación de Maceo en Jimaguayú como Lugarteniente general del Ejército Libertador no creo que deba interpretarse como una superación de los prejuicios raciales. En realidad, ya a esas alturas era imposible ignorar el protagonismo de Maceo, y por tanto no les quedó otra opción. No obstante, el prejuicio racial contra Maceo y su hermano José, y por extensión contra toda la oficialidad negra y mulata, continuó. Los intentos anti patrióticos de procurar el fracaso de Maceo en occidente tienen una explicación clasista pero también racista. Cuando se boicotea una y otra vez el envío del segundo contingente invasor en apoyo a Maceo, cuando son pocas las expediciones que se dirigen a Pinar del Río para apoyar a Maceo, cuando se desconocen compromisos contraídos por Maceo para recaudar dinero en los inicios de la guerra del 95, cuando se obliga a José a realizar operaciones militares en condiciones desfavorables para después culparlo del fracaso, y cuando se conspira contra él para finalmente sustituirlo en el mando de Oriente por Calixto, el Consejo de Gobierno está demostrando que está infectado de un profundo racismo.

¿Crees que hubo un intento de disminuir su figura, su impacto?

Desde que Maceo comenzó a mostrarse como un militar de notable inteligencia para acometer acciones exitosas contra el enemigo, y más aún, cuando se manifestó también como un hombre capaz de asumir con acierto las encrucijadas políticas de la Revolución y desplegar un pensamiento profundo al respecto, comenzaron los intentos por disminuir su figura y, en consecuencia, su impacto. En las tres guerras por la independencia tuvo que enfrentarse a esos intentos, lo cual está recogido en su papelería y en los escritos de sus contemporáneos. Es decir, que en vida de Maceo ya se trataba de disminuirlo. Después, en la República burguesa, continuaron los intentos, y una de las vías utilizadas fue la de contraponerlo a Martí, presentarlo como uno de los principales antagonistas del Apóstol y de las ideas del Apóstol: Martí como el hombre de pensamiento republicano, Maceo como el militarista. Martí como hombre de ideas, Maceo como el hombre de la acción, ejecutor de lo que otros pensaron. En una Cuba donde los militares eran sinónimo de brutalidad, de represión sin límites y de crímenes, tildar a alguien de militarista implicaba, subliminalmente, asociarlo a la mafia castrense que constituyó, a lo largo del período 1902-1958, el verdadero poder.

Si a eso sumas la exaltación malsana que se hacía de su condición de negro, o mulato, en una República donde el racismo campeaba por su respeto, comprenderás cuan intencionada era la referencia al color de la piel.

¿Cómo se impuso su imagen como una figura nacional? ¿Qué significó en la lucha contra el racismo el tener una figura de sus dimensiones que era negro, de origen humilde y oriental?

A pesar de todo lo anterior, el pueblo, ese juez al que resulta difícil engañar todo el tiempo, enseguida lo puso en el sitio de sus preferencias, junto a Martí y Gómez. Maceo en vida, sobre todo en los últimos dos años de su existencia, que se corresponden con los de la Guerra del 95, ya era casi una leyenda. Sus subordinados lo adoraban, y a su paso muchos querían que, al menos, él los saludara. Así se recoge en los diarios de mambises y en otros documentos de la época. Cuando llega la invasión a Pinar del Río se multiplican las incorporaciones al Ejército Libertador, tal y como había acontecido en todas las regiones. Esta identificación del pueblo con el líder no se podía borrar, a pesar de los intentos de los que ya hablamos de disminuir su figura.

A nivel de la producción artística nacional se observa un interés por llevar su figura a las artes plásticas. El majestuoso monumento en el Malecón habanero, las obras pictóricas, sobre todo las de Hernández Giro y Menocal, y la infinidad de bustos en los parques de toda la República, también son muestra palpable de la positiva recepción de su personalidad en las generaciones sucesivas de cubanos.
Desde luego, las sociedades de negros y mulatos aprovecharon la condición de Maceo para erigirlo como su símbolo más poderoso en la lucha contra la discriminación. Las sociedades maceístas proliferaron en todo el país. Incluso los Independientes de Color lo tomaron como una de sus banderas, lo cual sin duda hubiera disgustado mucho al hombre que siempre fue abanderado del cumplimiento de las leyes y enemigo de todo cuanto dividiera a los cubanos. Pero lo cierto es que negros y mulatos, tanto en las guerras de independencia como en la República burguesa, encontraron en la figura de Maceo un asidero valioso en la argumentación de sus acciones antirracista.

Quiero que valores la figura de Antonio en la lucha contra el racismo o los prejuicios raciales, algo importante en estos momentos que hay un impacto en una parte de la sociedad de ese mal. ¿Qué utilidad tiene su figura en ese sentido?
En la gestión de la Comisión Aponte, instancia de la UNEAC creada para promover la lucha contra el racismo y la discriminación racial, resulta muy importante la exaltación del papel decisivo de los negros y mulatos en la conformación de la identidad nacional y en la lucha por la independencia, pues una de las maneras de restar credibilidad al racismo es demostrando que en la conformación de la Cuba que conocemos, los negros y mulatos no fueron segundos de nadie. Estuvieron a la par de blancos y asiáticos en cuanto evento político o sociocultural hubo en la Nación a lo largo de su historia. Es cierto que la esclavitud modeló entre muchos un pensamiento racista, que sobrevivió a la abolición de la esclavitud en 1886 y que llega a nuestros días a pesar de la política justiciera de la Revolución. También es cierto que hubo hombres que se opusieron al racismo y la discriminación racial, Martí y Maceo en primer lugar. Divulgar el pensamiento antirracista de ambos contribuirá a enfrentar ese mal en la actualidad. Explicar de manera convincente cuanto logró un hombre como Maceo —asediado casi constantemente por la discriminación—, en la lucha por la independencia, y como supo alzarse por encima de los prejuicios que contra él se alebrestaron, será muy útil en el enfrentamiento actual contra el racismo. Hacia ese empeño está encaminado mi libro.

Publicado en el sitio web de la UNEAC Link: Maceo, racismo y mambises – UNEAC

La utilidad de la poesía para matar y morir

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

La contienda del 68 la inició un poeta, la del 95 la organizó otro bardo, en la lucha contra la dictadura de Machado un poeta, Ruben Martínez Villena, ocupó lugar relevante y en el asalto al Moncada, momentos antes de emprender el camino hacia la fortaleza, un poeta dio lectura a un poema épico.

Hay una pregunta que flota en el aire y pocos se han hecho: ¿qué efecto tuvo en la multuitud de combatientes aquel cúmulo de poesía llamando a la guerra contra tiranos? ¿pasó ese impulso de ese puñado de espíritus sensibles de esos elegidos de la sensibilidad y caló en la gente común?

Se han realizado estudios sobre la poesía que llamaba a la guerra contra los tiranos. Pero es menos conocido como caló en el hombre y la mujer común tales arrebatos bélicos del espíritu.

El asunto nos llamó la atención e iniciamos una búsqueda que encontró una singular respuesta en el testimonio del insurrecto Horacio Ferrer. Nacido en Matanzas, estudiante de la Universidad de La Habana al estallar la contienda de 1895 se incorporó a las fuerzas libertadoras donde alcanzó el grado de Comandante. Escribió un largo testimonio sobre aquellos años de fuego, publicado en el siglo XX.

Obra bien escrita realiza interesantes análisis sobre los hombres y mujeres de la guerra de independencia y en las luchas políticas en la República contra tiranos y usurpadores del poder.

No nos acercamos a la obra de Ferrer para conocer sus muchos arranques de dignidad y de defensa de la patria. Este corajudo mambí nos dejó en su extenso libro un breve testimonio sobre el impacto que tuvo la poesía épica en la generación que hizo la guerra de 1895. El testimonio breve tiene una relevante importancia para los estudiosos de la poesía y, en especial, los que han defendido y encontrado el papel que tuvo en la formación del espíritu insurrecto y en su utilidad para matar y morir por Cuba Libre.

Ponemos a disposición del lector el testimonio de este mambí Horacio Ferrer.

“La simiente de amor a Cuba, sembrada en mi espíritu por mi madre durante mi niñez, germinó fácilmente en mi adolescencia al calor de las publicaciones de vehementes escritores, y fueron los poetas líricos los que primeramente me conmovieron. Tendría yo nueve años cuando cayeron en mis manos unos versos que circulaban clandestinamente; se trataba nada menos que del himno que inmortalizó a Perucho Figueredo, cuyo cuarto verso “que morir por la patria es vivir” era para mí la síntesis del himno fulgurante que convocaba a la pelea y señalaba la senda de la mayor gloria a que podía aspirar un cubano. Desde aquella temprana edad hasta los dieciocho años que contaba cuando estalló la guerra, aprendí de memoria muchas poesías que recitaba en reuniones de amigos; amé en Heredia tanto al genio inmortal que cantó Al Niágara como al patriota inmaculado y ferviente que añoraba morir en su Cuba adorada, y al recitar el Himno del Desterrado recalcaba con énfasis “que no en balde entre Cuba y España, tiende inmenso sus olas el mar”. Pero eran Miguel de Teurbe Tolón y El Hijo del Damují mis poetas predilectos; del primero veía en El Juramento la más alta expresión de la dignidad cubana y gustábame repetir con acento de firmeza el último terceto: “Primero mi verdugo sea mi mano, que merecer de un déspota insolente el perdón de ser libre y ser cubano”. Y sus versos A mi madre, ¡cuántas, cuántas veces llos recité adolorido en reuniones familiares! Y del segundo gustábame recitar su oda A Campodrón, alternándola con el Canto a España de Pedro Santacilia, que conmovía con sus vibrantes endecasílabos a la juventud de mi tiempo.”

“Ya en la Universidad la muchachada se reunía en el aula, y mientras esperábamos al profesor, comentábamos las composiciones del tomo de Los Poetas de la Guerra que acababa de publicarse en Nueva York. Panchito Fabré, culto y sentimental, presintiendo quizás su próximo sacrificio heroico, exclamaba: ¡Qué honor tan grande nos espera; combatir con las armas por la independencia de Cuba!

y morir cual valiente girondino

con un himno inmortal en la garganta!

Marcos Aguirre, fácil poeta y a la vez un Hércules de veinte años, daba un puñetazo sobre la mesa y rugía con Hurtado del Valle:

¡Guerra! Con justa saña

la voz de ¡guerra! Por los aires suba

y saque a los tiranos a campaña,

porque cada criollo que hay en Cuba

tiene un agravio que vengar de España!

Ramón Campuzano, delicado y tierno, recitaba El Combate de Báguanos, de Fernando Figueredo; otro repetía Vida mía, de Ramón Roa, y mi hermano Virgilio, lacónico y sentencioso, agregaba: Todo esto está muy bien; pero cuando llegue la hora es menester que no haya rezagados”. Y así pasábamos el tiempo esperando el profesor.

Por eso he dicho siempre que fueron nuestros poetas los que despertaron más tempranamente el espíritu bélico en la generación del 95.

Los discursos de nuestros grandes oradores y varios libros y artículos publicados en la pre-guerra completaron nuestra conciencia revolucionaria y dieron forma definida a nuestros ideales de libertad.”

Fuente: Horacio Ferrer, Con el rifle al hombro, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2002, pp. 10 y 11.

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RAMIRO GUERRA Y LAS MALDITAS NOTAS A PIE DE PÁGINA

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

¿Por qué estudiar la Guerra Grande o de 1868? A los profesores de las academias militares de poco les sirve en una época en que las contiendas se deciden en bombardeos de aviones supersónicos y cohetes intercontinentales. Incluso si lo analizamos desde el punto de vista de las luchas irregulares, hay otras que despiertan más interés, como la de Vietnam, la de Colombia, para adiestrar a los ejércitos de las potencias. Pero aun así la Guerra Grande nos sigue atrayendo incluso hasta fascinarnos. ¿Por qué ese interés? La respuesta puede ser muy variada, pero lo cierto es que, después que leemos un texto o revisamos algunos documentos de aquellos acontecimientos, ya no podemos fugarnos de esa década.

Carlos Manuel de Céspedes, el iniciador de la contienda, ha sido considerado como el Padre de la Patria. Mientras la guerra, en una acertada definición de José Martí, es para los cubanos “Sagrada Madre Nuestra” [1] pese a lo terrible de aquellos años, a la mucha crueldad que ambos enemigos pusieron en práctica. Céspedes y la contienda del 68 tienen un trasfondo de buena familia. El estudioso o el simple diletante llega a ellos como el hijo que retorna al hogar luego de andar por el mundo. Allí siempre estará el amable padre de todo y esa madre que fue el inicio de una nación. Es como entrar a una sala de maternidad de un hospital, entre la sangre y el dolor está esa pequeña criatura que es el principio de todo. Nos acercamos con respeto e interrogantes a la vida que se inicia.

Ramiro Guerra Sánchez fue uno de los que quedó atrapado por aquella guerra. Incluso podemos decir que formó parte de ella. Aunque nació dos años después del fin de las acciones bélicas, en 1880, pero arrastró hasta el siglo XX lo grandioso de la epopeya. Para toda una generación cultivada no se podía hablar de aquella década sin pensar o mencionar al referido historiador.

Participantes en uno u otro bando o simples testigos elaboraron textos de diferente calidad, como testimonios u obras de análisis que parecían flotar en el ambiente cultural e intelectual de la Isla. Ramiro Guerra supo atrapar aquel conjunto de obras y las sintetizó en su libro de dos tomos La Guerra de los Diez Años, publicado en 1950.

Entró en una zona peligrosa de la historiografía, pues era un área del pasado muy estudiada además de muy polémica. Su libro alcanzó una gran relevancia que se fue incrementando en la medida en que la historia tomó dimensiones de institución en el gobierno durante los años sesenta del siglo pasado, en especial a partir del centenario del Diez de Octubre de 1868. En un país muy politizado, donde se definió una frontera de un antes y un después, se consideró tan importante la obra, que se le perdonó su sentido conservador en política y su apoyo al gobierno de Gerardo Machado y en general su activa vida en la llamada seudorrepública. Tuvo además un singular privilegio: se convirtió en un clásico. Aunque no se le leyera, se le tenía en las miles de bibliotecas personales que se fueron formando en el país al compás del interés que despertaban la historia y la posibilidad de obtener libros a bajo precio. En un ámbito historiográfico, con su libro ocurrió algo similar a lo de El Quijote, que muchos mencionan y pocos leen.

La Guerra de los Diez Años es un libro atractivo por su escritura, es una especie de diálogo con el lector, pero no creo que fue un libro popular en el sentido de que muchos lo leyeran, por su extensión, dos tomos de más de 400 páginas cada uno. Lo que sí, en un ámbito académico y universitario, alcanzó una gran demanda, en especial en la década del setenta cuando se conmemoraron los centenarios más significativos de la Guerra Grande, como la muerte de Agramonte o la Protesta de Baraguá. Se crearon incluso equipos de estudio entre la población, que elaboraban ponencias sobre esos acontecimientos. En las discusiones de aquellos breves estudios, por norma estaba presente algún tomo de su obra. Todo esto en medio de un espíritu heroico y bélico al compás de las misiones internacionalistas en Angola y Etiopía.

Fue el libro por el que la mayoría de los actuales historiadores y profesores de historia, por lo menos a los que realmente les interesaba la materia, aprendieron sobre aquel proceso. Deslumbró a toda una generación. Pero en la medida en que avanzaban los estudios históricos, actualmente varias universidades imparten la carrera de historia además de los institutos pedagógicos. Las editoriales han abierto las puertas anchas a los textos de esa especialidad. Incluso existen editoras especializadas en obras de carácter histórico.

Los dos inmensos tomos tenían una vida muy tranquila y prestigio asegurado cuando los estudiantes y los académicos chocaron con las malditas notas a pie de página. Prácticamente todas las del texto de Guerra de los Diez Años son de libros. Apenas hay una cita tomada de un archivo y, por cierto, no señala la fuente: tan solo afirma que es el diario de Céspedes, por lo que es de pensar que fue el primer diario. Esto redujo el aprecio que se tenía por el autor. En especial a partir de algunos momentos de una revisión de conceptos establecidos y que arrestados investigadores han puesto en tela de juicio, como la supuesta desaparición del aborigen o la inexistencia de la familia esclava.

Para los que nos iniciamos en los análisis de esa contienda con su obra y lo seguimos fielmente por años tratando de resolver nuestras dudas en sus páginas, fue un momento triste que tuvimos que aceptar. Quizás para algunos se convirtió en un libro más y perdió la magia con que nos acercamos a él en los años sesenta y setenta. Se convirtió en un libro que es necesario leer, pero que no es indispensable en el criterio de algunos.

Pero, ante esa crítica, podemos argumentar con sentido común que en un libro de síntesis es permitido explotar tales fuentes hasta todos los extremos. Pero, sobre todo, hay una palabra salvadora: estamos ante un gran ensayo, quizás uno de los ensayos más acabados escrito en la primera mitad de aquel siglo XX. Es cierto que hay una inmensa información detallada que no es muy común en ese tipo de obra. Pero la organización y utilización de la misma y el cúmulo de ideas novedosas para la época e, incluso, algunas no superadas todavía, nos sitúa en el sendero de ese tipo de obra. La relación de la demografía, las características geográficas y rasgos culturales comunes de los que participaron en aquella gesta es un asunto muy novedoso. La utilización de mapas, como él hizo, no era frecuente en los libros de historia.

Sigue siendo un texto orientador, se puede tener una idea de la contienda en su conjunto, pese a que hay un considerable desbalance entre su final y su inicio. Dedica el primer tomo al año 1868 y a 1869 fundamentalmente. Incluso en el segundo tomo también se le puede señalar cierto desbalance.

La obra nos gana por sus análisis mesurados en momentos en que el estudio de algunas figuras de nuestro pasado se acerca a una especie de hagiografía, digamos, científica. Guerra Sánchez trata de ser lo más objetivo posible. Incluso hasta con los defensores del imperio desdeña la pasión con que siempre se les trata y los incluye en un lenguaje abarcador y en el que se siente la separación del tiempo. En un momento en que las contiendas de independencia estaban bastante cercanas a él, vale la pena releerlo, en estos tiempos cuando no pocos estudiosos se atrincheran junto a generales y patricios o regiones históricas convertidos en ídolos intocables.

Ramiro Guerra nos seguirá acompañando más allá de las pasiones momentáneas. No se puede pensar en la Guerra Grande sin tener en cuenta su libro.

Notas:
[1] Instituto de Historia de Cuba, Las luchas por la Independencia Nacional y las transformaciones estructurales 1868- 1898, Editora Política, La Habana, 1996, p. 151.

Publicado en La Jiribilla revista cultural cubana link: Ramiro Guerra y las malditas notas a pie de página – La Jiribilla

HOLGUÍN: LOS ORÍGENES

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

Holguín: un momento de agradecimiento

Como ocurre con la mayoría de las ciudades y poblados cubanos, los interesados en el pasado han tenido exquisito cuidado en estudiar sus años fundacionales. No pocas veces más ligados a leyendas, tradiciones orales, que a la posibilidad de una objetiva demostración documental; pues no todo se llevó al papel y la tinta y, cuando se hizo, en ocasiones, tales manuscritos se perdieron o es posible que estén conservados en los archivos españoles, casi siempre inalcanzables para las modestas posibilidades de los estudiosos de esta Isla.

Casi por regla, los textos escritos giran en torno al conquistador o el colonizador hispano que fundó la Villa, que muchas veces le legó su apellido como ocurrió con Holguín.

En nuestro caso tiene la peculiaridad que García Holguín no fundó la ciudad, sino el hato donde muchos años después se creó esta. En este sentido, hemos sido respetuosos con aquel hispano en esta hazaña de la memoria. En este 300 aniversario de la fundación de la ciudad en el 2020, debemos tener un momento de agradecimiento hacia algunos fundadores poco recordados.

No podemos olvidar los holguineros que tenemos una gran deuda con una ciudad cercana: Bayamo. Este territorio durante siglos fue parte de ese municipio. Se le llamaba la costa norte de Bayamo. Muchos de sus pobladores eran originarios de la vecina población. Deberíamos acercarnos a nuestros orígenes y dedicar un día o una tarja que conmemore esa relación secular.

Fue, por cierto, un alcalde bayamés, el que dio el impulso inicial para la creación de esta plaza. Don Bartolomé Luis de Silva y Tamayo, en uno de los recorridos que debía hacer por las tierras de su jurisdicción, comprendió las posibilidades que existían en esta región para fundar un caserío. Los vecinos vivían dispersos en este inmenso territorio. Debió ser hombre no solo de autoridad, sino propietario del don del convencimiento, pues logró que los futuros holguineros llegaran a la comprensión de la fundación del poblado.

Seguramente influyeron en la decisión de escoger este lugar, todas las ventajas que presentaba por su situación. Bastante alejada de la costa para evitar, o por lo menos dificultar, la incursión de piratas y corsarios. Es cierto que ya en esta época estaban en franca decadencia, pero el océano es suficientemente grande para que cualquier guerra, alteraciones y crisis los hiciera reverdecer. Pero tampoco estaba tan alejada de estas para que no se beneficiara con las acciones marítimas que se desarrollarían en aquellas inmensas planicies acuosas.

El lugar escogido por su situación geográfica no podía ser mejor. Era aquel un pequeño valle de unos 12 kilómetros de extensión conocido como Cayo Llano. Estaba rodeado de pequeñas alturas, la mayor de ella de 375 metros sobre el nivel del mar.[1]

Aunque desde antes vivían en esta zona algunos vecinos, no podemos considerarlo como una población. Ya en 1704 aparece en un mapa la región con el nombre de Holguín.[2] Siguiendo los caminos de la tradición, se considera que la fundación del poblado se efectuó el 4 de abril de 1720 con una misa.

Otro asunto que debíamos los holguineros agradecer y recordar es que, al crearse la ciudad, se hizo en una estructura regular, en cuadrícula, según exigía la recopilación de las leyes de Indias de 1525, implantadas a partir de 1647, y las ordenanzas de Cáceres promulgadas en La Habana en 1641, las cuales rigieron en todos los pueblos de la Isla y exigían el modelo romano para la fundación de pueblos.[3]

Gracias a eso tenemos esta ciudad, por lo menos en su parte colonial, con sus calles rectas, los bellos parques y, en general, el orden urbanístico que heredamos. Aunque muy trasformado en el siglo XX en los nuevos barrios creados. Hay otros vecinos a los que también debemos un agradecimiento esencial: los primeros habitantes de esta tierra. El historiador Minervino Ochoa Carballosa hizo un análisis, en un texto aún inédito, del que nos autorizó a citar un fragmento y que, por medio de la definición del nombre que se le ha dado a aquellos primeros vecinos, nos sitúa en un grupo que ha evolucionado y ya no podemos llamar aborígenes:

“En este caso, se acepta la denominación de indios para diferenciarlos de los aborígenes que habitaban el archipiélago cubano antes de la llegada de los europeos y mantenían una pureza cultural. Ya estos habían perdido la castidad ante el embate, no solo guerrero, sino también cultural del europeo.

“En general, son los que mantienen vivo su origen étnico durante la etapa llamada de contacto y transculturación. Sus reminiscencias históricas se localizan hasta el siglo XVIII en la región holguinera”. Entre los que crearon esta ciudad, de seguro, se encontraban no pocos de los que el colega define como indios. Quizás imposible hoy determinar el número de ellos y sus descendientes entre aquellos primeros holguineros. Pero recuerdo y homenaje mayor les corresponde a los africanos y descendientes, los que llegaron bajo el yugo de la esclavitud y se convirtieron en grupo fundamental de nuestra nacionalidad. Las escasas fuentes disponibles de aquellos años fundacionales nos impiden determinar su número y menos su nombre. Los caminos de la Isla pasan por África, que ha dejado una huella fundamental, junto con la cultura española, en nuestro pasado y presente.

Todos parecen haber dado su aporte a la construcción de estas casas, calles y plazas que hoy conforman la ciudad de gente de orgullo sano y emprendedor.

Fundación de la ciudad de Holguín

La fundación de la ciudad de Holguín fue un proceso largo que se inició, prácticamente, con la conquista de la Isla y el establecimiento de los primeros españoles en el territorio del norte de Oriente. Bartolomé Bastidia fue uno de los primeros pobladores del territorio donde se fundara la ciudad muchos años después.

Luego vendió sus propiedades y la encomienda a Diego de Lorenzana y a García Holguín. Este último le dio nombre al territorio. La vida de García Holguín está más relacionada, respecto a su vinculación con la ciudad, con la leyenda que con la realidad. De Cuba se trasladó a México y tuvo un papel importante en la conquista del imperio azteca. En medio del despoblamiento de la isla de Cuba, los primeros colonizadores eran atraídos por la riqueza del continente. García Holguín retornó a su hato y dejó familia que lo heredó a su muerte. Por lo menos esto afirma la historiografía local.

Este es uno de los temas más debatidos por los historiadores. La suerte de este conquistador en nuestro criterio es poco importante, pues su aporte más significativo fue el de su apellido, con el cual se bautizó el territorio. Quizás también dio el primer sustento a la añoranza de los vecinos de esta tierra cuando, por diversas razones, se vieron obligados a emigrar dentro o fuera de la Isla. En caso de ser cierto su retorno, fue una fidelidad gigantesca, si tenemos en cuenta que cambió las esplendorosas tierras mexicanas con todas sus riquezas por su mísero hato cubano.

El territorio de lo que luego fue la ciudad y jurisdicción de Holguín, quedó enmarcado en el municipio de Bayamo. Tierras altas de Maniabón o costa norte de Bayamo fue llamado. El lento poblamiento de vecinos, llegados posiblemente de Bayamo, así como de aborígenes y algunos africanos, fue ocupando paulatinamente estas tierras. Ya en 1719 los vecinos de la región sumaban unos 450. La ganadería y luego el cultivo del tabaco, serían los principales renglones de la economía local. Se conformaron algunos caseríos insignificantes. En uno de ellos, el de Managuaco, se fundó una ermita, según la tradición, el 5 de octubre de 1692.

La construcción de esta ermita demuestra la existencia de una población de cierta relevancia en los parámetros de la época, que requería la atención de la iglesia. Los holguineros soñaban con la construcción de un pueblo.

Fue un bayamés, Bartolomé de Silva y Tamayo, alcalde ordinario de Bayamo, en una de las visitas a la que estaba obligado a realizar periódicamente al territorio bajo su jurisdicción, quien convenció a un grupo de vecinos para que formaran una población. Para esto se escogió el lugar donde actualmente se encuentra la ciudad. No existe una fecha exacta de la construcción del pueblo. Según el historiador José Novoa Betancourt, entre los años 1717 y 1719, se produjo la mudada y construcción del pueblo; mientras que en 1720 se oficializó este. En 1726 el caserío contaba con una iglesia y sesenta casas de guano, las que podían albergar alrededor de 300 personas.

El gobernador del departamento oriental aprobó en 1726 que se instituyera el cargo de teniente de justicia y capitán de guerra. En 1752 Holguín se constituyó en municipio. En aquellos momentos, en las tierras que estaban bajo la jurisdicción del municipio, residían 1291 personas. La ciudad irá creciendo paulatinamente hasta terminar convertida en una de las más pobladas de la Isla.

La ciudad en una Mesopotamia

Holguín es conocida como La Ciudad Cubana de los Parques: “Estos espacios urbanos están indisolublemente ligados al desarrollo histórico y social de la urbe, al extremo de afirmarse que la historia de Holguín es la de sus plazas”.[4] Aunque también podía llamarse la ciudad en una Mesopotamia. La población se formó entre dos ríos que parecen intentar abrazarla.

El valle de colinas suaves que dejan espacios suficientes para futuros caminos, fue la primera señal que debieron recibir quienes se iniciaban en el tránsito de conquistadores a colonizadores, en el siglo XVI cubano. Había llegado García Holguín en épocas tempranas, y luego de muchos avatares en el Nuevo Mundo, iba a establecer su hato en aquella tierra de tanto verdor que cansaba la vista. De seguro que entre tanto árbol no distinguió los ríos hasta que ya tropezó con la humedad. Lo atravesaron sin dificultad, pues había vado suficiente para ello. Fue exploración inicial hasta que descubrieron que se encontraban rodeados de agua. Estaban en una verdadera Mesopotamia. Aquellos ríos sin nombre fueron bautizados como Fernando e Isabel, recordando a los reyes españoles que habían apoyado la empresa del descubrimiento. Rodeado de indios y de seguro de otros hispanos, García Holguín inició el establecimiento de su hato. La tradición, más que la demostración histórica, sitúa el acontecimiento el 4 de abril de 1545.

El agua, que siempre ha sido difícil en la región, fue asunto de seguro a tener en cuenta a la hora de elegir un territorio para fundar la población en las primeras décadas del siglo XVIII. Se le llamó Holguín. No podía haber mejor asiento para el futuro desarrollo demográfico que el espacio sólido entre los dos ríos. Mucha llanura para trazar calles rectas y bastante agua para satisfacer la gran sed de la civilización.

La ciudad de Holguín, desde aquellos momentos, quedaría estrechamente ligada a ambos ríos. Muy pronto comenzaron a ser incluidos en la vida común. Los nombres resultaban demasiado lejanos para esta gente de acá que, paulatinamente, comenzaron a olvidar la península. Una decisión que hoy es anónima renovó el bautizo. Marañón fue designado uno de aquellos riachuelos, siguiendo el criterio de esos árboles frutales que debieron crecer en algunas de sus márgenes. Al otro se le designó como Jigüe, personaje de la mitología africana. De esa forma se incluía por decisión popular a esa cultura tan importante para el cubano.

Los ríos eran los límites lejanos de la población. La ciudad crecía despacio como si temiera llegar a aquellas fronteras húmedas de su feudo. Se situó el cementerio del otro lado del Jigüe. Traspasar los ríos era sinónimo de lo distante. Del otro lado del Marañón debía ser símbolo de lo desconocido para los más cautos en el andar. Los vados se mostraban demasiados inseguros en tiempo de lluvia, por lo que se recurrió a los puentes. Rústicos y de madera inicialmente, de arcadas y de materiales más sólidos los que los sustituyeron. La ciudad comenzó a rebasar los límites del río.

Las calles que morían en la hierba y las arboledas fueron avanzando paulatinamente hasta situar sus extremas vanguardias en los ríos. Luego fue el salto de la ciudad, que incursionó en las otras márgenes. La ciudad, que había vivido en buena armonía con los ríos, se volvió glotona. Sus vecinos comenzaron a construir sus casas muy cerca de las márgenes. Era como si no se quisiera dejar los marcos de la Mesopotamia. Por último, los más arriesgados arrinconaron a los arroyos nobles ocupando sus desagües naturales. En ocasiones el Jigüe y el Marañón llegan reclamando lo que justamente es de ellos. Pero en lugar de prados por donde se fuguen sus aguas, encuentra muros, puertas, ventanas, techos… Las aguas sorprendidas por el inesperado descubrimiento realizan una protesta salvaje, penetrando por cuanta rendija encuentran a su paso, confiscando muebles y televisores, radios y refrigeradores que van aguas abajo en demostración de que la naturaleza tiene fronteras inviolables Pero luego los ríos vuelven a su cauce. Se recogen sobre sí con cierta timidez, no siempre comprendida. Los vecinos de la ciudad, como si quisieran vengarse de sus furias, los han convertido en cloaca abominable. Viven los ríos muy tristes. Los nobles que brindaron sus aguas y frescuras a sus vecinos y que han hecho esta tierra fértil para que cada patio conserve un breve esbozo de bosque, han sido ofendidos y humillados en su esencia.

Hoy la ciudad necesita no ir a los tiempos iniciales de tanta furia humana, sino retomar el sentido de la civilización de convivir con la naturaleza, y hacer del Jigüe y el Marañón lo que fueron y deben ser los viejos amigos de la ciudad.

Bibliografía:
Mayra San Miguel. Hernel Pérez y José Novoa Betancourt, Síntesis Histórica Municipal de Holguín, Ediciones Holguín, Editora Historia, La Habana, 2010.

José Novoa Betancourt: Contribución a la Historia colonial de Holguín 1752-1823, Ediciones Holguín, 2001.

Referencias:

[1] Ángela Peña Obregón: Dos siglos de arquitectura, Ediciones Holguín, 2001, p. 11.

[2] Ídem.

[3] Ibídem. p. 13.

[4] Ángela Peña Obregón: La ciudad de los parques, Ediciones Holguín, 2016, p. 9.

Publicado en La Jiribilla revista cultural cubana link: Holguín: los orígenes – La Jiribilla

Carlos Manuel de Céspedes, análisis de su poesía, de lo regional a lo cosmopolita

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

El regionalismo jugó un papel muy importante en las guerras de independencia de Cuba. Primero fue un factor de unidad, pues agrupó a los vecinos de las diferentes comarcas que se sublevaron alrededor de sus líderes.

Pero cuando fue necesario ver la guerra como un asunto de todo el país el regionalismo fue desastroso pues muchos no querían salir de sus comarcas lo que debilitaba al Ejército Libertador.

Territorios como el de Tunas, Bayamo, Camagüey entre otros se caracterizaron por fuerte amor de sus vecinos al terruño natal. Holguín no fue una excepción. Aquí apoyaron movimientos donde el regionalismo y el caudillismo eran importantes como Lagunas de Varona, Santa Rita, incluso se creó un cantón independiente que se separó de la República de Cuba mambisa.

El regionalismo ha sido analizado desde diferentes puntos de vista. Pero en este caso queremos ver como se reflejó ese amor por el terruño natal en la poesía. Hemos tomado los poemas de Carlos Manuel de Céspedes, para tratar de entender ese fenómeno tan importante en el pasado cubano.

Una de las figuras más complejas de la guerra de 1868 es Carlos Manuel de Céspedes, estamos ante un hombre que podríamos considerarlo de ideas cosmopolitas, de un accionar universal pero también encuadrarlo en los mecanismos mentales de los caudillos de las llanuras del Cauto. La mayoría de los altos oficiales del Ejército Libertador, al inicio de la guerra, pertenecían a antiguas familias. Tan solo en Bayamo y Puerto Príncipe, de un estudio realizado con 27 de los generales y coroneles que se alzaron en 1868 de sus antepasados de dos de ellos llegaron en el siglo XVI, de diecisiete en el siglo XVII, de seis en el siglo XVIII y de dos a principios del XIX. (1) Esto le creaba un vínculo muy estrecho con las regiones donde se habían establecido estas estirpes. La familia de Céspedes pertenecía a este exclusivo club de la élite. Por la parte del padre residían en Bayamo desde la primera mitad del siglo XVII. (2) Había un profundo orgullo de haber nacido en estas comarcas. Uno de estos futuros generales insurrectos del oriente de la isla le expresaba a un amigo en 1856:

[…] ofrecí escribirle algo sobre las costumbres de los campesinos de este país que usted desea tanto conocer, y cuando digo este país no crea que hablo de nuestra isla de Cuba en general, no: yo trato de la comarca que ocupa la gran faja de tierra entre los rios Yara y Jibacoa. (3)

Gente para los que parece que fuera de estos vastos herbazales, que han ido creciendo al impulso de los ricos sedimentos dejados por el Cauto, el mayor de los ríos cubanos, no existe otro universo. Se pulsa en ellos ese orgullo que Céspedes llevó al papel al escribir en respuesta a unos pobres diablos que azuzados por la envidia lo despreciaron por Guajiro: “[…] yo tengo a mucho honor haberme criado en los campos menos esclavos de Cuba.” (4) En su poesía Céspedes refleja ese orgullo.

Los accidentes geográficos de su región natal en su criterio no tienen comparación con los de otros lares. No parece existir río más hermoso sobre la tierra que el Cauto al que en vibrante poesía describió:

Al Cauto.
Naces ¡oh Cauto!, en empinadas lomas
bello, desciendes por el valle ufano,
saltas y bulles, juguetón, lozano,
peinando lirios y regando aromas

Luego, el arranque fervoroso domas,
y, hondo, lento, callado, por el llano
te vas a sumergir en el Océano;
tu nombre pierdes y sus aguas tomas. (5)

Incluso en la presurosa corriente de aquel río se tiende a resumir todos los sentidos de la vida humana, pues según el poeta:

Así es el hombre. Entre caricias nace;
Risueño, el mundo al goce le convida;
Todo es amor y movimiento y vida

Mas el tiempo sus ímpetus deshace,
y, grave, serio silencioso, umbrío,
baja y se esconde en el sepulcro frio. (6)

Céspedes se siente tan impresionado ante el pico Turquino, como Heredia en su momento ante las cataratas del Niágara. Al igual que aquel también debió de hacer un desesperado llamado a su musa y bien podía iniciar su poesía con similares versos a los de Heredia:

Dadme mi Lira dádmela que siento
En mi alma estremecida y agitada
Arder la inspiración (7)

Escribió una poesía que tituló “Al pie del monte Turquino” en la que nos sitúa ante el caminante que, inesperadamente, ha chocado con la mole gigantesca de piedra y tierra que empequeñece la condición humana;
Cuando contemplo tu elevada cumbre,
soberbio monte, levantarse al cielo;
cuando miro tu mole y pesadumbre,
tu enorme base y nebuloso velo,
y las corrientes límpidas de plata
que tu seno basáltico desata;

cuando miro tu larga cabellera
de altos pinos mecerse en el espacio,
y hender audaces la celeste esfera,
coronados de zafir y topacio
y que ilumina tu gallarda frente
el lucero del alba refulgente;

entonces en pensamientos encontrados
me confundo a la vez, terrible monte,
y sólo ven mis ojos apagados
tu sombra oscurecer el horizonte,
tu, gigante, que alzas la cabeza,
y es pequeña a tus pies toda grandeza. (8)

Hay cierto orgullo porque en su tierra natal se encuentra una montaña de tales proporciones que al contemplarla reduce la condición humana.
Edificios de su tierra natal como la Torre de Zarragoitía dejaron huella en la sensibilidad, en su visión regional que siempre lo acompañó. Esta residencia está situada en el extremo suroeste de la ciudad de Bayamo y tomó su nombre de su último propietario Ignacio Zarragoitía de quien “Varias leyendas circulaban en torno a esta persona, que aparece rodeado de un halo de misterio, al igual que la propia torre”. (9) En una sobredimensión de la imaginación a los ojos de Céspedes el inmueble inscribe su estructura en la mitología que rodean las ciudades antiguas y en un breve poema que le dedica parece compararlo con Notre Dame o a la Abadía de Battle.

Yo no pregunto, derrocada torre,
cuál fue tu suerte en tus primeros día;
mas cuando por tus salas, ya vacías,
como un blando gemido, el viento corre,

el velo del pasado se descorre
formas revisten tus cenizas frías,
aun resuena el rumor de las orgías,
un suspiro aun tus bóvedas recorre. (10)

La hacienda ganadera, el sitio de labranza, el bohío del guajiro, está en sus bocanadas de sensibilidad y que él registra en un momento de desgarramiento y reconocimiento a sus raíces que lo aleja de los “halagos del suicidio.” (11)

Halléla en los ganados que bramando
se acercan al aprisco perezosos;
halléla en los guajiros cabalgando
sobre potros indómitos fogosos, (12)

Con poca modestia pero mucha verdad nos dice de su vida en los campos, de las planicies del valle del Cauto: “Aunque soy tan buen jinete como el mejor sportman del Jockey Club, pues me he educado sobre el caballo a la manera de los tártaros cabalgando por las inmensas sabanas de la isla de Cuba… (13) Aunque Céspedes estaba orgulloso de su tierra natal y en especial del oriente de la isla pero hombre de dimensiones universales fue capaz de superar esos límites y convertirse en una figura fundamental en la historia de Cuba.

NOTAS
1-Jorge Ibarra Cuesta: Marx y los Historiadores Ante la hacienda y la plantación esclavista Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2008, pp. 291 a la 299.
2–Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo. Carlos Manuel de Céspedes. Escritos, Editora de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, t I, p 11.
3–Pedro Figueredo “Excursión a la gran sabana de Yara” en la Piragua, La Habana, 1856, p 55-6 76-8, 102-6. Citado por Jorge Ibarra. Regionalismo y Esclavitud Patriarcal en los Departamentos Oriental y Central de Cuba En Revista Anales del Caribe. Centro de Estudios del Caribe. Casa de las Américas, Número 6, 1986, p 30.
4–Ibídem. p. 22.
5–Fredo Arias de la Canal, Céspedes Padre de la Patria cubana sus apóstoles, Frente de Afirmación Hispanista. A.C. México, 2008. p. 3.
6–Ídem
7–José Fornaris, Joaquín Lorenzo Luaces, Cuba poética, Edición Facsimilar, Frente de Afirmación Hispanista. A.C. México, 2018. p 24.
8–Fredo Arias de la Canal, ob. cit. p. 5.
9–Ludín Fonseca García, Bayamo: toma, posesión y quema (1868 1869) Dionisio Novel e Ibáñez, Fernando Figueredo Socarrás, Antonio Miguel Alcover Beltrán, Ediciones Bayamo, 2013, P. 72.
10–Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo, Carlos Manuel de Céspedes: escritos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1982, tomo I, p. 401.
11– Ibídem. p. 406.
12–Ibídem. , p. 407.
13–Ibídem. p. 455

La familia del casquito

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

Entre 1957 y 1958 se llevó a cabo en Cuba una intensa lucha guerrillera contra la tiranía de Fulgencio Batista. La historiografía ha estudiado aquellos acontecimientos dedicándoles numerosos libros.

Pero hay un camino abandonado y es la participación de la mujer y la familia en general en la guerra. Se han realizados estudios sobre las féminas que combatieron en el lado rebelde pero las esposas, las madres, las hijas de los revolucionarios que no marcharon a las guerrillas o a las células clandestinas son menos conocidas. Tampoco las mujeres que no tuvieron una militancia política en uno u otro bando han tomado boleto en ese tren del olvido.

Las menos recordadas de todas fueron las que integraron las familias de los represores. Las esposas, amantes y novias de los militares tal parece que no existieron en aquellos años cruentos. El pueblo llamaba a estos soldados “casquitos”, en especial a los incorporados por medio del Servicio Militar Emergente para enfrentar el desarrollo de la lucha revolucionaria. No pocos militares llevaron con ellos a sus esposas a los poblados donde estaban dislocadas sus unidades. Estas, de pronto, se vieron inmersas en el universo bélico. ¿Fueron simples espectadoras, siguieron a sus hombres y aceptaron sumisamente la decisión del varón o realmente tenían un criterio político? Para tal pregunta no tenemos respuesta y a estas alturas, es difícil encontrarla.

Se dieron casos que las esposas de militares ante un ataque se refugiaron en los cuarteles. En el poblado de Alto Songo uno de los puntos elegidos por el ejército para la defensa fue el ayuntamiento. Las mujeres de algunos soldados, con sus hijos los acompañaron. En el combate los rebeldes incendiaron el edificio: “Una nota dramática se unía al suceso: en el edificio se encontraban varios familiares de los empecinados defensores incluidos mujeres y niños, situación que los rebeldes desconocían. La evacuación hubo que realizarla desde el tercer piso, utilizando unas sogas como improvisadas escaleras, ya que las llamas impedían la salida por la vía normal.” (1)

Otro ejemplo se dio en de Sagua de Tánamo cuando la guarnición fue sometida a un largo sitio por los rebeldes en diciembre de 1958. En los últimos días del combate un grupo de soldados lograron escapar hacia los campos cercanos. El objetivo era intentar llegar hasta Cayo Mambí controlado por el ejército, la esposa de uno de uno los militares los acompañó, la mujer y el grupo fueron capturados. (2) Mientras en Imías, en la zona de Baracoa la esposa de un militar se refugió en el cuartel durante el ataque rebelde. Fue herida y capturada por los guerrilleros, la atendieron como pudieron pero sin recursos la llevaron a la base naval y la dejaron en una de las puertas con una veintena de soldados heridos y solicitaron que fueran atendidos en uno de los hospitales de esa instalación militar. Tan solo la mujer y un herido muy grave fueron admitidos en un hospital de la base. Los otros fueron abandonados por las autoridades de la base bajo el sol hasta que en una fragata de la Marina de Guerra Cubana los trasportaron a Santiago de Cuba.

Pero hasta donde sabemos estos fueron casos excepcionales, lo más común era que las mujeres de los militares cuando los rebeldes sitiaban la guarnición donde estaban estos trataran de mediar para que sus esposo cesaran la resistencia. Quizás por su condición de madres, tenían más sentido común y se dejaron aturdir menos por consignas y senderos políticos que engatusaron a sus hombres. Mucho antes que sus belicosos maridos, ellas se dieron cuenta que la dictadura se desplomaba.

Durante el ataque a la guarnición de Cueto (3) entre el 8 y el 9 de noviembre de 1958 se dio una situación que se repetiría en otros lugares. Varios militares tenían familiares en el poblado, por lo que esposas y madres de algunos sitiados se brindaron para tratar de convencer a sus seres queridos para que cesaran en la resistencia. El jefe de las fuerzas rebeldes narró en estos términos aquellas negociaciones:

“En esas condiciones varias mujeres esposas y madres de soldados, se acercaron a nuestros combatientes para que les permitieran llegar al lugar donde estaban atrincherados y pedirles que se rindieran. Las autorizamos y hasta cierto punto aquello ablandó a los batistianos. A esa importante y humana labor se unió un comerciante que tenía su establecimiento al lado del edificio donde el enemigo estaba atrincherado” (4)

Los mediadores intentaron acercarse al cuartel pero los soldados dispararon sobre sus cabezas para dispersarlos, estos insistieron y varias madres y esposas hablaron por medio de un altoparlante pidiendo la rendición a sus parientes. Se organizó una nueva manifestación de familiares de los soldados. El jefe batistiano aceptó entrar en conversaciones para la rendición. La que se produjo horas después.

En el sitio de Sagua de Tánamo unas mujeres de militares pidieron permiso para llevarles comida a sus maridos. Un oficial rebelde “…le plantea a las mujeres que si están dispuestas a llevar un mensaje al jefe de las garitas. Una de ellas, esposa del sargento Carbonell se ofrece…” La mujer llevo la carta. Las buenas intenciones de esta mujer no se cumplieron. Los soldados que defendían esas posiciones llamadas garitas, aceptaron una tregua que aprovecharon para escapar asesinando a dos guerrilleros. (5) La mayoría fueron capturados poco después.

El cuartel de Báguanos fue atacado en la noche del 31 de diciembre de 1958 por las tropas rebeldes. Sobre las ocho de la mañana del siguiente día enterados los atacantes de la fuga del tirano se lo comunicaron a los atacados. Los soldados no creían la noticia por lo que. “… se envió a una joven, esposa de uno de ellos, con un mensaje para su jefe, en el cual se explicaba la situación. La muchacha regreso informando que no creían en la noticia, por lo que se le volvió enviar, pero esta vez con un radio, para que ellos mismos la escucharan.” (6)

La guarnición continuó combatiendo hasta las 5 de la tarde en que se rindieron. Durante el desarrollo de la guerra si el marido fallecía en el combate estas mujeres quedaban en una gran indefensión. Casi siempre el salario del militar era la única entrada en el hogar. Residían en poblados reducidos, de escasas posibilidades laborales para una mujer. Aunque el ejército cuando se producía el fallecimiento de uno de sus integrantes en acción llevaba a cabo una indagatoria con los familiares más allegados del infortunado para saber sus necesidades. Desconocemos si cumplían las promesas que le realizaban a la viuda o la madre del desdichado militar. Sabemos de una mujer cuyo esposo fue capturado en un combate, hizo un desesperado esfuerzo para recibir ayuda del ejército. Le escribió al jefe de las fuerzas armadas:

Sra. Ramona Rodríguez
Esposa del Soldado Emiliano de Diego
CACOCUM, Prov de Oriente
Cacocum, Oriente, Junio 4 de 1958
Al Mayor General
Sr. Francisco Tabernilla y Dolz
Mayor General en Jefe del Estado Mayor Conjunto
Ciudad Militar
Respetable Mayor General:

Con vuestra benevolencia por Ud. tengo el honor de tomarme la facultades de escribirle a Ud. estas líneas porque la situación que atravieso tristemente me encuentro desesperada y desamparada.

Soy la esposa del Soldado Emiliano de Diego destacado en el Escuadrón 71 del Regimiento 7 CALIXTO GARCIA de Holguín y el estando destacado en el Puesto de la Guardia Rural de MIR, Oriente fue sorprendido dicho Puesto el 31 de Marzo por los Rebeldes.

Desde esa fecha no he tenido noticias ninguna y me he dirigido al Regimiento haber si es posible se me facilite parte del sueldo de mi esposo ya que no tengo recursos de ninguna clase pues mi esposo era el ÚNICO sostén que tengo para mí y mis dos pequeños niños y hasta esta fecha nada me ha resuelto el Regimiento, y como hasta mi han llegado rumores que se quiere juzgar a mi esposo por cobardía yo sabiendo como son las cosas me dirijo a Ud. para aclarar que nada de esto es cierto, pues testigos presenciales saben que fueron cogidos a traición y en estas condiciones no es posible defenderse y yo viendo tanta injusticia que tras de verse prisionero también según rumores o decires lo piensan juzgar por otra causa injusta.

No teniendo consuelo en estos momentos y sufriendo por todos lados ya que como repito el único que contaba era con lo que el ganaba y al no tenerlo a el considere la situación económica estoy pasando y espero se me atienda en esta suplica que es justicia que pido y las versiones o rumores espero sean falsas para tranquilidad mía y honor de mi esposo que ha sido siempre fiel y antiguo soldado del Ejército del cual vivía orgulloso y satisfecho.

Por todo lo expuesto a Ud. suplico muy encarecida y respetuosamente se me atienda a mi triste situación y en honor al prestigio de mi esposo como pundonoroso militar.

Sin mas y en espera de sus noticias, quedo de Ud muy respetuosamente su amiga y S.S:S.-
Sra. Ramona Rodríguez de Diego
CACOCUM, Oriente. (7)
El general Tabernilla solicitó el criterio del jefe del Regimiento 7 al que estaba subordinado el esposo de Ramona.
16 de Junio de 1958
General en Jefe
Francisco Tabernilla y Dolz, MMNP
Jefe del Estado Mayor Conjunto
Cuartel Cabo Parrado.
Ciudad Militar.

Mi Querido Jefe y amigo:

Acorde con la carta de fecha 4 del actual, que le ha dirigido la SRA RAMONA RODRIGUEZ, esposa del SOLDADO EMILIANO D DIEGO, del Escuadrón 71 de la Guardia Rural, que fue prisionero, por los forajidos que atacaron el Cuartel de Mir, tengo el honor de informarle lo siguiente:

En el informe emitido por el Teniente Cor. Julio Diez y Díaz, MMP,(8) en relación con el caso que nos ocupa, dicho Oficial Superior participa, que el soldado Emiliano D Diego, junto con el Jefe del Puesto, son los mayores responsables de la destrucción de dicho Cuartel por el primero o sea el Soldado Diego, que cubriendo su turno de imaginaria (9)y teniendo en su poder la mejor armas del Puesto, en lugar de repeler la agresión, como era su deber, a los primeros disparos de los atacantes, hubo de gritar, “NO ME TIREN QUE SOY BUENA GENTE, palabras estas, que fueron oídas por un Soldado de apellido Rosales, y sin hacer un solo disparo, caminó desde la puerta hacia donde estaban los forajidos, entregándose a los mismos, habiendo cometido con esto un delito de cobardía, toda vez que de repeler la agresión, hubiera dado tiempo a que sus compañeros se prepararan para la defensa, pudiendo quizás, si hasta evitar la destrucción del Cuartel, y aun mas rechazar el ataque.

Como Ud, podrá apreciar, mi querido Jefe, la conducta de dicho Soldado, que se supone prisionero del enemigo, no fue la que debió de esperarse de él, como Militar, digno y responsable y con concepto de la alta misión, de que lo ha investido la Patria.

Reciba como siempre el afecto sincero, de su leal subalterno, comp. y amigo.
D Sogo Hernández, MMNP
Brigadier Jefe Regimiento Nº 7 de Guardia Rural (10)

Años después un guerrillero que participó en aquel combate esclarecería que el referido soldado combatió con su ametralladora hasta agotar el parque bajo el fuego, sin protección alguna, ante la amenaza de que le iban a lanzar una granada se rindió. (11) La culpa del desastre era de la jefatura del Regimiento que había situado aquel puñado de soldados en un cuartelito de madera, sobre pilotes sin posibilidades de defensa, en momentos en que las guerrillas operaban en la zona. La mujer con los dos hijos fue abandonada a su suerte. Estamos ante la historia de unas dobles perdedoras; por ser esposas de soldados del ejército vencido y por su condición de mujeres. Es una visión de la historia de la guerra que esta por escribir.

NOTAS
1–Comisión de Historia de la Columna 17 Triangulo de Victorias, Columna Numero 17 Abel Santamaría. Editorial Verde Olivo, La Habana, 2008, P 200
2–Comisión de Historia de la Columna 19 “José Tey”, Columna 19 “Jose Tey” Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1982 pp. 366 -367
3–Cueto hoy es un municipio de la provincia Holguín en la época pertenecía al municipio Mayarí.
4–Comisión de Historia de la Columna 17 ob.cit., p. 231
5–Comisión de Historia de la Columna 19 “José Tey”, ob. cit. pp. 365- 366
6–Comisión de Historia Columna No 16, “Enrique Hart”, ob. cit. p. 239
7–Instituto de Historia de Cuba Archivo del Ejercito de Cuba 24/5.1/6:1.2/ 1.127
8–Mérito Militar y policiaco, una condecoración otorgado por el ejército.
9–Estaba de centinela frente al edificio del cuartel.
10–Instituto de Historia de Cuba Archivo del Ejercito de Cuba 24/5.1/5:1.2/1-127
11–Entrevista a Oscar Orozco Viltres por Jose Abreu Cardet el 15 de mayo del 2010.

El 24 de febrero de 1895 en Holguín: Una ola que se fue extendiendo

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

El fracaso del Plan Fernandina con la incautación, el seis de enero de 1895, por las autoridades de los Estados Unidos de los barcos que debían de trasladar a Cuba a los principales líderes de la guerra y armas para que esta estallara en todo el país, creo una situación difícil para los revolucionarios. Pero con ese sentido de lo poco lógico que, en ocasiones, predomina en los movimientos revolucionarios, al divulgarse por la prensa del fracaso se incentivaron los ánimos. José Martí firmó la orden del alzamiento.

Este se produjo el 24 de febrero en diferentes lugares de Oriente y en Matanzas. En este último fracasó pero en Oriente se extendió rápidamente por la región. Se produjeron alzamientos, simultáneamente, en Santiago de Cuba, Guantánamo, Jiguaní, Baire, Manzanillo, Bayamo, Holguín y otros lugares.

En Holguín aunque inicialmente con menor intensidad que en otros lugares, pues un grupo de veteranos de 1868 estaban comprometidos con Antonio Maceo y esperaban la llegada de este para alzarse. Holguín formo parte junto con Santiago de Cuba de un departamento.

Maceo en varias ocasiones operó en este territorio lo que lo convirtió en un líder de arraigo. Pero a partir del 24 de febrero comienzan a producirse alzamientos. El del 24 de febrero no fue un estallido inesperado como ocurrió en otras comarcas. Fue más bien como una ola que se fue extendiendo por la zona. Es un proceso que se inició el 24 de febrero y se extiende por marzo y abril. Toma especial auge con la llegada de Antonio Maceo.

Desde Manzanillo acudió el catalán José Miró Argenter de gran arraigo en la zona. Había residido en la comarca y dirigió el periódico autonomista La Doctrina, que nucleó a un grupo de independistas y se caracterizó por atacar al régimen colonial. La presencia de Miró incentivó el movimiento revolucionario.

Un factor muy importante fue el alzamiento de un grupo de veteranos del 68 que estimularon el movimiento y les dieron confianza a los jóvenes que se incorporaban. Entre estos se encontraba Luis de Feria Garayalde veterano de la guerra de 1868 y de la llamada Guerra Chiquita. Este se alzó en Tacajó. Decenas de miembros de su familia lo siguieron. No menos importante fue el comportamiento del combatiente de la guerra de 1868 Remigio Marrero tenía 67 años, Luis de Feria tenía 60. Estos hombres debieron hacer un esfuerzo considerable para soportar la nueva campaña. Modesto Fornaris Ochoa el último capitulado de la guerra grande también lo secunda. Guillermo Cardet, veterano del 68 “…hombre de ilustración poco común, y muy significativo en la guerra del 68” (1).

Otros veteranos del 68 como Bruno Mariño y de prestigio en la zona de Banes comandó un nutrido grupo de campesinos, Modesto Aguilera Maldonado da el ejemplo en la zona occidental de Holguín. Deja todos sus negocios y se suma a la guerra.

El alzamiento de personas de arraigo en su zona, aunque no habían participado en la anterior contienda, también fue un factor movilizativo a tomar en cuenta. En Banes dio el ejemplo Juan Vicente Cárdenas “…joven de esmerada educación y sólida posición económica, el hombre más querido en toda la región de la ensenada” (2) En ese época Banes era conocida como La Ensenada. Pedro y Elpidio Quiñonez ambos acomodados terratenientes de los Berros también se suman a la Revolución.

La mujer estará presente en el movimiento revolucionario. El médico Faustino Sirven, se alza y lo acompaña su hermana la señorita Mercedes Sirven, Alcibiades de la Peña graduado en la Universidad de Oviedo “… de antigua y rica familia holguinera con su esposa la señora Aniceta García, española de nacimiento que lo acompañó en la guerra y prestó estimables servicios a la revolución” (3) p 122“…Primitivo Aguilera, a quien acompañaba su joven esposa Angelita Gonzalez Tor valerosa mujer que expuso muchas veces su vida y sirvió de enfermera a muchos heridos…” (4)

La geografía revolucionaria de la zona ha cambiado. Territorios de larga tradición integrista durante la Guerra del 68 ahora estarán presentes en el movimiento revolucionario. Gibara pueblo donde en la guerra del 68 prevaleció la defensa del Imperio Español dará su aporte a la nueva contienda. Es de destacar el alzamiento de Ricardo Sartorio terrateniente del barrio de Velasco, a los que se suman Arístides Ochoa un hombre de cultura autodidacta y que alcanzó los grados de Comandante en la invasora, Eliecer Artola y Vialle Felipe y Gustavo Alberti, Ricardo y Antonio Hidalgo, Ángel Rojas, el periodista y poeta Augusto Hidalgo, que falleció en la campaña.

En Santa Lucía se alza Don Lorenzo de la Cera, oficial de la guerra del 68, en Fray Benito José García Portelles, Diego Yebra y Pedro Ricardo, en la zona del cerro de Yaguajay, Manuel Riverón y en Aguada de la Piedra Juan Sierra Jomarrón.

Miro Argenter recordará de aquellos días: “…hermoso y animado panorama el de nuestras campiñas al resplandecer los albores de la revolución. Donde quiera se veían grupos de campesinos a caballo; salían del fondo del bosque, de la llanura limpia, de lo alto de la sierra, de la cuenca del río, convocados no se sabe por quién no por qué pregones acudían, sin embargo al llamamiento de la patria, aviados del todo, en son de guerra. El sitiero dejaba su estancia, el veguero sus posturas, el labrador sus utensilios de trabajo; todo el mundo abandonaba la faena a medio hacer…” (5)

Un grupo de profesionales se incorporan a la nueva revolución en los días posteriores. Entre ellos Rafael Manduley del Río, también los abogados Francisco y José Fernández Rondán. El periodista José Ramón Torres, Miguel Ignacio Aguilera uno de los que publicaba el periódico Autonomista La Doctrina, Julio Albanés escritor toman el camino de la manigua insurrecta, Entre los artesanos se destacan por marchar a la guerra los miembros de las familias Urbino, Avilés, Milord. El músico Manuel Dositeo Aguilera, autor de la música del himno invasor también sienta fila en la partida mambisa.

El general español Álvaro Suarez Valdés, en carta al comerciante Javier González Longoria, diputado a cortes sobre los alzamientos en Holguín: “agradezco a Ud., su información sobre la nueva intentona separatista; aquí han llegado noticias que el cabecilla Luis de Feria anda con una gruesa partida, no olvido el trabajo que nos dio en la guerra chica y el mal rato que nos hizo pasar cuando tratamos que depusiera las armas. De haber estado yo en ese mando lo hubiera puesto a buen recaudo. Pronto estaré en Holguín y veremos como damos termino a esa algarada.”(6)

Holguín respondió al llamado de Martí.

Cita
1— Constantino Pupo Aguilera Patriotas Holguineros Holguín 1956P. 118
2—Ibídem p. 118
3— Ibídem p.122
4— Ibídem p. 119
5— Ibídem p. 120
6– Ibídem p. 125

Un intento cubano de comprar barcos de guerra en EE.UU.

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

Muchas veces la historia se ve en su resultado final y no en su desarrollo. El proceso independentista cubano se vincula con las expediciones organizadas por la emigración revolucionaria. En ocasiones, se piensa que apenas estalló la guerra comenzaron a arribar estas embarcaciones trayendo las deseadas armas. Pero esto no fue así en todas las regiones. En algunos territorios las primeras expediciones tardaron bastante tiempo en llegar, como el caso de la jurisdicción de Holguín.

Esta región ocupaba gran parte del norte del oriente de Cuba. A los siete meses de iniciado el alzamiento es que llegó la primera expedición: la de buque Perrit, mayo del 1869. Esta compensó la larga espera, pues en esa embarcación se encontraba una gran cantidad de equipos bélicos que no solo sirvieron para abastecer a los mambises locales sino una buena parte de los insurrectos del Oriente.

Pero aquellos siete meses iniciales de la guerra sin fusiles, sin parque debieron de ser terribles en medio de la gran ofensiva española. Los mambises holguineros no se sentaron a esperar la llegada de las armas, hicieron todo lo posible para gestionarlas. De inicio apoyaron el adquirir buques en el extranjero. El gobierno presidido por Carlos Manuel y establecido en Bayamo, al cual se subordinaron los holguineros, intentó comprar un monitor en el exterior para atacar a las embarcaciones hispanos y trasladar recursos a los insurrectos. De inmediato el líder natural de Holguín, Julio Grave de Peralta se sumó a ese singular intento de crear una marina mambisa. El 30 de diciembre de 1868 Tomás Estrada Palma, presidente de la Junta Central de Fondos del gobierno independentista establecido en Bayamo le escribió a Julio Grave de Peralta solicitándole un apoyo monetario para la adquisición de un buque de guerra.

““Enterado del oficio de U. treinta del pasado relativo á los fondos que deben reunirse para la compra de un monitor debo manifestarte que sin embargo de no ser facil entrar en Holguín donde sin perdida de tiempo pudiera disponer de los doce mil pesos que U. me indica;(1) siendo necesaria esa cantidad para la compra de dicho buque puede contar que si no es todo no faltarán de ocho mil al completo de aquella, si asi fuese preciso para ese pago; pudiendo además contar con mil tercio tabacos ó mas que tengo destinados para nuestra Causa sin contar mas de dos mil que el Gral. Marcano tiene embargados a los enemigos por su parte y de acuerdo conmigo y que precisamente corresponden también á nuestros fondos. Yo espero si tengo buen tiempo ver á usted cuanto antes me sea posible y entonces hablaremos sobre el particular. Dios, Patria y Libertad. Enero cinco de 1869= El Gral = Julio G. de Peralta = Al Presidente de la junta central de fondos Tomas Estrada Palma Bayamo.” (2)

La idea argumentada por Grave de Peralta era vender ese tabaco en el exterior para aportar ese dinero a la causa independentista. Se trasladaría en viajes clandestinos realizadas por pequeñas embarcaciones que tenían en su poder los insurrectos.

Un monitor era un navío de guerra blindado y artillado. Se había utilizado en la contienda civil entre el Norte y el Sur de los Estados Unidos finalizada en 1865. Los independentistas cubanos, seguramente, que pensaban que el vecino país los vendería como sobrante de guerra. Por eso la colecta de dinero para adquirirlo.

Los cubanos no podían imaginar que mientras ellos hacían estas desesperadas gestiones para comprar un monitor dos buques de un país que apoyaba al independentismo cubano se acercaban lentamente a las costas holguineras. La República del Perú se tuvo que enfrentar a la acción depredadora de España. La antigua metrópoli reclamó el dominio de unas islas situadas en las aguas peruanas. Envió una pequeña flotilla para imponer su dominio.

Fracasó en su intento. Pero para fortalecer sus defensas Perú compró en los Estados Unidos dos monitores que era material sobrante de guerra. De esa forma la República del Perú hacia realidad las aspiraciones de los cubanos de adquirir esas embarcaciones. Los peruanos iniciaban en estos una larga travesía. En esa época no existía el canal de Panamá por lo que debían de bordear todo el continente sudamericano hasta Perú. En esa época el combustible era el carbón mineral por lo que debían de abastecerse en el camino del precioso material.

A las alturas de la Bahía de Naranjo en la costa Norte de Oriente se quedaron sin combustible. Podían haberse abastecido en el cercano puerto de Gibara. Pero existía un estado de hostilidades entre España y Perú. Incluso el país andino en un gesto de solidaridad con sus hermanos cubanos había reclamado a los Estados Unidos que no le vendieran a España unas cañoneras que tenían como objetivo perseguir a las expediciones insurrectas. Al final el gobierno del Norte vendió las embarcaciones a los hispanos. Pero los cubanos nunca olvidarían aquel gesto de solidaridad.

El jefe de la pequeña flotilla decidió arriesgarse a llegar a alguna solitaria bahía cubana para obtener madera que le sirviera como combustible y continuar el viaje. Los marinos peruanos sentían que se acercaban a un mundo misterioso. Es posible que en las costas se encontraran tropas españolas que los atacaran en el momento en que derribaban y transportaban arboles hacia los buques.

Mientras los barcos se acercaban a la bahía de Naranjo y eran observados. La vigilancia de las costas era un asunto en extremo importante para los insurrectos. Al frente de una columna que patrullaba la costa se encontraba el Coronel Jacinto López de Guereño. Al recibir aquella orden imprevista del General Julio Grave de Peralta, de que se hiciera cargo de la vigilancia y protección de aquel gigantesco fragmento del litoral holguinero que comprendía desde la Bahía de Bariay hasta la de Naranjo trató de imaginarse aquellas costas de mangle y rompientes y se asombró que con tan pocos hombres y menos armas que disponía pudiera cumplir tan difícil misión. Pero se entregó con fervor a su nueva tarea. Jacinto López de Guereño no era hombre que se dejara amilanar por las circunstancias. En octubre de 1868 había dejado su finca y familia para unirse a la Revolución. Por su capacidad e iniciativa había sido ascendido a Coronel. En febrero de 1869 recibía tan inusual orden que lo convertía en una especie de guardia-frontera de la naciente Revolución cubana.

Iba pensando todo esto en su marcha hacia la Bahía de Naranjo a donde llegó el Coronel para dejarse envolver por el aroma del salitre y asombrarse una vez más por la belleza hiriente de aquella bahía. Alguien le informó que un vigía había visto dos monitores en la bahía de Naranjo y no eran españoles. Pensó que un largo trago de aguardiente de caña había trastocado la visión del insurrecto. Al llegar a la bahía comprobó que no era por los efectos del alcohol lo contado por el vigía. El desgarrón de un manglar dejó ante sus ojos los barcos peruanos anclados en medio de la bahía. La comunicación, como siempre ocurre entre gente de un mismo ideal, fue rápida.

Los mambises holguineros ayudaban a sus hermanos peruanos en las labores de búsqueda de madera y otros trabajos necesarios que en breve tiempo pusieron a las embarcaciones en condiciones de continuar la marcha. Es de pensar que los abastecieron de agua y alimentos. Los peruanos no tenían armas que dejarles a sus hermanos en la lucha contra el colonialismo, pero al alejarse las embarcaciones tras sus estelas quedaban la esperanza sembrada entre los insurrectos que no estaban solos en su lucha contra España.

De esa forma aquel puñado de desarrapados mambises holguineros se hacían propietarios de un singular gesto de solidaridad con un pueblo latinoamericano. El primero llevado a cabo por la Revolución cubana. (3)

NOTAS

1.-Esta afirmación de Grave de Peralta que podría obtener doce mil pesos si lograba entrar a Holguín nos sitúa ante una interrogante. ¿Habría ocultado este General insurrecto esa cantidad en su ciudad natal como era costumbre en la época entre las personas que contaban con recursos? En marzo de 1871, al trasladarse al exterior para buscar una expedición el General holguinero llevo consigo una cantidad importante de dinero. ¿Serian esos a los que hace referencia en esta carta? ¿Permanece ese dinero todavía enterrado en algún patio de este centro urbano? Más que ese dinero el verdadero tesoro de Julio Grave de Peralta fue su entrega a la independencia de Cuba por la que dio su vida.

2.-Museo Provincial de Holguín. Fondo Julio Grave de Peralta Libro borrador de correspondencia carta numero 30 De Julio Grave de Peralta a Tomas Estrada Palma

3.-Información brindada sobre la visita de los monitores se encuentra en el Archivo privado del fallecido historiador Juan Andrés Cue Bada, en Santiago de Cuba, que en gesto desinteresado, como era habitual en el colega, se la ofreció al autor de este articulo.

Las desdichas de un guardacostas

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

Al analizar la Guerra desarrollada entre las fuerzas del Ejército Libertador de Cuba, Estados Unidos y España en 1898 generalmente se recuerda los combates por la toma de Santiago de Cuba y otras operaciones de ciertas envergaduras como los bombardeos a Baracoa, Manzanillo entre otros. Se olvida que en la bahía de Nipe en el territorio de la actual provincia Holguín, norte del oriente de Cuba se desarrollaron algunas acciones de esa contienda.

Uno de los acontecimientos menos recordado fue lo acontecido con el cañonero español Baracoa. Esta era considerada en la marina española como una embarcación de tercera clase. Fue construido en 1895. Contaba con casco de acero y tenía 20 metros de eslora, es decir de largo y unos 3.75 metros de manga. Lo que en términos marinos es el ancho. Desplazaba 40 toneladas y tenía un motor de 200 caballos de fuerza. Podía alcanzar hasta los 10 nudos de velocidad y recorrer 800 millas sin recibir combustible. La tripulación era de 22 hombres.

Estamos ante una embarcación construida para el servicio de vigilancia no propiamente combativa. Pero tales barcos eran en extremo útiles para la lucha contra los mambises. Por su escaso calado podían navegar por aguas pocos profundas y vigilar las costas desde muy poca distancia. Como los mambises muchas veces utilizaban botes y goletas para traer vituallas de Jamaica y otras islas cercanas podían perfectamente interceptar a estas embarcaciones y capturarlas o hundirlas. Además por su escaso calado era una nave ideal para realizar operaciones en aguas poco profundas como ríos o en el interior de las bahías. Los mambises tenían salinas en las costas y además realizaban actividades pesqueras en pequeños botes y canoas cercas de las costas o en los ríos. El Baracoa podía aparecer inesperadamente en la cercanía de una salina y abrir fuego sobre los desprevenidos insurrectos, atacar a los que se dedicaban a la pesca. También se podía utilizar para el traslado de pequeñas unidades hasta determinados puntos para realizar lo que hoy llamaríamos una operación anfibia. Desembarcar esta tropa para que incursionara en territorio donde los independentistas tenían sus centros de abastecimientos.

La declaración de guerra de abril de 1898 de Estados Unidos cambio bruscamente la situación del Baracoa. Ya no podía moverse libremente por las costas en persecución de expediciones insurrectas. Podía encontrarse con una moderna unidad enemiga y ser destruido. Recibió órdenes de situarse en la cercanía de la desembocadura del rio Mayarí. Allí se encontraba en junio de 1898 cuando fue avistado por dos cañoneros estadounidenses. Apenas descubrieron la embarcación española se lanzaron a su caza. Las diferencias eran abismales. Los cañoneros yanquis poseían superioridad por el número y su artillería. La nave hispana estaba construida más para la vigilancia que el combate. Los marineros españoles comprendieron que era imposible aceptar combates. Se refugiaron en el río Mayarí pero hasta allí lo siguieron los cañoneros enemigos. No había salvación posible para la nave hispana o se rendía o sería destruida. En estas circunstancias escogerían por salvar sus vidas y quedar libre. Hundieron el barco y alcanzaron la orilla.

La historia de la lancha Baracoa había concluido. Por lo menos esos creyeron tanto los marinos españoles como los estadounidenses. Quedaría a la acción del tiempo y la corrosión. Pero otra seria la suerte de esta embarcación. Leonardo Wood gobernador estadounidense de Oriente durante la ocupación de 1899 dio órdenes de ponerlo a flote y repararlo. Lo utilizaría como transporte en los viajes de inspección que debía de realizar en la provincia bajo su mando. Al instaurarse la republica mediatizada en 1902 el “Baracoa” paso al servicio de esta. Fue bautizado como “Carlos Manuel de Céspedes” y realizó diversas misiones. En el mes de octubre de 1910 naufrago producto de los embates de un ciclo en un lugar conocido como Arroyo de Mantua en Pinar del Río. La embarcación se perdió para siempre y arrastro a los fondos marinos a varios de sus tripulantes.

Curiosa historia de esta embarcación que fue una de las primeras con que contó la República de Cuba Otras dos lanchas patrulleras españolas tuvieron una historia similar El “Guardián” un pequeño cañonero español fue obligado por barcos de guerra de los Estados Unidos a embarrancar en las costas de Manzanillo. Rescatado posteriormente fue utilizado como guardacostas con el nombre de “Ignacio Agramonte” El cañonero español “Intrépido” también pasó al servicio de la república con el nombre de Antonio Maceo.

FUENTE:
1- Milagro Gálvez Aguilera La Marina de Guerra de Cuba (1909 1958) Primera parte Editorial de Ciencias Sociales La Habana 2007 p. 5

Contra naufragios

Por el Ms. C José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

En el siglo XIX, tan solo, existía un puerto en las costas del territorio de la actual provincia Holguín: el de Gibara. Numerosos buques entraban y salían de aquella bahía lo que conllevaría a no pocos naufragios. Para dar solución a la seguridad de la navegación el estado español construyó el faro Lucrecia. Inaugurado, por cierto, el 10 de octubre de 1868 el mismo día que se iniciaba la guerra de 1868.

El siglo XX traería nuevos problemas a la navegación en estas costas. El norte de oriente se había convertido en una región de grandes inversiones de capital estadounidense. En el territorio de la actual provincia Holguín se encontraban los centrales azucareros Boston y Preston propiedad de la United Fruit Company. A esto había que agregar las plantas de Nikel de Nicaro y Moa, estas también propiedad de empresas estadounidense. Tierra adentro se encontraban otros centrales azucareros como el Tacajó, Báguano y San Germán. Estas industrias generaban un activo tráfico marítimo que requería una mínima seguridad.

Muy pronto comenzaron a aparecer nuevos puertos y subpuertos o simples embarcaderos como el de Vita, Antillas, Nicaro, Preston, Boston, Felton, Cayo Mambí, Moa. El tráfico naval se intensificó, tanto el de cabotaje como internacional. Se destacaba el puerto de Antillas hasta donde llegaba un ramal del ferrocarril central y por allí se llegaron a exportar el azúcar de gran cantidad de centrales azucareros.

Se requería un sistema de faros y alumbrado que ayudaran a estos navegantes a sortear el peligro de los bajos.

En el primer gobierno de la República, el de Tomás Estrada Palma, se situaron luces que guiaban a los navegantes en las bahías de Banes y Nipe. (1) En esta zona comenzaban importantes inversiones estadounidenses que le dio un rápido impulso al comercio.

Al crearse la Marina de Guerra en 1909 la atención a estos medios auxiliares de la navegación pasó a su jurisdicción. Este servicio se extendió a otras bahías del litoral holguinero. Antes de 1923 se habían instalado señales en las bahías de Tánamo, Vita y Samá. (2) La marina de Guerra Cubana aprovechó los adelantos que se hicieron en la tecnología. Este sistema de señales fue mejorado, a partir de 1928, con el establecimiento de medios de alumbrado más modernos y seguros en las bahías de Nipe y de Tánamo. (3)

En Banes fueron colocadas siete balizas ciegas es decir que no poseían iluminación, pues se consideró que por las características de esa bahía y el tráfico no eran necesarias las lumínicas. (4)

Para mejorar la navegación entre 1935 y 1941 se reparó el faro de Punta Lucrecia (5) En 1954 se estableció en Antillas una estación de servicio. Esta era una dependencia de la marina de guerra que estaría encargada del mantenimiento de las señales establecidas en las costas que les fueran asignadas. La estación de servicio contaba con una oficina, un almacén, un tungar para cargar las baterías de las balizas de señales, un mecánico de faros y una embarcación con su dotación. (6) El mundo de la navegación en las costas holguineras es un tema inédito. Los faros y la señalización de las bahías forman parte de ese pasado desconocido que espera por que sea sacado del olvido.

NOTAS
1–Milagros Gálvez Aguilera, La Marina de Guerra de Cuba (1909- 1958), Primera parte, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 199
2–Ídem
3—Ibídem p. 201
4—Ibídem p. 202
5–Ídem
6—Ibídem p. 204